14. Polisemia.

190 67 9
                                    

La fragilidad de los recuerdos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La fragilidad de los recuerdos

La escena se debate entre ser deprimente y divertida.

Mira a Hoseok durante aquellos segundos en que parece discutir consigo mismo antes de despedirse con normalidad de él y, posterior a ello, caminar en dirección al chico que se encuentra a un par de metros de distancia de ambos. Está tan enfocado en ambos que solamente cuando los ve besarse sin pudor desvía la mirada algo incómodo y se dirige hacia su motocicleta.

Sabe que Hoseok y él no son amigos ni mucho menos, pero la curiosidad le gana. Cuando está por encender su vehículo (a través del casco es capaz de disimular) observa a ambos chicos marcharse con las manos unidas hasta que los pierde en una esquina.

Con una presión densa en el estómago, se va a casa, esperando que todo salga bien para que Hoseok regrese al día siguiente.

Es recibido por Sunhi expresándole que Dahae no se siente bien y que es mejor no «molestarla». A regañadientes, acepta. La cena es silenciosa sin su hija comentando acerca de su día y/o burlándose de él, es quien vuelve estas situaciones familiares más amenas, porque jamás se ha acostumbrado a la personalidad pacífica y silenciosa de su esposa por más que lleven casi catorce años casados. Es de aquellas cosas con las que aprendes a vivir y ya está. En algún momento nunca pensó en encontrar a alguien que fuese más callado que él.

—¿Qué le sucede a Dahae? —cuestiona con calma—. Cuando se siente mal suele poner música.

—Sólo está cansada.

—Sunhi, no me mientas. Es mi hija también. ¿Desde cuándo me guardan secretos?

Su esposa desvía la mirada y se relame los labios.

—Hizo algo malo y no quiere que te enteres —responde—. Supongo que entiendes el porqué.

—No, no lo entiendo. —Arruga el entrecejo—. Dahae jamás me oculta cosas y ahora ambas lo hacen, ¿por qué?

—Porque lo único que haces es regañarla, Yoongi.

—¿Se supone que debo permitir que haga lo que quiere para que no me odie? Sabes muy bien que no funciona así.

—Tampoco está funcionando tu estrategia de escuela militar. —Los ojos de Sunhi se posan en él. Se está molestando—. Tienes que ser menos duro con ella, Yoongi. Es una adolescente.

—Precisamente.

—No recuerdas cómo fuimos nosotros ¿verdad?

—No quiero que cometa los mismos errores.

Ya lo ha dicho. Sabe que Sunhi odia que recuerde aquella etapa de su vida como un error, pero él sólo sabe pensar en ello como tal.

La mandíbula de su esposa se tensa y termina dejando los cubiertos de golpe sobre su plato vacío. Si se larga a llorar, no será capaz de responder con otras palabras que sean menos hirientes que las que ha dicho.

Ama a Dahae. Es el amor más grande su vida. Sin embargo, ha crecido lo suficiente para ser capaz de aceptar que amaría mucho más su propia vida si ella no estuviese. Si jamás se las hubiese dado de adulto siendo un adolescente inmaduro e ignorante a los catorce años. No imagina un mundo sin su hija. Pero, al mismo tiempo, la mayoría de las noches en que recuerda quien duerme a su lado y todo lo que ha hecho para llegar hasta allí, desea con todas sus fuerzas volver a despertar siendo un adolescente y jamás haber salido de casa para ver a Sunhi a escondidas.

—¿Cuándo será el día en que dejes de restregarme en la cara lo mucho que odias nuestra familia? —inquiere Sunhi.

—No odio nuestra familia.

—Es lo que demuestras, Yoongi. Cada vez que tenemos esta conversación me sacas en cara el error que cometimos siendo unos niños. ¿Crees que no lo sé? Lo tengo claro. Sé que odias haberte casado conmigo y que Dahae esté en este mundo, pero ya no puedes remediarlo. Resígnate de una vez.

—No continuaré con esta discusión sin sentido —masculla, levantándose de su silla—. No vas a obtener lo que quieres, Sunhi. No me vas a escuchar diciéndolo.

—¡Es la realidad!

—¡Sabes el verdadero problema de todo esto! —Había volteado para marcharse, pero no hay nada que odie más que Sunhi le levante la voz. Sus miradas se enfrentan—. Yo no fui quien te obligó a casarte conmigo, no te tengo aquí a la fuerza y tampoco te obligué a tener a nuestra hija —dice entre dientes—. Lo sabes muy bien. No desquites tus frustraciones conmigo.

Los ojos de su esposa se llenan de lágrimas y el corazón de Yoongi se presiona tan fuerte que tiene el mismo deseo. Llorar hasta el cansancio. Pero no lo hace. Sólo la ve levantarse y caminar en dirección a su habitación tras decir:

—Duerme en la habitación de invitados hoy.

—Duerme en la habitación de invitados hoy

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Formato Libro 📌 yoonseok.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora