12. Textos antiguos.

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Cuando habla la experiencia antes de mover los labios

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Cuando habla la experiencia antes de mover los labios

«Lleva a Dahae donde Unju, por favor. Te amo. Sé bueno». Lee la nota con molestia. Esta semana su esposa tiene turno, pero continúa siendo su semana y debe obedecer por más que lo deteste.

Comienza a odiar los viernes. Son discusiones o llevar a su hija a la casa de su mejor amiga, no hay punto medio. Chasquea la lengua mientras arruga la nota y la tira a la basura.

Ya no existe aquel «papi, veamos una peli». O «a dormir, papi, estamos cansados».

Cada viernes es una tortura. Aunque, si lo piensa bien ¿en algún momento le fue bien un viernes? Generalmente, en su adolescencia solía discutir con sus padres o escaparse por la ventana para ver a Sunhi. Tampoco había punto medio.

Dahae aparece unos minutos más tarde, bien arreglada y perfumada.

—Estoy lista —dice feliz.

Al verla, Yoongi no puede evitar sonreír. Dahae es la mezcla perfecta de ambos. Pero siempre dominan los ojos y la sonrisa de los Min, por alguna razón. Ella no es la excepción.

—Bien —masculla. Dahae ríe por lo bajo—. ¿A qué hora regresarás? Para ir por ti —añade, tomando las llaves de la motocicleta y la casa.

—Mañana por la tarde.

Sus llaves caen al suelo.

—¿Cómo dices?

—Ash, papá, no empieces.

—Dahae, hay hombres... grandes en esa casa.

—Sí y son muy simpáticos. —Blanquea los ojos y abre la puerta—. Vamos.

El estómago de Yoongi se retuerce. A regañadientes camina hacia su motocicleta y acomoda bien a Dahae antes de partir. Conoce el trayecto a casa de los Kim, no es extenso, pero sí lo suficiente como para ir a pie.

Dahae baja del vehículo y acomoda el casco en su sitio.

—Estaré aquí a mediodía, ¿sí? —menciona con cautela.

—¿Eh?

—Mediodía.

—Es la semana de mamá.

—¿Te ha dado permiso tu madre para quedarte hasta la tarde? —Alza ambas cejas. Dahae se cruza de brazos—. Bien. Aquí estaré a mediodía a menos que ella diga lo contrario.

—Pero ya son vacaciones.

—Dahae...

La chica voltea en dirección a la casa.

—Adiós, Min.

—¡Dahae!

—¡Adiós!

Permanece allí hasta que la silueta de su hija desaparece por la puerta. Señal suficiente de que está a salvo dentro de aquellas cuatro paredes a las cuales jamás ha ingresado. En ocasiones tiene ganas de irrumpir, pero sabe que Dahae jamás se lo perdonaría.

Se pone en marcha de camino a casa, pero antes, aprovechando la soledad y el vacío que es aquella sin su hija por los rincones, pasa por la estación de servicio más cercana para comprar algo de beber. Estando fuera recuerda el incidente con Hoseok ocurrido hace unas semanas y por poco pasa de largo hasta que recuerda que aquella sucursal no es específicamente la que el chico atiende. De hecho, ni siquiera recuerda cómo es que llegó tan lejos aquella noche. Tampoco quiere averiguar cómo llegó sin morir en el intento.

El sábado por la mañana despierta solo y adolorido en el sofá de su sala. Patea un par de botellas al levantarse y limpia la cerveza derramada antes de que Sunhi regrese del trabajo.

La mañana transcurre sin imprevistos. Le deja una nota a Sunhi en caso de que despierte y él no esté para avisarle que irá por Dahae un poco pasado el mediodía prometido. Todo con tal de evitar que su hija se moleste de más. Ambos llegan a casa en paz. Sunhi se encuentra limpiando, mientras el horno expide calor y aromas deliciosos.

—¿Qué tal? —pregunta hacia Dahae con una sonrisa.

—Estupendo —responde ella y se acerca para besarle la mejilla—. Conocí a un amigo del hermano de Unju y... uf. No puedo decir más.

Yoongi alza una ceja.

—¿Por? —cuestiona al instante.

—Porque eres un chismoso.

—Yoongi... —dice Sunhi—. Déjala.

—Sólo quiero saber por qué no puede decir más. Es todo.

—Es una expresión, anciano —explica Dahae—. Quiero decir que es guapísimo.

—Y mayor —aclara—. Y ya sabes...

—Deja decir eso —lo corta Dahae—. Ya me sé el discurso de memoria. Pero que el chico sea guapo, no lo hace malo, papá.

—Son los peores —masculla.

—Sólo ten cuidado, cariño —pide Sunhi con suavidad.

—¿Ustedes con qué cara me piden tener cuidado? —Dahae arruga el entrecejo—. No pueden tenerme en una cajita encerrada por siempre.

—No queremos hacer eso —aclara Sunhi.

—Es lo que noto. —Vuelve a tomar sus cosas—. Ambos saben que no tienen nada que reclamarme.

—Hija, sólo intentamos cuidarte —menciona Yoongi.

—Sé cuidarme sola.

—Sí —bufa Sunhi. Está inmersa dentro de lo que hay en el horno—. Lo mismo decía yo a tu edad.

—Yo te veo casada con la advertencia de tus padres.

—¡Dahae! —exclama Sunhi. Yoongi nota sus propias orejas abrigarse por el enfado contenido—. Estás yendo demasiado lejos. Ten un mínimo de respeto.

—Como sea.

—Dahae —llama él.

Pero su hija ya camina por el pasillo. Cierra la puerta con tanta fuerza que las copas del bar se golpean entre sí.

Ambos se miran por un instante, entristecidos y sin decir una palabra. Saben que es cierto. Les duele tanto que su hija tenga razón sobre ellos que les presiona el pecho y come la lengua. No obstante, también saben que es la razón por la cual intentan cuidar tanto de ella. Quieren evitar que cometa el mismo error, que arruine su vida por entrometerse con quién no debe.

Porque sus vidas hace dieciséis años cambiaron para siempre.

Y Yoongi jamás va a perdonarse por ello.

Y Yoongi jamás va a perdonarse por ello

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