📌 : ❝ Jung Hoseok ama la poesía, a los animales y las sustancias que cambian el estado de ánimo. Acostumbrado a despertar entre los brazos de la dinamita, se ve arrinconado a buscar una solución a sus problemas para no perder la beca de estudios qu...
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Hasta algo descompuesto funciona una vez al día
—Pasa a buscar tus cosas. No hay nadie en casa.
Cuelga sin decir una palabra. Han pasado dos semanas desde que ha estado conviviendo con Seokjin. Va a casa durante el día cuando no hay nadie sólo para buscar algunas cosas y volver a marcharse. Hoy ha decidido que es momento de buscar un sitio permanente para él. Ha encontrado unas habitaciones cercanas a la universidad en un vecindario tranquilo. Al menos, estará bien por un tiempo mientras el trámite se realiza y ambos acuerdan lo justo. Lo que más le importa a Yoongi es que a Dahae no le falte nada.
Abre la puerta de la casa con cautela, aun así, temeroso de que el fantasma de sus errores se una al del arrepentimiento y le presionen la espalda para no dejarlo salir. Ha estado al borde de arrodillarse y pedir perdón para regresar en más de una ocasión.
—¿Qué haces aquí? —pregunta una voz reconocida.
Gira hacia la entrada de la sala, encontrando a Dahae de pie con el uniforme puesto y una expresión molesta. Es mediodía o poco más.
—Vine a buscar mis cosas —contesta, bajando la mirada.
—Ah. Yo salí antes, porque nos cortaron el suministro de agua por una cañería rota.
—Está bien —musita—. ¿Le avisaste a tu madre?
—Sí.
—Bien.
—Sé rápido y vete.
No esperaba que Dahae estuviese aquí para verlo así de humillado. Es tan cruel como él, que sabe que estando así de molesta lo disfruta. Él será incapaz de marcharse sin decirle adiós por última vez.
Cuando sus dos maletas están llenas y su lado del armario vacío, ha tenido que limpiar sus mejillas y nariz unas veinte veces. Las lágrimas no quieren dejarlo ir y su corazón bombea tan enfurecido que apenas puede respirar bien.
Dahae se encuentra sentada en la cocina con un plato de cereales, cuando pasa por un vaso de agua. Lo mira de soslayo, pero no dice una palabra hasta que él gira en dirección a la salida tras murmurar un «cuídate mucho, hija» y el «te quiero» arde en su garganta.
—Papá. —Detiene sus pasos de inmediato—. Quiero escucharte.
Gira otra vez hacia ella, sus ojos entristecidos recuperan un brillo particular al instante.
—¿De verdad?
—Sí. Si mamá pudo contar su versión, creo que es justo que tú también lo hagas. —Suspira pesado—. Estoy muy molesta con ambos, más contigo, por lo que hiciste, pero... está bien. Es doloroso, pero sé muy bien que en asuntos de pareja yo no tengo por qué involucrarme. E-En fin, así que te escucho si quieres hablar. Será la única oportunidad.