Acorralada.

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El día se hace notar. Tanto Paola, como Elena, Richy, y hasta el mismo Brayan no me quitan la mirada. A donde valla ellos están conmigo. Esto es peor de lo que pensaba. ¡ Ni que fuera la reina Isabel, por Dios!.

Me siento ahogada en un vaso de agua. Muchos ojos encima de mi, demasiados para mi gusto.

-—¡Y si escapó. !Aprovecho cuando todos salgan a comer y me marcho sin ser vista—- tramo en silencio mi fuga a la libertad.

La verdad es que nunca me a gustado ser el centro de atención y mucho menos tener tantos ojos encima de mi, me siento acorralada, soy una prisionera en mi propia empresa .

Por suerte ocurre lo previsto. Los cuatro  carceleros pasan por mi oficina y me invitan a ir con ellos. Yo niego rotundamente justificando que tengo mucho trabajo acumulado.

Al parecer, les vasta mi escusa y me dejan a solas. Por primera vez en todo el día respiro un poco de paz y tranquilidad. «¡ Al fin!». Recojo algunas cosas que me hacen falta terminar en casa y me retiro a hurtadillas.

Voy cantando una canción en mi coche cuando me doy cuenta que un auto me sigue. Dobló las esquinas verificando mi intuición, adonde voy, ahí está el coche.

Me empiezo a preocupar por la situación. Estoy totalmente sola. Y se que al final mi tío tenía toda la razón. Pero yo soy como soy, y no le tengo miedo a los problemas.

Así que detengo  el coche, me bajo y voy directo hasta el conductor que queda detrás mío.

-—¿Se puede saber por qué me sigues?. O es que no tienes nada mejor que hacer— le gritó desde la ventanilla.

Él señor baja del coche y me pide que me calme.

-— Señorita, solo sigo órdenes, nada más.

—¿De quién?-— pregunto demasiado molesta.

-— Del señorito Ledesma — responde cabizbajo—. Lamentó si la asuste, pero él me dió la orden y yo solo obedezco.

Respiró profundo y prosigo con mi discurso.

-— Muy bien, te marchas y le dices que me seguiste hasta mi casa. Que estoy entera, sin un rasguño— le apunto con el dedo índice tratando de intimidar lo.

-—Pero...

Lo vuelvo a interrumpir.

-— Pero nada, estoy arta que todos quieran dar órdenes en mi vida. No me va a pasar nada malo, okey. ¡ Déjenme en paz !.

Me retiro de su presencia y sigo mi camino, dejando al hombre atónito ante mi determinación .

Mi tío tiene una pequeña cabaña a las afueras de la ciudad. Que mejor lugar para huir del mundo que ese. Respirar un poco de aire puro me va a venir como anillo al dedo.

Aunque el viaje me llevo un poco más de lo esperado, llegó a la casa cayendo en el horizonte los últimos rayos de sol . No recuerdo cuando fue la última ves que vinimos . Aunque tengo presente que cuando lo hacíamos la pasábamos tan bien, pescar era extraordinario, aunque muchas veces no cogía nada, esa parte me da gracia. Le hacía unos pucheros a mi tío que al final terminaba cargando yo su cubeta. Y ni hablar de la fogata en plena noche a la luz de la luna y las estrellas. Era maravilloso. Él supo llenar con amor el vacío que quedó dentro de mi.

Solo que ahora el trabajo y el de él, nos impiden hacer juntos tantas cosas, aunque  siempre buscamos la oportunidad para estar juntos, ya no es lo mismo.  En un final no le reprochó nada, es más que mi tío, es mi única familia, y él lo sabe.

Entró a la casa y la nostalgia se apodera de mí. Todo está igual que antes, nada a cambiado. Las fotos familiares encima de la chimenea. Dos cabezas de venado puestas de adorno en la pared. Un pequeño juego de living carmelita con una mesa de centro. Las largas cortinas blancas de estilo visillos que tapan los cristales tanto de las puertas como de las ventanas dejan pasar la luz, dando una agradable claridad  a la casa y lo mejor, es que no dejan entrar el frio. Algo que agradezco. También me doy cuenta que no hay una sola mota de polvo. Al parecer, mi tío manda a María a limpiar la casa de vez en cuando. Porque está reluciente.

Mujer De fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora