El comienzo

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Roxana.

Estoy sentada justo en frente de la consulta. Elena está a mi lado, sin embargo mis pies nos dejan de temblar. Estoy sumamente nerviosa, al fin podré saber a ciencia cierta que es lo que tengo y si podré recuperar la memoria Mis preguntas hoy tendrán respuestas.

— Tranquila. El doctor te dirá toda la verdad.

— Eso esperó. Estoy cansada de tantas mentiras — respondo.

— Piensa que todo fue por tú bien.

— Elena, no me vengas con esas. De pensar que hasta tú te prestaste a este juego— me siento molesta, confusa, enojada, todos estos sentimientos en uno solo.

Hace una mueca con su rostro. — Me perdonas— me dice con mirada de inocente.

— Tengo que pensarlo.

— Reinita, todo fue por bien. No queríamos que sufrieras — agrega Richy.

— Pero no era la forma. ¿ Qué lograron con todo eso?

— Hacerte feliz.

— ¡ Richy, por favor! Hubiera preferido mil veces la verdad. Por más dura que fuera— espetó.

— De verda, lo siento— vuelve a repetir, Elena.

— Roxana González — una joven anuncia mi nombre.

— Sí — respondo.

— Ya puede pasar.

Entró al consultorio en compañía de mi amiga. Saludo al doctor y nos sentamos. Comienzo hablar atacando con preguntas. Este espera a que termine y me aclara cada una de mis dudas. Sus respuestas son directas y claras, me  explica lo ocurrido en el accidente y lo grabe del mismo, al punto de llevarme al coma. La perdida de memoria y el motivo de ello.

— Podré recuperarme doctor— es algo que me intriga y a la vez me tiene  preocupada.

— No te lo puedo asegurar. Hay personas que logran recordarlo todo, otras solo aprenden a vivir con sus nuevos recuerdos.

Una gran tristeza se apodera mi. Por una parte deseo tener de nuevo todo lo que viví, pero por otra, me alegro haber borrado ese infierno que estaba viviendo, aunque a su vez el amor rondaba mi puerta. Solo espero que ese amor no se de por vencido y vuelva.

Me despido del doctor y salimos de la clínica de la misma forma en que entramos, sin nada.

—¿ Qué piensas hacer?— Elena, me pregunta algo a lo que no tengo ni la mínima idea de cómo responder.

— No sé.

— Pues yo sí.

La miró asombrada.—  ¡Iluminame!.

— Primero, vamos por unos ricos sánguches que muero de hambre— se flota la barriga — y segundo, veremos qué se nos ocurre.

Me río de sus tontas ideas, sabiendo que son espectaculares para eliminar esta ansiedad que estoy sintiendo. El estrés que me agobia cada día.

— Te sigo hasta el fin del mundo— musitó.

— Oyee, no me dejen fuera — grita a unos pasos lejos de nosotros nuestro querido, Richy.

Nos montamos en mi coche y paramos justo en frente de un puesto de comida que está a un  lado del parque, con enormes árboles a su  alrededor, brindándole al caminante una agradecida sombra y un viento juguetón que se desplaza entre nosotros despeinando nuestros cabellos.

— La cena está servida— me dice Elena,  trayendo en sus manos los ricos sánguches.

— Delicioso— respondo.

Mujer De fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora