Confesión

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Roxana

Después de estar horas y horas sentadas detrás del escritorio el cansancio se empieza a sentir. A sido un trabajo tedioso y arduo para al final dar con una lista interminable de malversaciones por parte de Camilo. La mayor decepción a sido conocer por medio de los jurídicos que alguien más se a dedicado a robar el dinero de mi tío. Un hombre que a estado a su lado en el largo trayecto de crecimiento industrial. Por el momento no diré nada. Todo llegará cuando tenga que llegar y cuando reuna todas las pruebas para hundir a los dos.
Recojo los papeles encima de la mesa, agarró el bolso y cierro con llave la oficina. Bajo por el ascensor y caminó directo a mi coche. Estoy ansiosa por llegar a la casa darme una ducha y dormir. No necesitó nada más. Cuando me dispongo abrir la puerta del auto alguien por detrás la empuja con fuerza volviendo la a cerrar.
Me giró enojada.

—¿ Qué te pasa, Raúl?— lo miró enfurecida por su actitud.

— Disculpa— baja la mirada, pasa su mano por el cabello y lo lleva hasta la nuca—. Podemos conversar.

Miró mi reloj y luego a él.

— Estoy cansada y es muy tarde. Podemos dejarlo para  mañana — respondo sin exaltar me.

—¡ No!— exclama.

Su mirada está algo perdida. Su tono de piel no es el mismo de todos los días, cualquiera diría que ha visto a la mismísima muerte en persona.

— Raúl — hago un pequeño gesto con los labios—. Te dije que ahora no puedo. Mañana tenemos el tiempo suficiente para conversar— sinceramente no tengo ánimos para hablar con una persona que se a prestado a los sucios juegos de mi « futuro esposo».

— Créeme que si no fuera importante no estaría aquí parado, casi suplicándole para que me atiendas— su voz sale nerviosa. Dirijo mi mirada a sus manos y las tiene pegadas a su cuerpo tocando su pierna como si fuera un piano.

Está impaciente, ansioso, su actitud no es normal. Lo mejor es dejarlo hablar y que después siga su camino.

— Está bien— levantó mi dedo indice—, pero no aquí. Vallamos a un lado más tranquilo.

Le indicó para que suba al coche. Se sienta a mi lado y se acomoda el cinturón de seguridad. Lo observó por un pequeño instante, sigue tan nervioso como antes. «¿ Qué será eso tan importante que tienes que decirme?.. Seguro hará lo posible por tapar las fechorías de Camilo».

Enciendo el coche y salgo del aparcamiento. Conduzco por las calles de la ciudad en busca de un lugar donde podamos hablar sin ser vistos. No es que tenga miedo de ese canalla que a hecho de mi vida un suplicio, para nada, solo quiero evitar que descubra antes de tiempo  mis planes y todo se valla a la mierda.

Como si lo estuviera invocando, un poco apartado de la gran ciudad cerca de un barrio algo desconocido para mí, veo una pequeña cafetería. Dos mesas enfrente con una pareja de jóvenes conversando y en la parte del interior solo tres personas, más la camarera.
Detengo el vehículo y miró a mi copiloto.

— Llegamos— le digo. Él observa el lugar con algo de desagrado—.¿Qué? No es de altura el local que lo desapruebas con la mirada.

— Pensaba que iríamos a un sitio...

— Más elegante — interrumpo—. Las basuras como tú no tienen derecho a ensuciar sitios elegantes. Hasta una rata se sentiría orgullosa de estar aquí. Además no te traje a comer, vine a escuchar lo que tienes que decirme.¿ Oh se te olvidó?— espetó.

— No. Tiene razón .

— Pues para luego es tarde.

Salimos del vehículo y nos dirigimos al café. Al entrar me doy  cuenta que a pesar de ser pequeño se ve acogedor. Mesas pequeñas en forma de circunferencia con una lámpara en el centro, el lugar llega a tener un promedio de diez mesitas, un amplio exhibidor con dulces, postres con  una amplia gama de sabores, seguro para servirlos con el café en las tantas preparaciones que tiene, o para disfrutarlo solo, con una malteada, un buen libro o una buena compañía ( claro, no como la mía).

Mujer De fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora