Perdiendo lo todo

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Camilo

Últimamente he tenido una extraña sensación, como que todo está a punto se derrumbarse, que la verdad está a solo un paso de salir a la luz.
Raúl, mi albacea en la empresa, está en pánico producto de esos malditos auditores. ¿ Cómo fué que no pensé en algo así?  Nunca se me pasó por la mente que Roxana hiciese eso.
Es más astuta de lo que pensé. Pero la entiendo, recibir una empresa con tantos problemas económicos no es nada agradable. No puede dejar que su apellido y buen nombre se vallan por la borda, su esperanza de salvar lo que ya pueden dar por perdido es lo que la mantiene luchando. No quiero ver cuándo su derrota llegue y tengan que vivir a expensas mias. Sobre todo su « tio», a ese lo pienso llevar a la miseria más dura y triste que pueda vivir una persona. Siempre con esos aires de altura, de superioridad, de grandeza. ¿ Quién se a creído? La única que me a demostrado su valía es mi hermosa mujer.

¿Y cómo no?, si ha sabido esquivar cada piedra y amenaza que le he hecho y puesto en su camino. Si en un tiempo me vio como su enemigo ahora solo me puede mirar como el hombre que la hace inmensamente feliz. Lo único que no entiendo es su acercamiento a Brayan.
Por más que trato de alejarlos, es como un imán, vuelve a ella una y otra vez. ¿ En busca de qué? Si ella no lo recuerda, solo lo tiene como un amigo y nada más.

Debe ser eso, le afecta tanto que lo tenga en esa « zona de confort » que no encuentra otra vía para estar a su lado. Entonces se quiere convertir en su sombra, su guardaespaldas; y si lo dejan hasta en su maldito perro guardian. Muero por ver su rostro de imbécil cuando ya sea marido de ella, entonces nada me impedirá alejarlos, porque será hasta prohibido mirarla.

Mis nuevos planes mejoran con los días. Sin embargo mis pensamientos se van volviendo oscuros y malvados. Mientras más daño hago, más satisfacción siento. Mi alma está negra, podrida, ya no hay vuelta atrás. O ganó, o pierdo, pero nunca me rendiré. La bandera blanca no existe en mi visión. Amalia se fue, pero yo quedé.

El timbre del teléfono suena provocando que tenga un sobresalto, pensar tanto me saca de la realidad. Y mi enojo va en aumento cuando me dicen quien es la persona que me busca. ¡ Es que no puede solo, desparecer, morirse, sería lo ideal! Así no tendría que seguir cargando con el estorbo de Lorena.

—¿ Qué haces aquí? Sabes que no me gusta que salgas de casa sin mi permiso— gruñó. Para más contra desobediente.

— Le pido perdón al señor— responde con altanería y al momento mi enfado sale a la luz — pero debía hacerlo, debía contarte algo importante. — Continúa.

— A sí. ¿ De qué trata?— me acomodó en el butacón para escuchar sus vacías palabras.

Ella sonríe, se ve felíz.

— Vas hablar o solo te vas a quedar ahí parada— protestó.

Su presencia me molesta. Además que no quiero que Roxana la vea por ningún motivo. Ella no recuerda su existencia. Si es que existe. Es ta n infeliz y tan poca cosa que pasa desapercibida por la calle, hasta por la misma vida. Si desaparece nadie la extrañaría, estoy seguro que ni su familia sabe de su actual localización.

— Tú juego de naipes está a punto de derrumbarse, el rey está perdiendo su corona— su rostro muestra satisfacción.

— ¡ De qué hablas!— con la mano derecha doy un fuerte golpe en la mesa y ella brinca del susto.

— Lo que oyes. Estás perdiendo este juego que tú mismo creaste. La máscara se va a caer y todos sabrán quien es el verdadero Camilo Del Monte— alarga las últimas palabras.

— ¡ Y quién se atreverá hacerlo! ¡ Tú!— ladro enojado.

—¿ Por qué no? Soy capas de todo por mi libertad.

Mujer De fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora