Brayan
Despierto aturdido. Siento como algo caliente corre por mi rostro. Estoy de cabeza dentro del coche, hago un gran esfuerzo por mover el pie derecho pero me duele. Giro mi cabeza hacia el asiento del acompañante, pero no veo a nadie. Con un gran esfuerzo me quitó el cinturón de seguridad para poder salir del coche, el cristal delantero esta completamente roto y yo totalmente desorientado.
¿ Donde está Amalia?.
Me arrastró con gran trabajo por la ventanilla del auto hasta lograr salir. Mi cabeza da vueltas, la sangre no deja de correr.
-¡ Amalia! - la llamó con las pocas fuerzas que me quedan.
Camino en dirección del otro vehículo. Me cuesta mucho mantenerme en pie, pero hago lo posible por llegar al camión . El tipo que se encuentra dentro tiene su cuerpo recostado al volante, inconsciente. Abro la puerta y lo observo con cuidado, quiero estar seguro que este vivo y gracias al cielo, lo está, aún respira, con trabajo pero respira.
- Señor... Señor- lo muevo tratando de que despierte.
Él hombre es mayor y corpulento, de unos cincuenta años más o menos, la chamarra así como su pantalón tiene algunas manchas de sangre. Le retiro su cinturón y lo saco de ahí con las pocas fuerzas que me quedan. « Joder, ¡ cómo pesa!».
- Señor... - le doy unas pequeñas palmadas en el rostro tratando de despertarlo.
Lo apoyo a una de las ruedas y salgo en busca de mi móvil para llamar por ayuda.
- ¡ Mierda! - el móvil esta hecho trizas-. ¡ Amalia! - vuelvo a llamar pero nadie responde.
Todo esta a oscuras y se me hace más difícil encontrarla. No pasa ni un maldito coche en esta desolada carretera. Lo único en lo que puedo pensar es que alguien note mi ausencia y salga en mi búsqueda, así y tal vez den con nosotros y me sirva de ayuda para buscarla.
Escucho unos quejidos que rompen el silencio de la noche. Al voltear me fijo que vienen del hombre del camión, lentamente voy hacia él. Se mueve con algo de dificultad. Trata de levantarse pero el dolor no lo deja. Seguro debe tener alguna costilla rota. «¡ Hay Amalia..., Amalia, vez a dónde nos llevaron tus locuras!».
- Se encuentra bien- pregunto, agachando me frente a él.
- Sí- responde tocándose un brazo-. Chico... No escuchabas el claxon. ¿ Oh es que pretendías matarte?
No respondo. No quiero dar detalles de lo sucedido. Estoy conciente de que este hombre nos puede demandar, pedir una indemnización por daños tanto a su camión, como a su vida, pero, no quiero que Amalia se vea envuelta en procesos legales, aunque se lo merezca, también reconozco que tengo parte de culpa en la toma de sus decisiones. Siempre a sido una mujer egoísta, que no le gusta perder y debe ser duro para ella ver cómo todo lo que teníamos acabó de un momento a otro. Aunque lo de nosotros se estaba apagado hacia tiempo, simplemente no tuvimos el valor de enfrentarlo, de reconocerlo. Tarde mucho tiempo en darme cuenta, y ahora veo que ella a sufrido más que yo. No a sido capaz de seguir con su vida, solo, no supo avanzar. Me llevo ambas manos a la cabeza y le pregunto por Amalia.
- La chica que venía conmigo... ¿No la a visto?
- No se de ninguna chica- responde entre quejidos-, perdí el conocimiento cuando impacte con el volante producto del accidente- responde el hombre tratando de ponerse en pie por segunda vez.
- ¡ Cuidado! - lo aguanto al ver como casi cae al suelo-. Tiene un móvil para poder pedir ayuda.
- Si. Dentro del camión, en la guantera- señala con su brazo.
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Mujer De fuego
RomantizmA veces la vida juega a nuestro favor, y otras en contra. O simplemente debemos aprender a jugar su juego. Un juego que nos puede hundir, o tal vez ayudarnos a salir a flote sin llegar ahogarnos. Roxana aprendió a jugar y no habló del basquetbol o d...