Intuición

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Camilo.

Tengo que tener mucho cuidado con Brayan, puede echar a perder mis planes. No sé a separado ni un segundo de Roxana, y la verdad ya me está tocando los cojones.
Mis manos sudaban cuando me enteré de su desmayo, tan solo imaginar que al despertar pudiera recordarlo todo era algo que no dejaba de dar vueltas en mi cabeza. Pero el destino una vez más esta a mi favor, y todo sigue justo como se quedó, en los planes de boda.

— Si vez que hermoso y delicado está el vestido— Roxana no despega sus manos de las mías.

— Y más aún en tu sensual cuerpo. No veo la hora que te tenga en mi cama. Despertar todos los días a tú lado, prepárate el desayuno como a ti te gusta, llevártelo a la cama y después hacerte el amor hasta saciar las ganas— le digo lo que en verdad siento, a pesar de todo la amo, por ella he hecho y seguiré haciendo locuras. Tenerla conmigo es lo único que me importa. Y que la vida me perdone pero ojalá y nunca recupere la memoria.

Nada me haría más feliz que ver al estúpido de Brayan hundido en el sufrimiento, que vea con sus propios ojos a la mujer que tanto ama ser feliz con otro hombre. Y él... Ni siquiera un recuerdo. Esa sería mi mejor venganza.

— Camilo, quieto, estamos en un hospital puede entrar cualquiera y escucharte— sus mejillas se ruborizan.

— Por decir la verdad y lo que siento. No me importa.

— Pronto cariño, ya falta poco para que nuestros sueños se cumplan.

— No hay nada en el mundo que desee más — me acerco a ella y beso sus labios —. Te amo.

— Te amo— responde.

Guardo sus palabras en mi mente. Como quisiera que fuera verdad y no solo una mala jugada de las circunstancias.

— Me marchó, tengo mucho trabajo acumulado.

Ella me hace un puchero pero rápidamente cambia el semblante y me tira un beso al aire.
Pasó por el lado de su tío, me odia tanto, pobre hombre. Tiene que aguantarme por más que eso le moleste.

Mi trayecto tiene otro destino. Hace semanas que no sé nada de esa dichosa mujer que arruinó mi vida y que trajo al mundo a ese niño, que por más que trato de querer se me hace imposible.
Dejó mi coche a unos metros de su casa. Me aseguro que nadie me siga y camino en su dirección.
Tocó el timbre de la puerta, y me sale la señora que contraté para que la ayudara en los quehaceres de la casa.
Bueno, también para mantenerla vigilada.

— Buenos días, señora Hurtado.

— Señor  del Monte, pase por favor.¿ Cómo se encuentra?— me pregunta amablemente, pues no es la primera vez que trabaja para mí.

— Muy bien, gracias.

— Dónde está la señora de esta casa — le pregunto mirando en todas direcciones. No puedo permitir que salga y alguien la reconozca y más cuando tengo sospechas de que alguien me sigue. A lo mejor solo son imaginaciones mías, pero es mejor precaver para no lamentar.

— En el jardín, con el pequeño Lucas.

— Gracias— respondo y sigo a su encuentro.

Está sentada en el jardín jugando con el chico. Se ven tan felices, él ríe con tanta energía que llega a ser contagiosa. Me quedo un rato mirándolo, mi corazón late a toda prisa por un instante. Es un niño hermoso, cabello oscuro, ojos color miel, tez blanca y una sonrisa que es capaz de robar el corazón de cualquier persona,  así este oscuro como el mío.  Cierro mis ojos y eliminó todo estos absurdo sentimientos.

— Lorena— la llamo por su nombre.

— Mira Lucas, papá llegó.

El pequeño viene corriendo a mi encuentro y me abraza los pies. En sus ojos ahí tanta inocencia. Le pasó la mano por el pelo y me alejo de él. No deseo crear vínculos, aunque me pese la vida entera. Yo no soy bueno para él.

Mujer De fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora