Capítulo 25

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Leo

¡Suéltame! —empujé a Henry para entrar a la casa de Mark.

Los cuerpos de mis tíos yacían en medio de la sala, muertos, porque una herida como la suya no tenía remedio.

Me acerqué con una pizca de ilusión, pero desapareció al comprobar que no tenían pulso.

Unos sollozos provenientes del piso de arriba llamaron mi atención. Subía de a dos las escaleras para llegar más rápido. Los alaridos salían desde la recámara de mi primo.

—No, no, no. No, por favor —me apresuré más.

A medida que llegaba, el llanto era más potente. Y quién estaba desolado no era mi primo, era una mujer.

Ingresé con un nudo en mi garganta al ver cuadros tirados y rotos. Caminé hasta adentrarme más en la habitación cuando ví que, al lado de la cama, junto la puerta ventana que te llevaba al balcón, estaba mi primo. Sin vida. La sangre brotaba de su cuerpo. Junto a él, una chica que, seguramente era ella. Tenía la cara enterrada en el cuello de Mark abrazándolo hasta donde podía.

Me agaché ignorando los gritos de la castaña. El estómago se me cerró y el nudo en mi garganta aumentaba acorde el llanto y la imagen. Las palabras dichas horas antes. Las risas que no volveríamos a compartir. Y la promesa que le hice e iba a cumplir.

Pese a que se negara y pataleara, la tomé en brazos sacándola de allí. Tuve que ignorar en el transcurso los cadáveres de mis tíos, de la mujer que ayudaba en los quehaceres de la casa. Pasar todo por alto para salvar a la castaña.

—¡Vamos, Matias! —escuché que mandaban desde el otro lado de la cocina.

¿Por qué siento que ya oí antes ese nombre?
No me detuve a pensar en dónde ni tampoco fui a comprobar de quién se trataba, solo seguí mi camino con la chica en brazos hasta el exterior.

Estuvo dándome golpes en el pecho repetidas veces, lloraba y maldecía. Y yo solo quería volver el tiempo atrás y haber pasado más momentos con él, aunque ni todo el tiempo del mundo podía ser suficiente.

La chica se desmayó y aproveché para sacarme el pasamontaña y llevarla a un hotel dónde me conocían desde pequeño, no tenía idea de nada y no sabía que otra cosa hacer.

—Estamos exhaustos—excusé al ver la cara que tenía el encargado cuando miró a la chica en mis brazos.

Sin replicar, me extendió la llave de la suite y la llevé hasta allí. Me volví a fijar que no tuviera un mísero rasguño y lloré. Lloré porque no iba a poder hacerlo luego, porque nadie estaría lo suficientemente fuerte para levantar la cabeza, iban a ser lamentos y culpas. Lloré ahora y lloré cuando dejé a la chica atrás, con la puerta entornada para que se vaya cuando quisiese.

Volví a la casa de mi primo. Me quedé junto a su cuerpo por lo que pareció una eternidad, y al levantar mi vista, ya era tarde.

—Te prometo—juré entre lágrimas —. Seré su sombra. Encontraré a los malditos que te hicieron esto y la protegeré con mi vida. Nada malo le pasará, no mientras yo esté con vida. Palabra de compa—sorbí mi nariz.

Perfecta para tus ojos ✅ [NUEVA VERSIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora