Capítulo 60

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Leo


Lo único que faltaba, eran poner los libros, pero ya estaba, ya casi estaba, en cuestión de semanas y se podría inaugurar.

—¿Conoces a los dueños?

Dueña.

—¿Es bonita?

—Es hermosa.

—¿Más que yo?

¡Maldita tu inseguridad!

—¿La verdad, Kiraz?

—Por favor—su voz seguía igual, pero sus ojos eran de súplica.

—Sí, definitivamente.

—¿Sabes que es una de las peores cosas que puedes decirme? De hecho —se separó y me fue inevitable no sonreír —, es lo peor que le puedes decir a una mujer.

Se dio la vuelta para irse pero la frené antes de que diera un paso más. La atraje hasta mi cuerpo y la besé pese a que no tuve el mismo resultado. Estaba hecha una fiera de verdad.

—Sí, definitivamente vas a conocerla y sacar así tus propias conclusiones. Te caerá bien, de verdad.

—La odio—protestó.

—Vaya—reí—¿Detecto celos?

—Pues sí—admitió sin problema —. Mucho, porque para que hables así de ella—frunció el ceño enojada.

—¿Te he dicho lo sexi que te ves así?

—¿Qué es lo chistoso? ¿Por qué sonríes?

—Porque no pensé que llegaríamos a esto. Pero tengo una muy buena forma para que se te quite ese enojo y esos celos absurdos.

—No son absurdos.

—Créeme—otro beso —, lo son.

—Suéltame.

—Sabes que no lo haré —musité llevando mi boca hacia su cuello. Movió su cabeza dándome completo acceso.

Comenzó a caminar hacia atrás, hasta que su espalda se chocó con un estante. Quité su blusa y su pollera.

—Así que mis sospechas de que no usabas sostén, eran ciertas.

—Estaba preparada—logró articular.

Se pegó más a mi cuerpo eliminando mis pantalones para luego deshacerse de mis boxers.

Bajé sus bragas hasta sus rodillas sin dejar de besarla y ella acabó por sacárselas de un rápido movimiento.

Volví a empujarla a aquella estantería que pronto estaría llena de libros, pero ella no tenía idea.

Se aferró a la parte de atrás de mi cuello impulsándome aún más a su boca. Mis manos estaban al costado de sus hombros, pero no tardé mucho en levantarla de la cintura y embestirla. Mi boca quedó directo en su esternón, así que, a medida que entraba y salía de ella con fuertes movimientos que provocaban gemidos de su parte, desplacé mi boca desde su esternón hasta sus pechos. Los recorrí, grabándome su forma, su tamaño. Hasta que sentí aquella reacción que me volvía loco. Dejándome cómo claro ejemplo, que lo estaba disfrutando, y yo disfrutaría más succionar aquellos pezones que me gritaban que fuera por ellos.

Perfecta para tus ojos ✅ [NUEVA VERSIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora