Capítulo 39

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Kerem

—¡Kiraz, abre la puerta! —golpeaba sin éxito.


—Aquí está la llave—me la extendió el dueño.

Cuando entramos, todo estaba en orden, pero no estaba tranquilo, en absoluto.

Ingresé lentamente, los llantos desolados de papá me congelaban a cada paso que daba, pero no había nada fuera de lo común. Nada hasta que mis pies pisaron el interior de la casa.

Había un charco de sangre, por un lado, y por el otro mi papá sosteniendo en brazos a....a ella. A mi mamá. A la mujer que amaba. Le lloraba de una forma que no creí jamás que alguien podía llorar.

—Mamá—susurró—. El amor de su vida—hablé por lo bajo dándole paso a las lágrimas—¿Dónde está Kiraz? —pregunté en un susurro mirando hacia todos lados.

Pero en la cocina había un cuchillo. Una pistola. Y tres personas. Mi papá, ella, y yo.

Sangre.

—Veré si no está en el patio.

Iré a buscarla—avisé como si él estuviera lo suficiente bien para escuchar a alguien más—. Iré por mi hermana.

—Carajo, Kiraz ¿dónde te metiste?

Voy al segundo pasillo mirando por debajo de la puerta cuando reconocí sus zapatillas blancas.

—Kiraz—golpeé dos veces—. Sé que estás aquí, voy a entrar, ¿sí?

No esperé respuesta y abrí gracias a otra llave que el dueño me había entregado.

—Ey—me acerqué a ella rápidamente tomándola en brazos.

—No me quiero mover—susurró sin abrir los ojos.

—Nos quedaremos aquí, entonces—contesté colocándome detrás de ella, dejando su cuerpo entre medio del mío y así apoyar su espalda en mi pecho.

Miraba su mano, tenía sangre ¿En qué momento se había cortado?

El pelado volvió a aparecer, y no sé qué imagen vio, pero un hombre de traje ingresó también. Lo reconocí, era el chófer de Leo Arat.

Carajo.

Deseaba que no dijera ni mu en el supuesto caso que me ubicara.

—Yo me encargo, gracias, Cameron.

Así que Cameron se llamaba el dueño del bar.

—Está claro que un padre enojado hace locuras, todavía no se te fue el golpe que te propinó Mirco.

—Cállate—mascullé.

No me reconoció. Ahora lamento que no lo haya hecho. Pero estaba ciego de la ira, no lo culpo.

—¿Por Kiraz? Está dormida.

—¿Qué quieres? ¿Acusarme?

—No, yo no soy así. Leo está preocupado por ella.
—Pues que le hable.

Perfecta para tus ojos ✅ [NUEVA VERSIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora