Capítulo 52

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Leo

Ya pasó una semana, Kiraz no respondía. Las cosas seguían igual, exceptuando a las inesperadas visitas que estuvieron conmigo. Se me pegaron, me corrijo, se le pegaron, como garrapata. ¿Y de quien estoy hablando? De nada más y nada menos que mis padres.

Una mañana, en lo que papá trabajaba, dije algo que llevaba tiempo queriendo responder.

—Vivimos en un mundo de mentiras—digo sin quitar la vista de Kiraz—. Las personas que creemos conocer, al final no terminan siendo lo que te hicieron creer. Jamás me he cruzado con Kiraz, ni una sola vez, de lo contrario, juro por mi vida que me acordaría.

—Lo sé—susurró ella.

—Dile esto—la miré—, tiene derecho a saberlo. Y toda la historia, mamá, no solo una parte. Cuando despierte acláralo. Es lo mínimo que se merece.

Luego de eso no dijimos más nada. Nos limitamos a observarla.

Los golpes en su cara iban disminuyendo, pero la hinchazón en la parte izquierda, aún estaba allí, sin mejoras, como ella. Sentía que, de una manera, me estaba diciendo que eso me pasaba por mentir, mi Karma. Un recordatorio de que no hice bien mi labor. La cagué.

Todo era muy raro, volver al trabajo y no ver a Cleo. Que Willy no vuelva a mi casa. Volvió con los Renner, pero hasta ellos mismos me comentaron que no estaba concentrado, estaba sumido en sus pensamientos. Ausente.

Angelique y Paul visitaban al menos dos veces al día, a Kiraz, y ya mantienen contacto con Alex.
Matias estaba...

—¿Aquí? —mascullé apretando tan fuerte la regla que acabé por partirle.

¡El hijo de puta tuvo el descaro de volver al trabajo!

Ambos nos ignoramos. Lo veía a través del ventanal de mi oficina. Sonreía maliciosamente. Y nadie de aquí tenía idea de quien había lastimado a Kiraz. Porque sí, la noticia se esparció como pólvora, aunque solo una parte.

Cuando la hora de trabajó acabó, el muy descarado tuvo los huevos de esperarme afuera. Ya no estábamos dentro del establecimiento, ya nada me detendría.

Pero no.

Por Kiraz.

Por Cleo.

Iba a controlarme, iba a esperar.

—¿Vas a golpearme?

—Debería matarte—contesté con desdén mientas seguía mi camino.

—¿Sabes que cuando te enojas se te marca una vena?
—No estoy enojado—abrí la puerta de mi coche.

<<Solo impasible. Por dentro es irá pura, amigo>>

—Claro, y yo me chupo el dedo—ironizó.

—¿De verdad? —puse un pie dentro del vehículo, a la vez que los vidrios de las ventanas se bajaban —. Eso no es normal, mejor hazte ver.

—¿No estás enojado? Es decir, violé a tu novia y aun así, estás tan...calmado.

«Imagínate, quiero matarte a golpes»

Perfecta para tus ojos ✅ [NUEVA VERSIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora