Parte 1.

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Había pasado toda la noche desvelada caminando por el departamento, elucubrando, sopesando alternativas, vislumbrando posibilidades. Se sentía agotada, cada músculo de su cuerpo le dolía y no sabía el por qué, pues llevaba todo el fin de semana en su casa como oso hibernando, rumiando sus penas.  Había vuelto a fumar después de no hacerlo durante siete años, hasta hace unos días había odiado el olor del cigarro y no dejaba que nadie fumara dentro de su departamento, pero dadas las circunstancias, había sentido la urgencia de ir por una cajetilla y había retomado el mal hábito, es como si buscara que cada calada mitigara su dolor. 

Dentro de las innumerables cosas que pasaban por su mente, recordó cómo el jueves en la mañana, después de pensarlo varias veces, había llamado a su mejor amiga y le había pedido que se vieran esa noche después del trabajo, a las ocho estuvo de acuerdo ella y se citaron en el habitual bar al que solían ir a pasar el rato y hablar.  Cuando el reloj marcó las ocho y media decidió llamarla, le extrañaba el retraso, la conocía bien y era puntual. La llamada se fue a buzón, volvió a marcar y finalmente ella le contestó en susurros, le dijo que estaba en el cine con el novio, porque había olvidado que tenían una cita.  No sintió enojo, pero sí una tristeza profunda, ni siquiera ella, con quien creía ser muy cercana podía darle su tiempo en esos momentos.

Era consciente de que no era una buena compañía para nadie últimamente, estaba deprimida, lo sabía, las circunstancias por las que había pasado la estaban hundiendo, pero la depresión es estigmatizada y a veces no se puede hablar sobre eso, por lo que se sintió en la obligación de ocultarlo, de mantenerlo en el anonimato y hacía esfuerzos gigantescos porque no se le notara.  Recordó cómo hacía como tres semanas, un viernes en la noche la pasó mal dentro de su departamento, caminando de un lado a otro, sintiéndose asfixiada, no podía quedarse quieta y tenía una angustia creciente en sus entrañas; como a las tres de la madrugada salió de su departamento afanosamente buscando aire, no le importó la hora ni pensó en los peligros urbanos, solo necesitaba salir. Caminó sin rumbo, siempre con un cigarro en la mano, hasta que descubrió que estaba el Lincoln Center y se dirigió al café Oasis a solo unos pasos de ahí. Allí permaneció bebiendo café, metida en sus pensamientos hasta que dieron las seis y media de la mañana, entonces compró un par de capuchinos para llevar, pidió un taxi desde su móvil y le pidió que la condujera hasta Prospect Park South. 

Esa es una zona residencial del barrio de Flatbush, la mayoría de las casas fueron construidas a principios del siglo XX dentro de la que se halla la mansión de estilo Renacimiento Colonial donde vivía Emily, su mejor amiga. Cuando llegó, en vez de llamar a la puerta, le marcó al móvil y ella con voz adormilada le respondió. Lauren le dijo que había llegado con el desayuno y una adormilada Emily la invitó a pasar obligándola a ir de nuevo a la cama, donde permanecieron hablando de trivialidades y de lo enamorada que se encontraba de su nuevo novio, a quien Lauren no quería, la verdad es que ella prefería a Ralph, el anterior novio, con el que había durado cinco años y a quien mandó a volar cuando conoció a este.  Quizá por el cariño y respeto que le tenía a Ralph era que no terminaba por simpatizar con Max.  A media mañana, cuando Lauren buscaba un hueco dentro del largo monólogo de Emily para contarle lo que estaba pasando, fueron interrumpidas por Max y algunos de sus amigos, quienes habían llegado en plan festivo, ella permaneció un rato más, aguantando estoicamente la presencia indeseada de ellos para no desairar a su amiga, quien últimamente le había recriminado por su actitud amargada. Tan pronto pudo, huyó, nuevamente con todas las emociones retenidas en su pecho, sufriendo sus dramas en silencio.  Le costaba hablar de lo que estaba viviendo porque cuando intentó hacerlo con uno de sus amigos del colectivo de fotografía, de alguna manera le hizo sentir que no era posible que no valorara lo que tenía, un buen trabajo, buena vivienda, buena salud, buena posición económica.   


Esa madrugada siguiendo sus impulsos, había tomado la decisión de no regresar a su trabajo, por lo que después de servirse una nueva taza de café, tomó valor y llamó al director general y socio, le dijo que no iba a ir al despacho esa mañana, pero que se encontraran para comer.  Llegada la hora acordada, le dio algunas excusas y le informó que tenía que irse del país un par de meses, por lo que le pedía que se quedara solo a cargo del despacho.  Por supuesto no se lo tomó bien, pero ella fue convincente con sus argumentos y el hombre no tuvo más remedio que resignarse y ceder ante la petición de ella. _Que sepas que acepto que te vayas sin más, por el respeto que guardo a la memoria de tu padre, Lauren. -Le dijo en tono duro. -Esta empresa es lo que es, gracias a él y en su nombre me voy a encargar de mantenerla a la vanguardia, aunque no pueda contar contigo.

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