Parte 18.- Ben Hope (de Slytherin) - Descenso

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El túnel de transporte que recorre toda la nave es inmenso.

Se puede tener vista a todas las áreas. Vitral tras vitral, veo cómo varios hombres uniformados trabajan con esos monitores gigantes sin dejar de teclear. Vitral tras vitral, veo cómo los droides más pequeños terminan de configurar a los mortales androides Dark Toopers.

Y finalmente la plataforma levitatoria se detiene. Las luces moradas de una puerta frente a mí se encienden para dejarme pasar a la tan mencionada sala del trono.

Dos hombres con capuchas y capas rojas que les llegan hasta los pies, aguardan con lanza en mano a cualquier intruso que pudiese colarse. No dirigen la mirada. No hablan. Pareciera que si tuviesen que matar a alguien no mostrarían el más mínimo signo de piedad.

Solo hacen un desplante para desplazarse hacia los lados y dejarme pasar. Y tras yo dar mis primeros pasos dentro de la sala, estos hombres golpean tres veces el suelo con sus lanzas, haciendo que la puerta a mis espaldas se cierre.

Esta sala...

Es inmensa. Es como una especie cuarto iluminado con una tenue luz azul marino, que no tiene piso alguno. Estoy pisando algo parecido a un pequeño puente que me lleva hasta el centro del lugar. Un paso en falso y cualquier inepto caería a ese profundo y oscuro vacío cuyo fondo no alcanzo a ver.

¡CLANK! ¡CLANK! ¡CLANK!

Por poco no lo noto. En cuatro extrañas plataformas que flotan sobre el vacío, están esas cosas: cuatro infectados Blackwing.

Ellos retraen sus encías para mostrarme los dientes. Estos... muertos vivientes me miran con esos furiosos ojos rojos; de no ser porque están encadenados de las manos y los pies descalzos confinados mediante ataduras a sus plataformas levitatorias, ya se habrían lanzado a arrancarme la carne de encima.

Este hombre... Darth Sidious... tiene sometidos como mascotas en la sala de su trono, a cuatro de los zombis que tanto aterrorizan mi planeta.

Y entonces ocurre...

Un brillo violeta se enciende por todas las paredes de la sala de trono. Las luces descienden en forma de un complejo crucigrama hasta iluminar perfectamente el lugar. Parece... una esfera gigante.

Engranajes en el techo comienzan a escucharse.

Una plataforma flotante adicional comienza a descender.

Y con cada centímetro que este mecanismo se acerca al centro del cuarto, siento una presencia en extremo temible.

Una energía que me eriza la piel.

Un poder que enfría mis huesos.

Los cuatro zombis a mi alrededor parecen sentirlo también. Se están volviendo locos.

Un segundo.

El objeto desciende, y el primero de ellos comienza a revolcarse en el suelo.

Tres segundos.

El objeto desciende, y el segundo se lleva las manos a la cabeza, desgarrando su carne putrefacta con las uñas ennegrecidas.

Siete segundos.

El objeto desciende, y el tercero comienza a arrancarse los dientes uno por uno.

Diez segundos.

Finalmente desciende, para que el cuarto zombi lance un tremendo, anunciando a su temible magnificencia.

Sentado en el trono negro de esta plataforma que acaba de postrarse frente a mí, él está levantando sus brazos, señalando al cielo con sus dedos. Su piel grisácea contrasta perfecto con su túnica negra de franjas rojas, que lo hace parecer un verdadero apóstol de la maldad.

Y finalmente él abre sus ojos, mirándome nuevamente con ese horripilante iris color rojo.

--Majestad –digo inclinándome ante él.

--Hola Ben –me responde sonriéndome con sus amarillentos dientes--. ¿Estás listo para comenzar?

Y no solo por lealtad, sino por el gran temor que inunda cada célula de mi cuerpo, le respondo:

--Sí. Maestro.

Heartstopper  ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora