Parte 11.- Ben Hope (de Slytherin) - Relámpagos verdes

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Esta mañana no ha habido aviones bombardeando el Destructor Estelar. Así que es una mañana para dormir bien. Bueno... la sería, pero...

--¡Ben! ¡Ben! ¡Abre maldito cerdo!

El pijama que recién me habían "comprado" me hacía sentir calientito igual que mis cobijas. No quería levantarme. Pero la voz de ese idiota que alguna vez llamé maestro no deja de irritarme.

--¡Sé que estás ahí imbécil! ¡Despierta! ¡Llevas ya durmiendo como trece horas!

Me pongo mis pantuflas en forma de oso. Y me recargo casi durmiéndome para presionar el botón que abriría mi puerta.

El metal se desliza y me deja verlo a él. Está rojo de la furia porque, por primera vez, me atreví a hacerlo esperar.

--¿Qué quieres Andrew?

--¡Trátame con respeto idiota! ¡Soy tu maestro de magia! –me grita casi escupiéndome en la cara mientras yo sigo bostezando--. ¡Mírate! ¡Eres un desastre! ¿Hace cuánto que no te cortas el cabello? ¿Y qué es esa ridiculez que traes puesta? ¿Dónde está tu uniforme de Slytherin?

Bajo la mirada para verme. En efecto. Es más que lógico que a Andrew Allen, las figuritas con forma de leones bebé en mi pijama azul cielo, le parecerían ridículas.

--Está linda ¿no? El Emperador Palpatine ordenó a sus guardias que me consiguieran ropa cómoda y un mejor colchón para que pueda dormir mejor. Y... no me quejo la verdad. Hace mucho que no podía dormir más de cinco horas.

--¡Deja de decir estupideces, Hope! ¡Palpatine acaba de borrar otra ciudad del mapa! ¡Moscú es la siguiente en la mira, después Nueva York! ¡No sabemos cuánto tiempo le quede a Hogwarts o al MACUSA!

Por alguna razón sus gritos ya no me asustan. Era un maestro para mí. Andrew Allen era un auror muy talentoso.

Cuando escapé con él, creí que podía aprender mucho más. Pero no hacía más que golpearme cuando fallaba.

Ese día en el cementerio estuvo a punto de asfixiarme. Creo que ahora estaría muerto si no fuera porque el Emperador lo detuvo usando el poco poder que tenía en el mundo de los muertos.

Después de conocer a Darth Sidious, ahora comprendo muchas cosas. Andrew ya no me parece un maestro rígido y temible. Es solo un idiota que grita cuando algo no sale como espera. Nada más que un imbécil berrinchudo.

--¿Es todo lo que tenías que decirme? –digo tras otro bostezo--. Apúrate porfa. Quiero seguir durmiendo.

--¡Ben...! ¡Esto no era lo que queríamos! ¡Mató a todos los aurores! ¡El mundo está siendo destruido y gobernado por el Emperador!

Sé a dónde quiere llegar. Me doy cuenta de que tiene miedo. Lo supe desde el primer momento.

--Supongo que me lo cuentas porque tengo cara de que me importe.

--¡Te dije que me hables con respeto! –dice sacando su varita mágica, dispuesto a apuntarme con ella.

Una pequeña luz roja aparece en el vértice.

Y una chispa ígnea la acompaña.

Andrew Allen quiere herirme otra vez.

Quiere quemarme.

--¡Ahora aprenderás imbécil! –dice con furia

Y antes de que la varita termine de apuntar, yo levanto la mano.

Su brazo deja de moverse junto con su arma mágica.

El fuego se apaga.

Su rostro cambia de enojo a temor.

Lucha para liberarse de este freno, el cual no tiene idea de dónde viene.

Pero no puede.

¡El maldito no puede! ¡No puede!

Y yo no puedo evitar reír, mientras mis ojos se ponen húmedos.

No puedo evitar reír mientras me quiebro por dentro.

--Hope... --tiembla su voz.

Mi mano sigue firme. Con mi palma extendida.

Este poder... el poder que Palpatine me enseñó a usar... es genial.

Me siento...

--¿Qué pasa Andrew? –le respondo casi carcajeándome--. ¿Te dio miedito? ¡Vamos! ¿Querías iniciar una batalla? ¡No te angusties! ¡Ya no necesito mi varita para partirte la cara!

Uso mi mano libre para apuntarle con los dedos.

Y dejo salir todo.

Mi rabia hacia él es liberada a través de las yemas de mis dedos.

En esos relámpagos.

El color verde de los rayos baña todo su cuerpo, mientras él solo se retuerce en el suelo.

Pero duele. Arde.

--¡Quietos! ¡Quietos! ¡Quietos! –nos interrumpe el almirante Tarkwon corriendo desde el otro lado del pasillo.

Trato de aparentar que no me duele. Escondo mi mano para evitar que Andrew vea las quemaduras en mi piel.

Esos relámpagos me hacen daño. Pero dejarlos salir... me hace sentir mejor.

--¿Qué rayos pasa aquí?

--Nada almirante. Era solo una... pequeña discusión entre alumno y adulto berrinchudo.

Tarkwon se hace de lado para ver lo que está detrás de mis hombros. Al hombre en el piso le salen pequeñas siluetas de vapor mientras su respiración es agitada.

--No importa –dice él volviendo a verme a mí--. El Emperador solicita tu presencia en la Eclipse II. Quiere que asistas a su próxima audiencia con el presidente de la Federación Rusa y el presidente de Estados Unidos en Manhattan.

El sueño se me quita inmediatamente. Mis pupilas se dilatan.

--¿A mí? ¿Por qué me querría a mí?

--No dio más detalles. Solo me pidió que prepare un convoy y una escolta para llevarte allá. Y... --dice entregándome un paquete que yo no había notado en sus manos--. Te envía este regalo. Dice que debes lucir elegante.

La caja de cartón está envuelta en un papel verde con dibujitos de muchas serpientes caricaturizadas que sonríen. El moño dorado es muy lindo.

Esto... ¿Cuándo fue la última vez que alguien me dio un regalo envuelto en un moño?

--Ahí estaré almirante. Me cambiaré en unos minutos.

Miento.

Claro que lo recuerdo.

Fue Charlie Spring.

Heartstopper  ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora