Prólogo. - Ben Hope (de Slytherin) - Crucifijo

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Las sirenas emitidas por el Destructor Estelar no me dejan volver a conciliar el sueño. Los pilotos marchan a paso rápido para abordar sus cazas TIE y combatir a los bombarderos que nos atacan.

Cubrirme con la almohada y darme la vuelta varias veces en esta incómoda colchoneta para los stormtroopers me hace extrañar un poco mi dormitorio de Slytherin.

Las explosiones me despertaron otra vez. Es la quinta noche en esta semana. Y la doceava vez en este mes.

Si existía un dios, entonces éste ya había abandonado por completo a los muggles. Y no había nada mejor para dibujar una sonrisa en mi rostro.

Cada vez que oigo los motores de los desesperados aviones de Estados Unidos intentando bombardear los escudos de las naves del Emperador Palpatine, cada vez que el almirante Tarkwon da la orden de borrar del mapa una ciudad muggle, levanto la manga de mi uniforme para descubrir mi brazo.

"¡Oye maldita bruja! Mamá te envía de comer"

Y entonces recuerdo las voces de mis hermanos antes de lanzarme los trozos de comida podrida o pan duro a esa helada habitación en los días de invierno.

Recuerdo cómo mi madre se paraba detrás de la puerta de mi cuarto, pateaba mis peluches, y con un crucifijo, comenzaba a rezar, mientras suplicaba a ese dios, que eliminara al demonio que vivía en mí.

Y tras completar ese ritual, tras revivir cada noche ese recuerdo, tras ver las cicatrices de los cables de luz, entonces comienzo a reír.

Sí.

Río a carcajadas.

Río mientras el pecho comienza a dolerme y las lágrimas vuelven a escurrir.

Río por placer.

Por saber que el dios en el que los muggles creen, el dios por el que varios niños admitidos a Hogwarts fuimos marginados, ahora los ha abandonado.

Río por saber que el infierno es real.

Río por saber que fui yo quien lo trajo a este narcicista planeta.

Río por saber que toda esa gente que miró a la comunidad mágica con odio, ahora experimenta el ardor de las llamas y ahora pide clemencia a las gigantescas naves en el cielo. Y, sobre todo, río porque mi madre, entre todas sus ridículas creencias, tenía razón: soy... un maldito demonio.

Heartstopper  ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora