CAPÍTULO III: ESPERADA LLAMADA

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- ¡No, por favor, ten piedad! ¡No-

La cabeza cayó al suelo con un sordo y acuoso sonido sangriento. El cuerpo quedó prensado de la garra y la agitó con aburrimiento, meditó las opciones y abriendo la boca devoró el cuerpo. El crujir de los huesos, la sangre que emanaba en cada presión de su mandíbula y el sabor de la carne produjo un alivio y excitación reprimidos desde que tuvo consciencia del entorno. Al terminar de devorar su alimento, siguió caminando, buscando algo más interesante en esa cabaña, ropa y algo de licor pero nada útil. La destransformación era dolorosa, ligeramente más que la conversión, contuvo los gritos y una vez regresó a su forma humana, Tyler se hizo con la ropa del occiso y tomando en una caja más artículos de aseo, tomó la ducha que necesitaba. Al terminar procedió a curar las nuevas heridas producto de su padre.

- ¡Hijo de perra! -estalló en cólera y con el puño golpeó el vidrio.

Odiaba a su padre, ese cretino cabrón. Siempre menospreciándolo, humillándolo, rezagándolo. Dejado de lado, como una mierda sin valor, pero ya había conseguido su cometido, Laurel tuvo razón: era mejor asesinarlo. Aunque todo salió contraproducente al final, Tyler le advirtió que el plan saldría mal si no asesinaban a esa estúpida mocosa lobo, pero Laurel insistió en que no era peligrosa al no poder transformarse. Pues ahora estaba muerta Laurel, él prófugo y sin a dónde ir. Todos sabrían lo que era y lo que hizo, tenía dos opciones: entregarse y ser condenado ya a muerte o huir hasta ser arrinconado y entonces llevarse a cuántos más pudiera.

De mal a peor estaba su maldita suerte. Y ahora había otro problema y era el Hyde. Sin correa le causaba problemas tras problemas. Era la quinta vez en la semana que salía sin permiso y dejaba rastros de sangre muy delatores, tenía la impresión de que mientras más perdiera el control, estaba respirándole la muerte en la nuca. Se terminó de suturar solo y guardó las cosas en una mochila improvisada, sacó un tinte y procedió a colorearse de negro el cabello, de un estuche sacó lentillas de color azul y con una mueca se armó de valor y encendió un cigarro y lo apagó en la cara y manos. Una persona así era simplemente aislada y la gente la ignoraba a propósito, mientras Tyler siguiera caminando y no interactuara mucho, la gente lo olvidaría.

Terminó su caracterización y decidió alejarse lo más rápido posible de allí, así no levantaría sospecha si aparecía en el pueblo próximo y se descubriera el cuerpo. Caminó los veinte kilómetros de distancia, comía carne seca y sacaba el termo de agua cuando de verdad no soportaba el ardor de la sed. Tardó toda la noche en llegar al pueblo, oscuro y silencioso, abandonado de algún milagro y supo que detenerse allí levantaría sospecha, forzó una puerta y sin ruido tomó dinero que alguien dejó en la mesa junto a los recibos, más comida enlatada y llenó los termos.

Siguió su camino por días y dormía cuando el sol estaba marcando medio día, siempre arriba de un árbol o escondido en montones de hojas secas. Por las noches se desnudaba y transformaba, cargaba sus cosas y avanzaba lo más que podía, así hizo hasta llegar a un pequeño pueblo a las afueras de Texas donde alquiló una habitación por una semana en un motel de mala monta. La dueña, desdentada y obesa, le advirtió que nada de ruido, mujerzuelas y que terminado el tiempo, sino pagaba por ampliación de plazo, se debía largar antes de las 7 am. Tyler aceptó sin hablar y durmió por tres días seguidos sin despertarse para nada, hasta que el ruido de música a su lado lo despertó como si fuera un resorte potente, el susto lo puso alerta y al ver un teléfono a su lado se aterró más. La pantalla brillaba demasiado e insistente.

"Número desconocido"

Miró a todos lados y se levantó a verificar la puerta y está cedió ante la acción de abrir. Tyler salió y dio una ojeada a todos lados pero la noche y su frío fue lo único que encontró. Cerró la puerta y el celular volvió a sonar, indeciso contestó. Contra el impulso de romper el celular, tomar sus cosas y marcharse.

LUNA ROJA: INHERENTE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora