LUNA ROJA: INHERENTE AMOR

CAPÍTULO LIII: EL ENEMIGO QUE UNA VEZ FUE AMIGO

Las enormes bestias estaban peleando con tanta fiereza y poder que la tierra se sacudía. Gi se había marchado y nadie sabía a donde, Thor apenas podía contener a aquellas aberraciones creadas por Víctor y mejoradas por Gideon y Johan, no importaba cuando las hiriera estas volvían a sanar y si las decapitaba creaban otros cuerpos. Ya le habían advertido de esas espantosas creaturas y que debía irse con cuidado puesto que eran de gran peligro, así que con rapidez encontraron que la única forma de eliminarlas era una cantidad bestial de fuego, la cual solo conseguirían abriendo pequeños portales y quemarlos cerca de alguna estrella solar. Pero era difícil mantener esos portales estables y después cerrarlos antes de que los rayos y vientos solares hicieran de las suyas.

-¡Será mejor usar algo menos peligroso! -gritó Raiden clavándole una daga en el cerebro a una creatura y esta se desplomo de inmediato. -¿Acido?

-Venga, ¿de dónde sacamos algo así? ¡No tenemos tiempo!

-Se saldrá de control y podríamos jodernos al planeta, ¿eso quieres?

Thor se pasó la mano por el cabello y a tiempo detuvo a uno para estrellarle la cabeza contra el suelo con potencia rompiéndole el cráneo y el cuello. Chasqueo la lengua pensando en algo y saco de su cinto lo que parecía una pequeña canica y se la arrojo a una de esas cosas deformes y de inmediato desapareció mientras la canica dejaba un destello lacrado. Raiden comprendió aquello y lo imito, todos tenían pequeñas prisiones portátiles, como les decían rústicamente. Ya estaban pasando la idea cuando un potente bramido los hizo encogerse en su sitio, con apenas unos momentos para reaccionar, esquivaron parte de la enorme cola de Leviatán que derribo árboles y acabo con muchas vidas.

-Un monstruo tan débil como tú no es nada contra mí, Leviatán. -dijo Behemot expulsando aire por las fosas nasales. -¡NADIE PUEDE DETENERME!

El enorme monstro de veinte metros de largo y diez de altura, aunque su cuerpo se veía pesado y lento, la verdad era que su velocidad y brutalidad le hizo pasar a Leviatán una terrible factura de huesos rotos y quedar tirado e inconsciente. Behemot lanzo un poderoso grito de victoria, se aproximó a su contrincante y con sus tres cuernos procedió a empalarlo, cuando se aseguró que estaba bien asegurado lo alzo sin problemas y lo sacudió con furia, los cuernos comenzaron a desgarrar la carne, órganos y vasos sanguíneos. La sangre negra de Leviatán salpico la tierra, al propio Behemot lo baño con rencor y los que estaban cerca experimentaron una oleada de repulsión por ambos seres.

Ya estaba Behemot por azotar a Leviatán contra el suelo para pisotearlo cuando un fuerte dolor en su articulación de la rodilla derecha superior lo hizo tambalearse, intentando alejar lo que estuviera lastimándolo, sacudió su enorme pata a diestra y siniestra, rogando para que se detuviera aquel suplicio. Retrocedió torpemente hasta que la rodilla inferior izquierda lanzo un destello agudo de dolor, el susto de aquello lo hizo caer torpemente. Su enorme ojo parpadeo intentando determinar que pasaba cuando una sombra que flotaba sobre él le dedico una risa divertida.

-Ha pasado mucho tiempo, ¿no es así, pequeña mascota? -dijo Thot con diversión. -Ahora sirves a una maldita mocosa inútil, ¿sabías que la asesinaron recientemente?

-¡ERES TÚ, ASQUEROSO HIJO DE PUTA!

Behemot cambio su forma a la de un humanoide deforme y comenzó a atacar a Thot con tanta rabia que olvido su misión de asesinar a Leviatán. Pronto la bestia marina tomo una forma humana y para sorpresa de todos, era una atractiva mujer. Enid llego con ella, intento curar sus heridas y lo consiguió después de un poco más de seis intentos. Aunque consiguió detener las hemorragias, las heridas eran tan profundas que la magia solo pudo atender lo esencial. Con vendas untadas de un apestoso ungüento fue que el alivio llego a Leviatán, que se incorporó con ayuda de Enid y Johan.