3. Aniversario

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•JK•

Por cada paso que doy, el arrepentimiento me consume un poco más. Solo puedo pensar en que debo volver y preguntar por su número. Pido un café todos los días en ese lugar, ¿cómo es posible que sea la primera vez que lo vea?

¿Y si mañana ya no está?

Quiero volver, necesito volver…

No, Taehyung está esperando. No puedo cancelar nuestra celebración por un chico que acabo de conocer.

Aunque ese chico tenga los ojos más bonitos que haya visto en mi vida y una sonrisa que…

¡No! ¡Taehyung está esperándote, Jungkook!

Subo a mi auto y manejo hasta el lugar que algún día supo ser mi casa.

Hace unos años decidimos dejar de vivir juntos porque nos sentíamos sofocados, despertar y tener que ver nuestras caras todos los días era un poco agobiante. Discutir por los quehaceres de la casa también nos estresaba. Terminábamos peleando por pequeñeces, así que, antes de tomar una decisión precipitada, decidimos que Taehyung se quedaría con el apartamento y yo buscaría otro lugar para vivir.

Dejo el auto en el estacionamiento y, como siempre tuve llave, abro las puertas del edificio directamente.

Antes de entrar en el apartamento, decido golpear la puerta. Quiero que me reciba de otra manera.

Pero me llevo una sorpresa, porque el Taehyung que me abre la puerta no es para nada parecido al Taehyung de la foto.

Mientras que Taehyung Foto estaba envuelto en sábanas blancas, despeinado y con una marca en el cuello, Taehyung Puerta está vestido con un jardinero, con el pelo lleno de pintura y sin ninguna marca indecente.

Creo que soy bastante evidente al demostrar que no es lo que esperaba, porque el chico pintura explota en una carcajada.

—Esperabas otra cosa, ¿uh? —Sonríe—. Pasa, estoy trabajando.

Deja la puerta abierta y entro al apartamento.

La casa es espaciosa, está llena de dibujos en las paredes y tiene lienzos desparramados por todo el lugar. Posee una repisa específica para colocar las pinturas, pero prefiere dejarlas en cualquier parte menos donde corresponde. Puedo asegurar que si voy al baño, puedo encontrar pinturas allí también.

Recuerdo que, cuando aún vivía allí, confundí un acrílico con la pasta de dientes. No es una experiencia agradable… Y mucho menos cuando no te das cuenta en el momento.

—Imagino que has traído lo que pedí —dice, mientras se sienta en el piso frente a un lienzo lleno colores verdes.

—Claro. —Trato de hacer espacio en la mesa para dejar allí su porción de pastel—. Oye, la foto que enviaste más temprano…

Estalla de nuevo en risas y lo miro con una ceja levantada.

—Es una foto de la semana pasada —explica, mientras sigue trabajando en el lienzo—. Se la envié a una chica después de vernos. Ya no recuerdo su nombre.

Niego con incredulidad.

—¿Entonces para qué me la enviaste? —replico con tono divertido—. Por tu culpa pasé vergüenza en la cafetería.

Él se da la vuelta y me dedica una sonrisa brillante. Luego coloca una mano en su frente, como si de un soldado se tratase.

—Misión completada con éxito, entonces —dice con voz orgullosa.

Río. Me hizo avergonzarme enfrente de…

—Hay un chico nuevo trabajando en la cafetería —le cuento porque ¿por qué no?—. No lo había visto antes.

—¿Sí? ¿Y cómo es?

Hermoso.

—Está bien, es amable.

No voy a contarle que estoy interesado, tal vez lo haga mañana.

Camino hasta colocarme detrás de él y miro su trabajo.

Es un… ¿Pavo real? ¿Árbol? ¿Iguana?

—Paz —dice de repente—. Es la paz.

—¿Ah? Digo, wow, sí. La has capturado perfectamente, corazón. —Me agacho y dejo un beso en su cabello, pero al hacerlo me ensucio el rostro con pintura—. Ugh, ahora vuelvo. Voy a lavarme.

Camino hasta el baño, esquivando lienzos y tablones de madera. Cuando entro, lo primero que encuentro es un corpiño colgado donde debería estar la toalla. Estallo en risas y lo agarro. Vuelvo a la sala y se lo enseño.

—Nada mal, ¿no? —digo, mientras finjo usarlo.

Me mira y niega con gracia.

—Deja eso y ve a lavarte la cara, ¿quieres? —Ríe—. Parece que ya puedes ser el árbol en los actos de tu trabajo.

Le sonrío y vuelvo al baño. Dejo la ropa interior donde la encontré y me lavo la cara. No voy a secarme con un corpiño, así que busco una toalla en los cajones.

Lo primero que encuentro son muchas cajas de preservativos, dos de ellas ya abiertas. Decido agarrar una y guardarla en el bolsillo de mi pantalón. La semana pasada había usado el último que me quedaba y no tengo tiempo para pasar por la farmacia, la cafetería tiene prioridad por ahora.

Vuelvo a la sala.

—Adivino, tomaste una de las cajas. —Se da la vuelta y me mira entrecerrando los ojos.

—¿Qué? Claro que no —miento.

—Está bien, considéralo como mi regalo de aniversario —dice, con una sonrisa.

Me acerco hasta él y palmeo su hombro.

—Eres el mejor novio, ¿lo sabes?

—Claro que lo sé. Ahora, pásame el pastel y hazme el favor de quedarte en silencio, que el mejor novio del mundo está trabajando en la paz.

A reason to stay ☕ | hv - kmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora