23. Tus manos

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•JK•

El sonido que hacen las campanitas de la cafetería al abrir la puerta se ha vuelto mi favorito.

Hago los mismos pasos que realizo todos los días para conseguir un café, pero esta vez vengo a buscar algo distinto.

—Un Jiminie, para llevar —le digo al hermoso chico que me mira desde el mostrador.

—Claro que sí —responde—. En total sería una cita y un abrazo, por favor —dice, mientras finge escribir en la computadora—. Su pedido ya está siendo preparado, retire en la fila a su izquierda. Muchas gracias.

Jimin sale del mostrador y se ubica en la fila en la que se retiran los pedidos. Me observa con una sonrisa brillante y las mejillas sonrojadas. Baja la vista avergonzado y siento que mi pecho se aprieta.

Está precioso.

Su cabello oscuro está peinado hacia adelante y se nota que se ha hecho algunas ondulaciones. Su ropa es sencilla, un suéter blanco con detalles celestes y pantalones grises. Pero lo que más llama mi atención es su sonrisa, es brillante y cegadora, y saber que yo soy la causa mueve cada fibra de mi cuerpo.

No lo hago esperar y me acerco hacia él. Lo primero que hago es pagar con lo que me dijo en la caja, un abrazo. Rodeo su cintura con mis brazos y él pasa los suyos por mis hombros. Debido a su altura, hace que tenga que ponerse de puntas de pie y eso es tan malditamente tierno que hace que lo aferre a mi cuerpo con más fuerza. Puedo sentir su perfume, una mezcla entre dulce y cítrico, que me hace mover inconscientemente la cabeza hasta depositarla en su cuello.

No logro comprender cómo es que esta es la primera vez que lo abrazo, que lo huelo, que lo toco.

Él se separa de mí, pero mis manos siguen en su cintura. Mira mis ojos con atención y aunque no entienda qué es lo que busca, lo encuentra, porque me vuelve a sonreír.

—Preparé algo para llevar —dice, mientras sus manos viajan desde mi cuello hasta mi pecho—. Son algunas cosas de aquí, aunque no sé muy bien qué es lo que te gusta.

—Está bien —contesto y acaricio su piel por encima de la ropa—. Cualquier cosa que hayas escogido está bien para mí.

Jimin asiente y se aleja hasta una mesa cercana. Agarra una mochila y vuelve a colocarse a mi lado.

—Está todo dentro, ya podemos irnos —avisa y comenzamos a caminar.

Quiero que todo salga perfecto. En serio estoy controlándome para que no se me noten los nervios y la respiración acelerada. Ya he confundido demasiado a Jimin por culpa de no saber controlar mi nerviosismo, así que tengo que tranquilizarme y pensar que debo hacer lo mejor para que tenga la mejor cita de su vida.

Caminamos hasta mi auto y abro la puerta del acompañante. Le hago una seña para que suba. Jimin me mira alzando una ceja.

—Suba al auto, por favor —pido cordialmente mientras le sonrío—. Su chofer lo llevará a su lugar de destino.

—Todo un caballero, muchas gracias —dice mientras ríe y hace lo que pido.

Luego subo yo mismo al auto, nos ponemos el cinturón y giro la llave. Antes de arrancar, lo miro y pregunto:

—¿Seguro de que estás bien con el parque? Podemos ir al lugar que tú quieras, Jimin.

—Muy seguro —responde y luego levanta su mochila—. Ya tengo todo preparado aquí.

Jimin es un chico sencillo. Él mismo decidió el lugar de nuestra cita, y aunque podría haber elegido lugares lujosos o extravagantes como un restaurante, eligió el parque. Dijo que le gusta mucho la naturaleza y el cantar de los pájaros, el aire puro y el olor de las flores.

Le sonrío una vez más y finalmente comenzamos a ir hacia nuestro destino. Enciendo la radio y, para mi mala suerte, quien suena de fondo es Seokjin. No quiero pensar en él, aún sigo molesto de que no me haya enviado ni siquiera un mensaje acerca de su llegada al país. Atino a cambiar de estación, pero antes de que pueda hacerlo Jimin toma mi mano.

—Adoro esa canción, déjala —pide con voz suave.

Asiento y dejo que la canción siga.

No sé si sentirme feliz porque Jimin tomó mi mano y aún no la ha soltado, o mal porque la voz de Seokjin me recuerda que estamos respirando el mismo aire y no ha sido capaz de decírmelo.

—Disculpa —dice Jimin en voz baja y suelta mi mano—. No quise incomodarte.

Comprendo inmediatamente lo que pasó. El solo pensar en Seokjin hizo que mi expresión cambiara y Jimin interpretó que mi ceño fruncido y gesto molesto eran señal de incomodidad ante su agarre.

Vuelvo a tomar su mano rápidamente y entrelazo nuestros dedos. Ya no más pensar en Seokjin, no dejaré que algo así arruine mi cita.

—No tienes que disculparte —digo y le dedico una sonrisa—. Me gusta que agarres mi mano.

Vuelvo mi vista al frente y puedo sentir que acaricia delicadamente mi mano con su dedo pulgar.

Cuando llegamos, encuentro estacionamiento rápidamente. Hago las maniobras y detengo el auto.

Volteo para observar a Jimin, pero él me está mirando con una mezcla de asombro y sorpresa.

—Estacionaste con una sola mano... —advierte y sus mejillas se tiñen de color rosado.

Frunzo el ceño y le sonrío sin entender. Jimin no se explica, solo agarra su mochila y baja del auto rápidamente.

¿Okey...?

Me estiro hacia los asientos de atrás y agarro el pequeño bolso que traje. Me apeo del auto y extiendo mi mano nuevamente hacia Jimin.

Si nos tomamos las manos en el auto, no veo por qué no hacerlo aquí también.

—¿Vamos? —pregunto.

Él mira mi mano con sorpresa y, aunque duda, termina por entrelazar sus dedos con los míos.

—Vamos.

A reason to stay ☕ | hv - kmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora