12. Llamada

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•JK•

Estúpido Taehyung.

¿Es que acaso ya no le interesa mi vida amorosa? ¿Desde cuándo?

Miro su almohadón en el asiento del copiloto y recuerdo que no fui a lavarlo. Pero ya no importa. No lo lavaré, ahora es mío.

Mírenlo, se quedó sin caja de preservativos, sin almohadón y sin mi historia —que, por cierto, debe ser mucho más interesante que cualquier cosa que esté haciendo en este momento—. Estoy seguro que debe estar rodeado de pintura, haciendo arte sin forma y fingiendo ser interesante.

Ojalá esté haciendo un autorretrato, así le propongo que lo llame Estupidez.

No importa, está bien. Si él no quiere saber de mi vida, está perfecto. No hay problema. No. Ninguno.

Agh, ¿ahora a quién le cuento que el chico más atractivo que he conocido en mi vida me dio su número?

No tengo demasiados amigos, debería socializar más...

Nah. Eso no va a pasar.

No es un horario en el que haya mucho tránsito, así que llego rápido a casa.

Sé que tengo su nota en mi billetera, no la he sacado por miedo a perderla. Pero está ahí.

¡Okey, vamos, Jungkook! Yo puedo, tranquilo.

Saco la nota, los números y letras siguen ahí, perfecto. Lo agendo, ¿debería colocar un corazón en su nombre? ¿Es mucho? Porque, pensándolo bien, no suelo agendar a la gente con la que me acuesto...

Pero yo aún no me acuesto con Jimin.

No, mejor solo «Jimin cafetería», así, a secas.

¿Cómo sigo? No puedo decir «Hey, soy Jungkook» porque no conoce mi nombre. Simplemente escribiré que soy el chico al que le dio su número hoy.

Pero ¿y si se lo dio a alguien más?

Sacudo la cabeza, esos pensamientos no son buenos. Además, ¿qué si le dio el número a otro? ¡No hay problema!

Lo llamaré, así no hay forma de que no me reconozca.

Llevo el celular a mi oreja, pero cuando oigo el segundo tono, abro los ojos ampliamente. ¿Qué estoy haciendo? ¡No puedo llamarlo así como así! Estoy a punto de cortar, pero escucho su voz del otro lado.

¿Hola?

Cierro los ojos con fuerza y vuelvo a colocar el celular en mi oído.

—Hola, hablo con Jimin, ¿no?

Di que no, di que no, di que no.

Sí, soy yo. —Rayos—. Es... ¿Es este el número del chico de la cafetería?

—Me gustaría pensar que sí, si no le has pasado el número a otro, entonces sí. Soy él —replico y escucho su risa del otro lado.

Perfecto. Te diría que ahora te agendo, pero no sé tú nombre aún.

—¿Ya puedo decírtelo? —pregunto y lo escucho consentir—. Jungkook.

Jungkook... —repite. Puedo jurar que mi nombre suena distinto en su boca, suena especial—. Quiero pedirte disculpas, juro que quise preguntar por tu nombre. A último momento me decidí por hacerme el difícil —dice mientras ríe—. Es muy bonito, va contigo.

—El tuyo también es muy bonito, Jimin.

Siento que estoy coqueteando como un niño de trece años.

Él se queda callado unos segundos, pero después ríe.

—¿Qué? —pregunto. Solo escucharlo reír ya hace que sonría.

Nada, es solo que no esperaba que llamaras. Fue... repentino. Creí que me escribirías.

—Lo lamento, entré en pánico —admito sin pensar—. Digo, no. No es que entré en pánico. O sea, sí, pero... —Trato de explicarme rápidamente, pero el sonido de su risa me detiene.

Nos quedamos en silencio por unos segundos, pero no es incómodo. Solo escuchar su respiración hace que el ambiente sea liviano.

¿Jungkook?

—Dime, Jimin.

Quiero verte —dice y yo casi me atraganto—. Prende la cámara. Yo también lo haré.

Le hago caso. Cuando lo veo aparecer, tiene el cabello despeinado y una sonrisa fugaz. Está acostado y con una almohada en el pecho. Sus ojos son brillantes, pero se achican cuando sonríe, lo que me causa mucha ternura. Sus labios parecen de muñeca, son rosados y pomposos. Se ven suaves, y tanto la parte inferior como la superior tienen el mismo grosor.

Algún día los besaré.

Debo quedarme mucho tiempo mirándolo, porque comienza a reír avergonzado.

Di algo, no te quedes mirándome así —ríe.

Siento mis mejillas arder, pero no quiero quedarme atrás.

—¿Así cómo? —lo provoco.

Tú sabes cómo. Tus ojos te delatan, es muy fácil leerte —replica—. Pude deducir que estabas interesado en mí desde el segundo en que me pusiste los ojos encima.

—¿Sí?

Sí, pero al día siguiente me hiciste confundir. De hecho, no fui allí a trabajar, solo pasé para verte. Estaba escondido detrás del mostrador porque quería darte una sorpresa; no me funcionó, claro está. —Quiero replicar, pero él me interrumpe—. Ya, es tiempo pasado. Ya te disculpaste más temprano, no es necesario repetirlo.

Parece que estoy haciendo muecas, porque él señala su propio entrecejo.

Deja de fruncir aquí. No estoy molesto, en serio.

Lo observo unos segundos y la misma pregunta vuelve a mi mente. No pierdo tiempo y se la digo:

—¿Por qué no te había visto antes?

Porque, en realidad, no soy un empleado en la cafetería —confiesa y yo frunzo el ceño otra vez—. Es decir, sí, lo soy, pero no como los demás. Tengo mi uniforme, pero no soy parte como tal.

—No entiendo.

Soy hijo del dueño. Me encargo solo de la caja, pero puedo tomarme libertades. No tengo un turno fijo, solo voy y paso mi tiempo. De lo contrario, estaría muy aburrido, sin hacer nada.

—¿No estudias?

Ya no, estoy recibido. Soy fotógrafo, pero este año decidí descansar. Hace unos meses volví a Corea, anteriormente estuve por distintas partes del mundo —dice y con una mano finge sacar una foto—, ya sabes, capturando paisajes, cosas y también personas bonitas. Como tú.

Bajo la mirada, siento las mejillas arder.

Te sonrojas fácilmente, eso es tierno —apunta y me dedica una sonrisa radiante.

En realidad, no es así. La gente no suele hacerme sentir de esta manera, no soy de sonrojarme y volverme tímido, y que él sea capaz de lograrlo hace que me sienta vulnerable.

Por eso, Jimin es chico de una sola noche. 

A reason to stay ☕ | hv - kmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora