45. Dolor compartido

1.3K 141 26
                                    

•TH•

No lo esperaba para nada. La respiración se me corta y siento mi corazón en la garganta. Ni en un millón de escenarios imaginaba que él vendría hasta aquí.

Esto no puede estar pasando hoy, no cuando me dispuse a seguir y mejorar. No cuando me dispuse a dejarlo ir.

Ninguno dice nada, solo estamos parados uno frente al otro. Es como si aún estuviéramos decidiendo si dar este paso o no.

¿Por qué vino? Vete, por favor. No hagas esto.

Una lágrima amenaza con salir de mi ojo, pero la limpio disimuladamente. No quiero llorar frente a él, debo ser fuerte.

Finalmente es Hoseok quien rompe el silencio.

—Me iré si me lo pides. 

Me dice eso, como si no fuera lo suficientemente difícil decidir. Mi mente y corazón se encuentran en una encrucijada, porque mientras uno me dice que le diga que se vaya, que me olvide, que busque a alguien más, el otro me pide con una fuerza inhumana que le diga que se quede y que me abrace, que me cuide y me proteja, que me ame.

Cierro los ojos con fuerza.

—¿Por qué estás aquí? —pregunto con un hilo de voz—. No tendrías que estar aquí, Hobi.

Cuando vuelvo a abrir mis ojos, Hoseok se ha acercado un poco a mí. Su mirada grita tantas cosas, espera tantas respuestas, expresa tantos sentimientos, que mi corazón se encoge.

Todo mi cuerpo se tensa, pero por más que todo lo que ha pasado estos días sea evidencia de que no es lo correcto, me hago hacia un lado y dejo que pase.

Él busca mi mirada esperando encontrar alguna confirmación porque sabe tanto como yo que no estoy actuando de acuerdo a lo que pide mi cuerpo, que cada decisión que tome de ahora en más será hecha solo y exclusivamente por medio del sentimiento.

No lo dejes pasar, Taehyung. Dile que se vaya. Dile que busque la felicidad en alguien más.

Antes de poder decir algo, Hoseok pasa por mi lado, tan cerca que mi piel se eriza.

Ya no hay vuelta atrás.

Mira a su alrededor, sorprendido por el cambio que ha sufrido el apartamento. Camina y roza la superficie de las cosas, como si hubiera extrañado venir. No puedo evitar pensar que también lo hace para dejar nuevamente su marca, su esencia, como si buscara pertenecer.

Yo cierro la puerta y me recargo sobre esta. Él, mientras, sigue observando, analizando, tocando.

Quisiera gritarle que no lo haga, que no toque, que este ya no es su lugar, pero los latidos acelerados de mi corazón traicionan mis pensamientos, porque no hay cosa que desee más como el hecho de que todas mis cosas también puedan ser llamadas suyas.

Finalmente se detiene junto a un sillón individual, pero a último momento parece cambiar de idea y se sienta en el más grande. Sus ojos se encuentran con los míos, me está invitando a que me siente junto a él, pero yo no puedo. Camino, inseguro de todo, y elijo sentarme en el sillón de una pieza.

Nos quedamos quietos, nadie hace nada, no hablamos, no nos miramos. Pasan unos minutos, y cuando finalmente decido decir algo, las palabras terminan por quemarse en mi lengua, porque levanto la vista y sus ojos ya están sobre mí, y me miran de una forma tan intensa que todo lo que quise decir se me olvida.

Sin embargo, en este momento las palabras sobran, con nuestras miradas somos capaces de reflejar todo, desde la tristeza que sentimos hasta el arrepentimiento que nos consume.

A reason to stay ☕ | hv - kmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora