35. 7:00 AM

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22/11/2022
Buenos Aires, Argentina

——— Mis uñas ya eran casi inexistentes, entre la noticia del embarazo y el partido que estaba por comenzar; mis nervios estaban jugando conmigo.

La noticia le llegó a Julián y no se emocionó por la situación, tuve que explicarle cómo me di cuenta y por qué lo supuse desde un primer momento. Él no dijo nada más que está perfecto.

Mica y Bianca estaban acá por ver el partido conmigo, asi que estamos las tres sentadas en el sillón mientras los nenes duermen y los mayores trabajan. Bianca no trabaja, Mica entra a las once y yo no vivo acá, por lo tanto; no había nadie más para verlo.

Mordí mi labio inferior con fuerza cuando el primer silbato sonó. No podía explicar la bronca que tenía por estar acá y no en Qatar apoyando a mis amigos y a mi novio.

Todo se esfumó cuando en el minuto nueve, Messi nos dió una alegría y las esperanzas de ser campeones crecieron aún más. No soy de gritar goles, pero ahora estoy haciendo demasiadas excepciones, incluso con los goles del mancity y river.

—¡Muchachos!— canté entre las risas de las otras dos— ¡Ahora nos volvimos a ilusionar!

Solamente podía imaginarme la sonrisa y los ojitos brillosos de Julián, lo extrañaba tanto y deseaba con todo mi ser estar ahí para él.

Seguimos normal, con unos ataques al corazón con cada acercamiento al arco que había y en el minuto cuarenta y algo sucedió lo que nadie quería; el empate. Yo ya estaba con cara de culo y quería ir a darle un beso a mi novio, pero no, estaba acá sin siquiera poder verlo de lejos.

Mis acompañantes se pusieron a hablar del embarazo durante el medio tiempo, pero yo no les di bola, no tenía ganas de hablar de eso ahora. Estaba nerviosa y me dolían los dedos de tanto comerme las uñas.

Otra vez se reanudó el partido y en el minuto cincuenta y tres nos metieron el segundo. Los gritos de las chicas a mi lado me aturdieron, muy contradictorio, pero no me culpen; entiendo la frustración, aunque soy más Scaloni que Aimar festejando o llorando, sumandole que son las siete de la mañana y no dormí nada porque quería mandarle mensajes a Julián y a mis amigos.

Por suerte mis tres suplentes preferidos entraron; Licha, Julián y Enzo. Cosa que provocó mi sonrisa, por más que otras personas que quiero mucho que están en el banco; eran mis dos gallinas y uno de mis jugadores preferidos.

No hablo mucho de Enzo, pero me parece la persona más buena y dulce del mundo. Como padre es de los mejores que vi en toda mi corta vida y me puse tan, pero tan feliz cuando lo convocaron al mundial. Sabía perfectamente que él no era la persona más segura de sí misma en el mundo y que haya llegado a eso; para mi es un completo sinónimo de que él podría ir a dormirse tránquilo.

—¡Dios santo!— gritó mi amiga— Jazmín tus nervios van a preocupar a tu bebé.

—Si...— disocié para después posar mi mirada en ella.

—¿Julián ya lo sabe? Capaz eso le da emoción y mete un gol— se metió mi hermana con su tono de voz emocionado.

—No, todavía no se lo dije— jugué con mi pantalón corto— Pero...lo que no entiendo es por qué todo el mundo sabe si yo se lo dije a ustedes dos...

—Ay amiga, si se lo contaste a tu mamá...— me empujó despació en juego— Además alguien habrá encontrado tu test de embarazo y lo contó.

—¿Por un test de embarazo que alguien encontró van a saber que es mío y que estoy de dos meses y ocho días?— alcé una ceja y la expresión de Micaela cambió de repente.

—¿Jaz?— mi hermana me llamó con su ceño fruncido— Nunca se lo dijiste a mami...

—Nunca— sonreí en dirección a ella para darle nuevamente mi atención a la contraria— ¿Cuánto te pagaron, amigui?

—Jaz...yo no...— balbuceó, pero soltó un suspiro al darse cuenta que ya lo sabía— Diez mil por noticia...

—¿Me vendiste a mi, tu mejor amiga de toda la vida, por diez mil pesos?— pregunté retoricamente— Decime al menos que tu mamá se estaba muriendo y necesitabas la plata.

—¡Yo amo más a Julián que vos! ¡Me arde la sangre cada vez que veo algo de ustedes dos!— se levantó frustrada mientras su tono de voz se elevaba cada vez más— ¡Yo estaba viendo como mamás y sus hijos la pasaban mal mientras vos estabas en el monumental haciendo pelotudeces! ¡¿Me estás cargando, Jazmín?! ¡Sos la persona más idiota que conozco, vas por ahí haciendote la mosquita muerta para que las fans de tu novio te amen! ¡Ya se te va a caer la máscara, pelotuda!

—Si se me cae la máscara al menos no va a ser por rogar una misería de plata y meterme en la vida que envidio— fue mi turno de levantarme e ir a abrirle la puerta— Te mando una postal de Qatar con una foto mía y del que te gusta. Chau amigui, avisame cuando venís a tomar mates.

—Honestamente espero que pierdas a ese bebé...— exclamó una vez que estaba en el pequeño patio de adelante.

—Vos sola te creiste que estaba embarazada, bruta— sonreí y cerré la puerta, apartandome de ella cuando escuché que la chica se fue.

Solté un suspiro, apoyando mi frente contra la puerta y nuevamente desmoronandome. Un papá muerto y una amiga traidora, ¿qué sigue?

Sentí como Bianca me abrazó por atrás, sobando mi espalda una y otra vez, buscando que me tránquilice. El partido no había términado, pero seguían ganando los árabes y esto está siendo una derrota doble para mi; había pérdido a mi mejor amiga, a quien durante toda mi vida le confesé cada cosa que me pasaba, desde lo de Bianca hasta lo de Julián.

Hace un tiempo vengo sintiendo que tenía una niebla a mi alrededor y que alguien me estaba traicionando, pensé seriamente que sería mi hermana, pero no, fue todo lo contrario.

Ella se acercó a decirme que sabía que no estaba embarazada y confié en ella para comentarle lo que estaba pasando, también estando de acuerdo con que podría ser Micaela. Según Bianca; tenía aires de envidiosa.

—Estoy cansada, Bian...— lloré como una nena chiquita en los brazos de la mayor— ¿Hice algo mal? ¿Por qué ni siquiera mi familia me quiere?

—Ellos te quieren, solamente que nosotros te amamos, mi porotita— acarició mi pelo— Tenés a mamá, a mis nenes, a los tíos buenos, a Julián y acá estoy yo, volví por vos.

—Que oportuna— reí un poco y me separé para mirarla— Te quiero, Bianca. Nunca dejé de hacerlo, ni siquiera cuando te odiaba.

—Y yo te amo— besó mi mejilla— Andá a preparar tus valijas que tenés que ir a darle suerte en la próxima a tu novio.

Harrie | J. ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora