33. 21:25 PM

4.9K 466 58
                                    

28/10/2022
Manchester, Inglaterra

——— Mis días últimamente se sentían vacíos.
Por un lado estaba feliz de que no iba a tener que pasarla mal cada vez que estuviese en Buenos Aires, ni por mi papá ni por mis tíos, pero por el otro no tenía esa sensación de satisfacción que pensé que iba a tener.

Casi toda mi vida me preparé para éste momento, imaginaba que era millonaria o que iba a tener cuatro hijos a los que no iba a poder mantener, pero que iba a ver a mi progenitor morir si o si. Sin embargo acá estoy; no soy millonaria y no tengo cuatro hijos, pero estoy viviendo éste momento que podría gritar que la guerra terminó. Él ya no estaba para basurearme a mi o a mis hermanos, y Bianca posiblemente no vuelva a irse por su culpa.

Pero, ¿Por qué no me siento aliviada? Es como una victoria agridulce, no quiero decir que es lo que más quería en el mundo porque a fin de cuentas yo lo amaba, era mi papá después de todo. Sin embargo, buscaba esa sensación de tránquilidad, de poder sentarme a comer en mi casa sin discutir con él.

Mi mamá lo amaba, era la luz de sus ojos y nunca había pensado en profundidad sobre ella. Estuvieron juntos desde los veinte años cuando ella se mudó a Buenos Aires para conseguir trabajo y desde entonces se separaban muy rara vez por muy pocos días, claramente lo que yo ya conté; separados, pero viviendo en una misma casa.

Lo último que él me dijo fue que ojalá que Julián se separe de mi porque soy una horrible persona y me arrepiento de no haberlo ido a ver, solamente para saber si se arrepentía o si al menos me diría que sentía algo por mi. Toda mi niñez se basó en que malcriaran a los tres, pero solo de mi mamá venía la muestra de cariño incluida.

Reanudé mi vida como si no hubiese pasado nada, pero estaba pasando de todo. No podía dormir porque veía a mi abuelo diciendome que mi papá le había contado lo mala hija que era. Yo amaba a mi abuelo, era su nieta preferida y él fue el que me contó todo lo que pasaba en mi familia, bueno, no me lo contó; él hablaba solo y las palabras quedaron grabadas en mi memoria, incluso estaba enseñandome a leer de corrido con la carta del terreno usurpado.

Julián está siempre acompañandome, si me duermo a las tres de la mañana un día laboral; él se queda conmigo. Un detalle que nunca pasaría de alto es el hecho de que había puesto su telefono con sonido, después de ese día tan horrible era mucho más atento, no es que nunca lo fue; simplemente le prestaba más atención a lo que eran los mensajes míos o de su familia.
Por cierto, todos los Álvarez me mandaron sus condolencias, me deseaban lo mejor e incluyeron muchos besos y abrazos.

—Amor...— me llamó mi novio y me di vuelta de la cama para mirarlo— Te hice fideos con queso, yo sé que te gustan.

—Gracias, pero no tengo hambre— volví a mi posición de feto y al ratito sentí como él se sentó a mi lado.

—¿Un poquitito aunque sea?— apoyó su cabeza en mi hombro— No comiste nada en todo el día.

—¿Que sos mi papá ahora?— decir eso me salió del alma, mi cabeza pensaba que fui una estúpida, pero mi cuerpo actuó como si no le importara.

—Bueno...si querés un poco voy a estar comiendo en el sillón, gorda— escuché un suspiro hasta que volví a estar sola en la pieza.

Capaz mi papá tenía razón, soy la peor persona que existe y que Julián tiene a su alrededor. Éste último tiempo ni yo me soportaba, es levantarme, ver mi cara de muerta y no disimularlo en todo el día, admiro la paciencia de la araña porque no sé qué haría en su lugar.

Fue mi turno de soltar un suspiro y levantarme para ir a donde él estaba comiendo solo. Me dieron tantas ganas de tirarme al piso y llorar por haber sido tan forra cuando simplemente se preocupó porque comiese.

Me fui a sentar a su lado y sin decir palabra alguna; Julián me hizo un lugarcito para poder acomodarme en su pecho y comiese del táper con otro tenedor que había dejado adentro.

—Si tenía hambre, tenía mucha hambre— otra vez las lágrimas eran protagonistas en mi cara— Perdón, amor. No estuvo bien que te hable así.

—No pasa nada, harrie— sonrió y comió un poco de fideos— Están un poco duros.

—Si— reimos los dos a la par— El veinte tengo que ir a Buenos Aires a firmar papeles.

—¿De noviembre?— asentí— Bueno, gorda, no pasa nada. Irás el segundo partido.

—Yo quería estar en todos para verte— dejé el tenedor en el táper y tapé mi cara— Si yo no firmo no queda la casa para mi mamá, tengo una bronca.

—Bueno, Jaz, pero no pasa nada...— repitió dejando los fideos en la mesita al lado del sillón— Es solo uno.

—Es el primero— sentí como él se aferró más a mi para abrazarme— Perdón, Julián. Fue todo muy de repente, vos sabés que yo quería verte en todos los partidos.

—No pidas perdón, no fue culpa tuya...

—Si fue culpa mía porque no fui a cuidarlo ni al velorio— sollocé más fuerte— Tenía razón, soy una hija horrible y ni siquiera puedo estar apoyandote en tu primer mundial.

—Amor, yo no quiero desubicarme...— empezó hablando despacio— Pero él no se merecía tener a hijos como ustedes. Todos trabajan o estudian. Bueno, Bianca está en dudas, pero tiene unos lindos hijos a los que puede mantener. Juampi hace lo que le gusta y le va bien, ¿no?

—¿Y yo qué? No hice nada en toda mi vida, ni siquiera estoy estudiando para los finales— pasé mis manos por mi cara.

—Eso es por un tiempito— levantó mis cara con sus manos para que lo mire— Te amo, sos una de las mejores personas que conozco y no me molesta en nada que no estés en el primer partido.

—Yo también te amo— le di un pico— Mucho mucho.

Harrie | J. ÁlvarezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora