8. Wonderwall

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- Te ves increíble con mi ropa puesta

Doy un respingo cuando siento su voz en mi oído y me levanto de golpe.

Está inclinado detrás de la batería, esperando que su equipo les de el Ok para empezar su set y me ha hablado a través del in ear que tengo en el oído, cuyos canales puede manejar él desde su computador portátil.

Yo estoy de pie junto a la consola, con las guitarras de Villa listas para empezar.

Isaza afinó su acústica él mismo y ya la tiene colgada mientras salta sobre sus pies justo en el acceso al backstage, llenándose de adrenalina cada vez que las personas gritan cuando las luces parpadean con las últimas pruebas del equipo.

El atardecer ha empezado a caer sobre Texas y el cielo está teñido de trazos rojos y rosas que hacen que la piel del ladrón luzca viva y brillante.

Tiene su micrófono entre los dedos, aunque la comunicación está cerrada hacia mí.

Subo la mirada hacia él y me pongo la mano en la cintura con una pose coqueta, porque no tengo micrófono para decirle nada de vuelta.

Se ríe, y el sonido vivaz y delicioso de su risa me suena en el oído y me llena el pecho de cosquillas.

Sus ojos están fijos en mí, y le sonrío mientras subo los bajos de la camiseta suya que tengo puesta con actitud juguetona.

- ¿Me estás diciendo que te quite mi camisa? – Lo escucho decirme en el oído

Asiento alegremente y él se ríe.

- No me tientes, Margarita. No me tientes

Vuelvo a dedicarle una sonrisa radiante, porque sí que quiero tentarlo.

Me hace un guiño.

- Martín Vargas, deja de coquetear con nuestra guitar tech – Nos interrumpe la voz de Sancho desde la consola principal.

Todo el mundo se vuelve y nos da miradas divertidas, así que adivino que Sancho ha abierto los canales de audio para todos.

- Todo el mundo en posiciones. Vamos a rockear esto – Anuncia Sancho

Me acomodo el pelo que tengo debajo de una gorra de Morat que me dejó Isaza, porque tengo que salir al escenario un par de veces y no tiene sentido desviar la atención del público, así que voy bastante encubierta con la camisa extra grande de Martín, la gorra de Isaza y mis lentes que necesito para ver, pero normalmente reemplazo por lentillas en mi propio escenario.

Las luces se atenúan y el público estalla en vítores.

El ladrón se levanta de donde estuvo inclinado detrás de su batería y se sienta en el banco.

Mete el micrófono en el soporte y se saca las baquetas del bolsillo.

Y empieza a tocar.

No puedo apartar mis ojos de él cuando sus manos se mueven rápidamente a través de su set de toms hacia los platillos crash en un movimiento imposiblemente veloz que suena con una potencia devastadora en el auricular en mi oído. Verlo tocar es una explosión de energía, y se convierte en una fuerza viva poderosísima. Siento que toda mi piel se eriza por la pasión voraz por él, por la música, por la vida misma.

Pero el sentimiento de estar sumida en un hechizo no hace sino magnificarse cuando los demás salen a escena y empiezan a cantar.

Sus voces me suenan en el in ear como si estuvieran cantando para mí, y la precisión en su sonido hace que mi pecho ruja. Esto es lo que se siente hacer música. Esto es lo que me llevó a agarrar una guitarra por primera vez, y es un sentimiento potente y demoledor que me hace sentir llena de vida.

Buenas noches, ladrón » Martín Vargas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora