20. Intermezzo

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- Hola, hermosa mía

Su voz me llega medio segundo antes de que la pantalla se aclare.

Estoy recostada en mi cama, con el olor de Kat todavía pegado a la parte de delante de mi vestido luego de ese abrazo eterno junto al río.

Luego de eso cenamos, y fue una noche hermosa a pesar de todo, pero mi mente sigue volviendo a ese momento de tenerla entre mis brazos, y sé que no me puedo guardar esto.

Excepto que cuando la imagen se aclara, y veo a Martín en la pantalla, todas mis convicciones flaquean.

Tiene los ojos cansados, medio cerrados por el sueño, pero esa boca amplia y sensual se abre en una sonrisa bonita cuando me ve.

Una ligera sombra de barba le oscurece el mentón, y la pendiente suave de su nariz siempre me hace pensar en ver su cara en la almohada cuando despierta junto a mí.

Ya no se ve exactamente como el niño del que me enamoré.

Las formas de su cara son más adultas. Su mandíbula tiene un contorno rudo y duro que es fieramente masculino, y para ser sincera, también es devastadoramente sexy aún si no está haciendo nada para resultar de esa manera.

Algo que no ha cambiado es que lo deseo como el primer día.

Y lo amo tanto que duele.

- ¿Qué pasa, amor? – Me pregunta, cuando solo me quedo callada mirándolo

- ¿Es normal que te ame tanto? – Le pregunto sin darme cuenta

Se ríe, y me da esa mirada hermosa que acaba conmigo.

Se deja caer en su cama y se pasa la mano por el pelo húmedo.

Luego se pasa un dedo por la ceja, que es un pequeño movimiento involuntario que se le ha ido quedando.

- Nada acerca de amarnos es normal, y es increíble y me deja sin palabras todos los días – Declara – Pero te conozco, mi Uru linda. ¿Por qué estás preocupada?

- Tengo que hablar contigo sobre algo – Le digo con timidez

Me dejo caer en mi cama mientras lo miro.

Me devuelve la mirada con atención, y por un segundo me acobardo.

No le puedo decir esto.

La idea de perderlo hace que mi sangre se hiele, porque una vida sin él a mi lado parece incompleta y sin sentido.

- Vale. Dime

Me muerdo el labio inferior, porque no hay una forma normal de decirle esto.

Incluso si nuestra relación tiene reglas ligeramente distintas a las usuales, y si siempre he creído en el amor en libertad y él es una persona que no entiende los celos, todavía se siente como una traición horrible sacar las palabras de mi boca.

- Solo habla, amor – Me anima – Sabes que me puedes decir lo que quieras

- No sé cómo decirte esto – Me quejo

- Me estás asustando. Solo dime si estás bien, para saber si puedo dejarte divagar o no

No puedo evitar sonreír, porque es muy difícil no adorarlo completamente.

- Si, estoy bien. No quiero divagar tampoco, pero... - Hago una pausa. Me suelto el pelo y me lo vuelvo a amarrar en una cola.

Me desespero, y él aprieta los labios para no reírse.

Buenas noches, ladrón » Martín Vargas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora