28. Hola y adiós

499 44 43
                                    


Salgo del restaurante sintiéndome tan vacío que solo quiero dejarme caer en la primera superficie horizontal que encuentre y dormir.

Pero claro, si eso pasara no me dormiría de todos modos.

Necesito tomar una pastilla que me mantiene completamente inconsciente por 7 horas, y tiene el maravilloso efecto secundario de que, cuando tengo una pesadilla, no me pueda despertar.

Y últimamente tengo muchas.

Las pastillas hacen que me levante muy grogui y lento, así que evito tomarlas cuando tenemos que tocar.

Pero la gira ya se terminó por un rato y ya grabé mis tomas en el estudio, así que no tengo excusa.

Sé que lograr más horas de sueño es importante para que mi cuerpo funcione, así que me prometo a mí mismo que esta noche iré al hotel y tomaré la maldita pastilla.

Por ahora, solo me meto las manos a los bolsillos de la chaqueta y levanto la mirada al cielo, porque me gustan las luces de esta ciudad.

Irónicamente, me encuentro deseando que ojalá todo fuera diferente cuando alguien me toma por el codo, haciéndome detenerme.

- Espera, Marto – Dice su voz mientras me vuelvo para mirarla.

Trago grueso cuando me encuentro con esos ojos verdes a los que solía cantarles canciones.

El pelo castaño acaricia esa cara redonda que me encantaba ver apoyada en la almohada, cuando se quedaba dormida a mi lado y su respiración me arrullaba.

La extraño tanto que se siente como si mis propias costillas se encogieran sobre sí mismas y ahogaran a mi corazón solo porque estoy mirándola.

- ¿Qué pasa? – Le pregunto suavemente

Se queda mirándome con los ojos muy abiertos.

La cara que estaba feliz y sonriente antes de que me viera ahora parece triste y nostálgica, y la idea de causar esto en una persona que todavía amo con todo mi ser me revuelve el estómago de una manera horrible.

Le doy una sonrisa débil y levanto la mano para despedirme, pero ni siquiera he terminado el movimiento cuando ella se lanza contra mí y me abraza.

Estamos parados justo frente a la vidriera del restaurante, y como acabo de aprender del modo difícil, todo se ve desde adentro.

- Lau... - Susurro, tratando de alejarla

- ¿Ni siquiera me puedes dar un abrazo? – Se lamenta

- Quisiera darte muchos, pero estás saliendo con una persona a la que le hicieron mucho daño. ¿Tienes idea de lo que debe ser para ella vernos abrazados?

Hace un ruido de impotencia, pero da un paso atrás, porque los dos entendemos lo mismo.

Si la historia fuera otra, ambos habríamos defendido nuestra relación de ex que siempre van a amarse ante cualquiera, y el nuevo novio o novia habría tenido que cargar con eso o largarse.

Pero tratándose de Kat, las reglas son otras.

A Kat le fue arrebatada su confianza de una manera horrible, y si eligió a Laura como la persona con la que se va a volver a atrever a creer, va a ser necesario que sea cuidadosa al extremo, porque si bien ese es un regalo gigante, también es muy frágil.

Veo en su cara como va dándose cuenta de esto mismo, porque el juego de emociones que atraviesa sus facciones es muy claro.

Primero, la impotencia. Luego, la tristeza. Y, por último, la resignación.

Buenas noches, ladrón » Martín Vargas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora