9. Flores

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Le sonrío, y él suspira.

- Esta conexión entre los dos es muy inusual – Es lo que dice por fin – Solo...Dime que no soy uno más – Termina en voz baja

Entiendo lo que me está preguntando, porque cualquiera que más o menos conozca mi carrera sabe el tipo de vida que tengo.

Hacemos rock duro, y seguimos rockeando abajo del escenario.

Tengo acceso a los chicos y chicas que quiera, y con frecuencia no desperdicio ese acceso, y no me interesa fingir que lo hago. Me gusta esa imagen de estrella decadente, porque nunca nadie me quiso, y esa sensación de ser querida y deseada es como anestesia para mis heridas viejas.

Excepto porque nada se sintió como esto.

Solo con él me doy cuenta de que nunca fui querida en realidad. Simplemente dejé que me follaran y fui entregando pedacitos de mí, y ahora no queda casi nada. Nunca pensé que buscara algo cada vez que me fui a la cama con cualquiera que llamara mi atención, pero solo las caricias suaves del ladrón me hacen darme cuenta de que siempre anduve en busca de esta conexión, y como nunca la encontré, me conformé con la alegría falsa de ser admirada por un momento, incluso si solo era por el modo en que me veo y no tenía nada que ver con quién soy en verdad.

Pero no tengo tiempo para pensar en eso ahora.

No tengo tiempo para nada que no sea perderme en él, y vivir los últimos momentos que me quedan a su lado.

- Creo que vas a ser mi punto de inflexión, ladrón

Me da una sonrisa radiante con esos labios llenos, suculentos, y por las próximas tres horas, míos.

Desliza su mano de mi cintura hacia mi pelo y me besa de nuevo. Subo los brazos para rodearle el cuello con ellos, y mi pecho se pega al suyo. Estrecha mi cintura con sus brazos para traerme un poquito más cerca, a pesar de que ya estamos aplastados uno contra el otro.

Mis ojos se cierran, y me pierdo en la delicia de la caricia de su lengua, que se siente tan dulce como la luz del sol besando mi piel desnuda.

Se me escapa un gritito de sorpresa contra sus labios cuando me toma por las caderas y me levanta. Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura, y jadeo cuando sus besos se deslizan de mi mandíbula hacia mi cuello. Echo la cabeza hacia atrás para darle un mejor margen, mientras hundo las manos en su pelo y me deleito con lo suave que se siente entre mis dedos.

Camina conmigo en brazos hasta el sofá esquinero ubicado al borde de este balcón enorme, y me tiende con delicadeza sobre el mueble.

Me mira desde arriba, como quien examina un postre para decidir por dónde va a empezar a comer, y todo mi cuerpo se calienta por esa mirada, porque en parte es hambrienta y está cargada de deseo, pero también parece maravillada, como si ni siquiera pudiera creer lo que está viendo.

Trago saliva cuando apoya una rodilla al lado de mi cadera y luego se inclina hacia mi boca. Muerde descaradamente mi labio inferior, y luego sus labios caen hacia mi cuello, en donde deja un beso mojado y caliente que me hace jadear.

Baja con suavidad uno de los tirantes de mi sujetador y besa muy despacito el valle de mi pecho. Luego repite todo el proceso con el otro tirante.

Es una tortura deliciosa que se tome todo tan lento, porque no estoy acostumbrada a esto y creo que lo sabe. No estoy acostumbrada a las caricias suaves bajo la luz dorada del sol, y eso hace que cada vez que me toca se vuelva indeleble.

Mi cuerpo se sacude con impaciencia, pero él sigue tomándoselo con calma, como si le diera igual que nuestros minutos sigan corriendo.

Bajo las manos ansiosamente hacia el botón de sus jeans, pero captura mis muñecas y me detiene. Gimo de descontento y él se ríe.

Buenas noches, ladrón » Martín Vargas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora