39. No se vayan

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Resulta ser que Laura vino a recogerme en el auto que alquilamos para poder salir a pasear con Nana.

Ahora mismo, Martín va conduciendo, mientras Laura todavía me sostiene abrazada en el asiento trasero.

Me encuentro los ojos de él mirándonos por el retrovisor, aunque todavía sigue muy callado.

- No quiero que Nana me vea así – Susurro. Luego froto mi mejilla en la camisa de Laura para secarme las lágrimas - ¿Está bien si solo conducimos por un rato mientras me calmo?

- No te tienes que obligar a estar bien, Kat. Podemos buscar una habitación en otro lado y solo decirle a Nana que nos quedamos por ahí

- Puedes venir a mi habitación – Dice Martín en voz baja desde el asiento del conductor. Luego se aclara la garganta, como para verificar que fue su voz la que dijo eso

Laura se queda en silencio, aunque siento su mano todavía frotando mi espalda con cariño.

Él sigue pareciendo muy abatido, pero por la razón que sea, está acá.

Me doy cuenta de que Laura no está diciendo nada porque quiere que sea mi decisión, y la manera en la que los dos están tratando de cuidarme sin presionar hace que todo lo que se ha quedado helado en mi interior se sienta un poco más tibio.

- No hace falta. Estoy bien. Gracias – Le respondo, aunque mi voz sale toda quebrada y frágil y más o menos arruina lo que estoy diciendo

- No estás bien, Kat. Por Dios – Farfulla él, que sigue todo tenso

- No voy a usar esto para presionarte a....

- Cállate – Me interrumpe él, sin siquiera permitirme ser noble

- Marto... - Interviene Laura con delicadeza

- Cállate también. Si Kat no está bien y quiero acompañarla, lo haré – Indica él rotundamente

Laura me mira con una ceja en alto, y luego se aclara la garganta.

- Lo siento. Claro, está bien. Yo....eh...¿Me podrías acercar a mi hotel, por favor? – Pide ella con delicadeza

Martín la mira por el retrovisor, y le pone los ojos en blanco de manera bastante grosera.

- No seas ridícula, Laura – Le responde él

- ¿Estás enojado conmigo? – Pregunta ella con delicadeza

- No – Responde él, aunque su tono es tan cortante que sugiere lo contrario

Ella vuelve a subir la ceja, pero guarda silencio.

Él la mira de nuevo a través del espejo, y la energía entre los dos es tan densa que no estoy segura de qué decir.

Se siente muy extraño ver de primera mano lo mucho que se quieren, y me doy cuenta de que hay algo que cambió muy radicalmente en mí con respecto a los dos.

Hace un año, el saber que se querían me hizo pedazos.

Hoy solo los estoy viendo luchar tan fuerte contra lo que sienten, y francamente solo me parecen un poco tiernos, y quiero abrazarlos a ambos y decirles que dejen de ser tontos.

Pero no digo nada, porque no quiero tirarles a la cara el esfuerzo que están haciendo por cuidarme, a pesar de la situación incómoda en la que se encuentra nuestra relación.

Así que los tres nos quedamos en silencio mientras Martín conduce hacia el hotel.

A pesar de que él nos mira un montón por el retrovisor, hay algo que se siente extrañamente bien por el hecho de estar los tres juntos, como si por fin lográramos encajar.

Buenas noches, ladrón » Martín Vargas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora