Epílogo

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8 meses después.

Nueva York.

Kat.

Veo a Laura escribiendo algo en la parte de atrás de una foto.

Durante los últimos 8 meses, ha impreso sus fotos como postales, y no hay día que no le envíe una a Martín.

En realidad, llegan a su casa en Bogotá, porque es donde sabemos que ha pasado la mayor parte de su tratamiento.

A veces, ella le escribe una frase. A veces soy yo.

A veces solo dibujamos estrellitas y tonterías.

Le ha enviado cada foto que tomó ese día en la playa, así como fotos aleatorias de flores rojas en la calle, o estrellas en el cielo, o mi mano sosteniendo una guitarra, o pequeños collages de momentos para recordarle que sigue aquí.

Él a veces responde, y envía postales de vuelta.

Las suyas son siempre de lo mismo: Amaneceres o atardeceres, cielos lluviosos o estrellados. El sol detrás de las nubes. La luna escondiéndose detrás de la montaña. Lo que sea, pero siempre el cielo.

Ella termina de escribir, y mete la postal en un sobre.

- Hay un buzón en el camino – Le digo, y dejo un beso en su mandíbula

- ¿Crees que debería dejar de enviarle esto?

- No

- Simón dice que sus exámenes salieron bien. La carga viral ha disminuido y él.... – Hace una pausa y suspira – Creo que él no va a volver, Kat

- Volverá cuando esté listo – Asiento – Pero ahora mismo, tenemos que salir

- Vale

La veo meter la postal en su bolso antes de levantarse para salir.

Isaza y Dante están esperándonos en la puerta del hotel, aunque Isa tiene la mano en la cintura de mi amigo, y le está hablando muy cerquita de una forma tan coqueta que parece que Dante no se aguanta, porque lo acerca y lo besa.

- ¡Buenas noches! – Exclamo alegremente para interrumpirlos

Excepto porque no funciona, porque Dante levanta una mano indicándome que espere, y termina de besar a su novio con tanta dedicación como considera.

- Ahora sí. Buenas noches, chocolatito – Me saluda

- Son unos cachondos inmundos – Me quejo, y Laura se ríe

- Pueden pelear por el camino. Hanna va a empezar a llamar, y saben cómo se pone – Nos dice ella

Sí que lo sabemos, así que nos ponemos en movimiento.

Por el camino en metro nos dedicamos a bromear y a juzgar a Dante por estar con una camiseta sin mangas en otoño.

Nos dirigimos hacia el Bar Sin Nombre, pero inevitablemente por el camino Laura se distrae tomando fotos.

Me recuesto en un poste y hago una pose dramática para su cámara. Ella se inclina y me toma la foto, y luego se acerca a mí y me hace girar en un paso de tango antes de tomarme por la cintura y darme un beso rápido.

Sin que venga a cuento, pienso en él.

A lo mejor porque es una noche otoñal bonita, y creo que le habría gustado.

Miro al cielo y Laura sigue mi mirada.

Pasa una estrella fugaz, y las dos exclamamos un ruidito ininteligible.

Buenas noches, ladrón » Martín Vargas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora