23. Esa llamada

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Me toma por sorpresa de tal manera que me tambaleo hacia atrás, y ella cree que me estoy alejando.

Se aparta de un salto y su expresión se arruga en una mueca triste mientras da la vuelta y corre hacia mi puerta.

La tomo por la muñeca y ella se sacude para liberarse, mientras las lágrimas le caen por la cara y un sollozo triste se escapa de su garganta.

- ¡Déjame ir! – Me grita con la voz rota

- Kat, para – Le digo, y tomo su otra mano para retenerla ahí

- ¡Nunca me agarres de las muñecas! – Me grita mientras se sacude furiosamente para soltarse de mi agarre.

Levanto las manos y la libero de inmediato cuando pienso en las esposas en el video.

Ella se tambalea hasta mi puerta, pero no sale. Solo se recarga en la madera mientras llora, y parece tan desconsolada que mi corazón se rompe.

Avanzo de nuevo hacia ella, y levanto una mano tentativamente para acariciar su cabello, pero está tan alterada que no sé si eso solo va a ser peor.

- Ni siquiera me puedes tocar – Se lamenta, y los lagrimones gruesos mojan sus mejillas tersas, que justo ahora se encuentran sonrojadas por el llanto

- Kat, detente – Le digo, y finalmente bajo mi mano suavemente a su hombro

Siento su piel desnuda bajo mis dedos, y muevo la mano muy despacio hasta la parte de atrás de tu cuello.

- Lamento haberte tomado por las muñecas – Susurro - ¿Está bien si hago esto? – Le pregunto, y pongo mi otra mano con suavidad sobre su otro hombro.

Su llanto es fuerte, ruidoso y ligeramente histérico, pero mi voz es muy, muy baja para intentar calmarla. Al principio no funciona, pero me quedo ahí con mi mano en su hombro hasta que poco a poco lo más feo de su llanto remite.

Bajo mi mano muy despacio a lo largo de su brazo, y me detengo en la cara interna de su codo.

Ella baja la mirada para seguir el camino que mi mano hace sobre su piel, y siento que deja cosquillitas por donde pasa. El toque la distrae un poco del llanto, que baja a unos hipidos eventuales mientras se va calmando.

Subo los ojos hacia los suyos para verificar que no esté haciendo algo que no debo, pero ella parece sobre todo atenta. Su respiración aún es irregular por el llanto y su cara sigue mojada, pero sus ojos están al pendiente de mi mano, aunque suben a los míos cuando me detengo.

Me mira como si quisiera decir algo, pero se queda en silencio cuando mi mano viaja de su antebrazo a su cintura.

- ¿Puedo? – Verifico. Ella asiente

Mi mano derecha está en su cintura.

La izquierda detrás de su cuello.

Avanzo un paso en su dirección, y su espalda se encuentra con la puerta. La oigo exhalar cuando me inclino hacia ella, y dejo un beso pausado, lento y sensual en la comisura de su boca.

- Sabes a chocolate – Le susurro

Ella exhala una respiración ruidosa, y baja la cabeza ligeramente. Su respiración acaricia mi mejilla, y la siento tan cerca que la humedad de sus lágrimas se filtra hacia mi piel.

Huele a aguardiente, y debajo de eso a algo picante y delicioso, como a chocolate amargo con canela. Sigo con mi nariz la línea de su mandíbula, y siento mi pulso acelerarse por tenerla tan cerca.

Buenas noches, ladrón » Martín Vargas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora