27. Culpa

486 46 56
                                    

Martín Vargas.

Un año antes.

Esa noche en Medellín.

El arete de Laura sigue enganchado en la solapa de mi chaqueta.

Lo acaricio distraídamente, porque de alguna manera se siente sólido y real. El corazón me late tan rápido que casi no soy capaz de respirar.

Me tambaleo hasta que encuentro una pared y me apoyo en ella, porque estoy hiperventilando.

¿Qué es esto?

Solo me crucé con una persona en el pasillo de una fiesta.

Ni siquiera hablamos.

Ella siguió de largo sin importarle en absoluto mi presencia.

Ella está con su novio, con el que protagoniza fotos sexys por las que los tabloides babean. Yo estoy con mi novia, que sé con toda certeza que es el gran amor de mi vida.

No me puedo sentir así. ¿Qué es esto?

Pero se siente como si su olor se hubiera quedado flotando en el aire. Me doy cuenta de que mi mano está temblando, y la meto con cuidado en el bolsillo de mi pantalón.

Somos una historia pasada. Una sola noche y nada más.

Pero no fue una noche. Fue la luz del atardecer entre las flores, con su piel y su cuerpo. Con su voz diciendo mi nombre mientras se deshacía entre mis manos. Fue conocer una forma diferente de amor al que ya conocía, y ya no intento fingir que, incluso si fue por unas horas, nos amamos.

No me importa si suena loco.

No me importa si los dos volvimos a otra vida y a otras personas después.

Ese pequeño instante bajo la luz del atardecer, fue amor; y lo va a ser siempre.

Por eso, mientras veo a su novio al otro lado del salón, mi cuerpo se siente un poco enfermo. No puedo sentir esto y al mismo tiempo amar profundamente a la mujer que tengo al lado. No se supone que el amor funcione de esa manera.

Básicamente estoy tratando de reponerme cuando la agitación general me encuentra.

Empieza por un griterío de la prensa afuera del salón en el que estamos, que corea el nombre de ella porque saben que está aquí.

Frunzo el ceño, y empiezo a caminar de vuelta hacia mi mesa, porque es extraño.

Es real que Calypso es posiblemente el artista más grande aquí esta noche, pero parece muy al azar que de la nada los periodistas hayan empezado a aclamar así por ella.

Justamente Sharick viene llegando de hablar con gente seria e importante cuando me aproximo a la mesa, y su cara luce ligeramente pasmada.

- ¿Qué pasa? – Pregunta Villa, ya poniéndose de pie como para contenerla

Les quiero pegar un puño en la cara a los dos, porque ninguno parece darse cuenta de lo mucho que le importa al otro, y siguen encontrando excusas rebuscadas para no permitirse quererse.

- ¿Escucharon lo que se está diciendo? – Pregunta ella, que luce como si fuera a vomitar

- No, ¿qué pasa? – Pregunta Villa

Los ojos de Shari me encuentran, y me pica la parte de atrás del cuello, porque esa mirada de su parte nunca ha desembocado en nada bueno.

Es muy desconcertante que ella se las arregle para sentirse al mismo tiempo como uno más de nosotros, y comparta nuestros juegos y chistes internos, pero al mismo tiempo sea parte de nuestro equipo y tenga ese switch que la convierte en una ejecutiva adulta y responsable, parte de nuestro sello y codeada con mánagers, representantes y empresarios de la industria.

Buenas noches, ladrón » Martín Vargas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora