26. Tango

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Isaza y Villa están hablando por los codos, exponiendo por qué irse de gira con ellos es lo mejor que Kat podría hacer.

Le hago una seña disimuladamente desde mi lado de la mesa, diciéndole sin palabras que, si está incómoda, los echaré.

Mi corazón se calienta porque, aunque solo hice el más pequeño gesto con mi cabeza, ella me entiende.

Niega imperceptiblemente con la cabeza, y deja que Isaza tome su mano y le señale el anillo, diciéndole que, si no se lo ha quitado, es porque de verdad lo quiere y ahora debe irse de gira con él y cuidar sus guitarras.

Es muy nuevo verla tan cómoda alrededor de gente que no es de su círculo habitual.

Es más extraño aún porque se trata de hombres, y están siendo intensos y fastidiosos, pero ella no luce tímida ni incómoda.

De hecho, parece estar divirtiéndose, y francamente se ve un poco encandilada por la atención.

Me gusta verla así.

Es una persona muy talentosa, y se merece ser adulada todo el tiempo.

Ellos le están hablando en términos musicales que ni siquiera entiendo, pero ella está toda sonrojada, así que creo que le están diciendo cosas lindas.

La mirada de ella encuentra la mía y me sonríe.

Le sonrío de vuelta y le hago un guiño. Aparto la mirada nerviosamente, porque todo este tema de ser coquetas en frente de la gente me hace sentir como una colegiala.

Cuando mis ojos se alejan de los de ella, me encuentro mirando directamente la cara de Simón.

Esa cara que tiene los mismos ojos de Martín.

Siento que el sonrojo me sube a las mejillas, aunque él tiene la decencia de mantener su rostro estudiadamente en blanco, pero me puedo imaginar lo que está pensando.

No ayuda en absoluto que su celular suene en ese momento, y él se levante con discreción para contestar.

La conversación de guitarristas es un poco abrumadora, así que vuelvo a buscar la mirada de Kat, y le hago una pequeña seña.

No sé en qué momento aprendimos a leernos así, pero ella solo asiente ligeramente, diciéndome que está bien con los chicos.

Susurro una pequeña excusa y me levanto de la mesa.

Salgo del restaurante y me dejo caer en las bancas metálicas del exterior, mientras respiro una bocanada del aire sucio pero extrañamente calmante de Nueva York. Cierro los ojos por un segundo, tratando de entender toda las sensaciones que me invaden el cuerpo.

La visita de los chicos tiñe todo de una nostalgia contra la cual no sé cómo pelear, sobre todo porque es muy raro ver solo a tres de ellos, y no sé cómo demonios pueden coexistir en mi interior la ilusión y los sentimientos nuevos que tengo por Kat junto con el dolor y la pérdida por la ausencia de Martín.

Abro los ojos de golpe cuando alguien se sienta a mi lado, y mi pecho se constriñe cuando me doy cuenta de que se trata de Simón.

Me mira con una nostalgia similar a la que yo siento por verlo, porque no solo perdí a Martín, sino a esta persona que era como mi hermano mayor.

- Hola – Le digo con un susurro

- Hola

- ¿Cómo estás?

- Muy cansado. Ya sabes cómo son los finales de gira

- ¿Van a casa?

- Si. Tenemos un par de cosas que hacer en el estudio, y luego pasaremos dos semanas en Bogotá antes de volver para la gira por Estados Unidos. ¿Cómo estás tú?

Buenas noches, ladrón » Martín Vargas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora