3. Amanecer

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Es raro para mí estar tan sobria a esta hora.

La fiesta ya murió hace rato.

Los amigos del ladrón han entrado a dormir a su bus, que no se va todavía.

Hemos pasado la noche hablando y riendo, y me he enterado de que pasado mañana ambos estaremos en la segunda noche de este mismo festival en San Antonio.

- ¿Tienes libre mañana también? – Me pregunta Martín con los ojos entrecerrados

Ambos estamos cansados, y lo más responsable sería irnos a dormir, pero no quiero renunciar a su compañía todavía.

Ahora mismo, hemos subido por las escaleras de emergencia al techo de su bus y estamos recostados sobre el metal mirando el cielo.

El viento del amanecer es fresco y nos envuelve como una caricia.

Él está recostado tan cerca de mí que su brazo se toca con el mío, aunque me he distraído mirando el cielo más allá de las montañas áridas de Texas que se ven a la distancia.

Soy una persona muy nocturna, pero no tengo ni un vago recuerdo de haber hecho algo tan tranquilo y sosegado como esto en mucho tiempo.

Me vuelvo y lo miro por encima de mi hombro.

- No. Mi bus se va a las 7. Tenemos prensa y una sesión de fotos mañana – Le digo con una mueca

- Lo siento, estoy acá quitándote tiempo precioso de descanso. Es que me encantan los amaneceres – Se excusa. Niego con la cabeza

- No te preocupes. No soy de dormir mucho, y me alegra que me hayas convencido de hacer esto

Me sonríe, así que le sonrío de vuelta.

Lo escucho suspirar, y le pregunto lo que he querido preguntarle toda la noche.

- Dime algo, Martín – Le pido, y me pongo de lado para ver sus ojos.

Él también se pone de lado para mirarme.

- Me gusta como se escucha mi nombre cuando lo dices tú – Observa distraídamente, y su sonrisa parece hacerse más grande y sincera

- Cállate, tonto. Te quiero preguntar algo en serio – Le digo con una risita, y le doy un golpecito con el hombro

Se ríe también. El viento me alborota el pelo, y el extiende una mano y me lo aparta gentilmente de la cara.

Sus dedos bordean mi mejilla con dulzura, y el modo en el que está mirándome me hace sentir muy nerviosa, porque siento que está viendo todo sobre mí y soy un fraude.

- Dime – Me dice, y deja una caricia dulce en mi mejilla antes de que su mano caiga de nuevo en el pequeño espacio que hay entre los dos.

Sus dedos quedan tan cerquita de los míos que siento el extraño impulso de cubrir mi mano con la suya.

- ¿Hay una chica esperándote de vuelta a casa? – Pregunto por fin.

Porque la energía que corre entre los dos no puede ser producto de mi imaginación.

Porque estar aquí mirando como el cielo pasa de negro a ese tono de morado hipnótico y profundo previo al amanecer es pacífico y bonito, pero me hace sentir muy fuera de mi elemento.

No sé quién soy tan lejos del escenario, el brillo y el rock and roll.

No sé quien soy cuando todo se queda en silencio, y no sé por qué el parece tan empeñado en sacarme de mi elemento.

Buenas noches, ladrón » Martín Vargas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora