37. Los quiero a los dos

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Houston, Texas.

12 horas antes.

Kat.

Desde el instante en que la prueba de sonido se acaba, las sensaciones contradictorias me estallan dentro del pecho, y creo que nunca van a dejar de hacerlo.

Hanna me pasa por el lado sin apenas mirarme, y mi pecho se encoge porque creo que ahora ella me odia, y la culpa de eso no es de nadie más que mía.

Fui yo quién la apartó.

Fui yo la que ya no podía soportar oírla hablar sobre la banda, porque nunca tuvo sentido que odiara saber que siguieron adelante sin mí, aún cuando eso era todo lo que siempre quise.

No habría podido soportar haberme llevado el sueño de las 4 cuando se rompió el mío.

Entonces, ¿por qué parecía doler tanto que me reemplazaran?

¿Por qué verlas en el escenario sin mí se sentía como una daga?

Nunca pude entenderme, y la sensación de no tener sentido ni siquiera para ti mismo tiene que ser una de las peores que existen.

Francamente, por aquellos días todo parecía bastante horrible, y lo único que se me ocurrió fue cortar de raíz con todo aquello que me hacía sentir de esa manera.

Nunca volví a tocar.

Jamás llamé a Martín, a pesar de que me dijo que estaría ahí para mí si lo necesitaba.

Y rompí todo contacto con las chicas.

Por un tiempo me pareció que funcionaba, y que no tener nada que ver con Kat Kiss me iba a permitir empezar una nueva vida lejos de todos los fantasmas que, literalmente, no me dejaban dormir.

.....Hasta que volví a ver a Martín, y empecé a darme cuenta de que no todo ha cambiado.

Kat Kiss no es algo que puedo borrar de un plumazo y olvidarme de que fue parte de mi vida.

Ahora mismo, mientras salimos del campo en el que se llevará a cabo el festival, la primera nota de guitarra de una canción de Calypso suena a mis espaldas, y me estremezco.

Ya hemos girado ligeramente por detrás de las carpas de producción de camino a la salida, pero me detengo de golpe y me giro.

Las pantallas están apagadas, pero ya que el campo está vacío, puedo ver el escenario.

Hanna empieza a cantar, pero no se escucha, así que hace una seña hacia la consola.

Ahora su ingeniero es una mujer, pero recuerdo vívidamente que antes se habría girado para encontrar a Santi ahí, y se habría señalado el oído con una sonrisa, que él habría respondido de forma coqueta, y se habría inclinado para hacerle un comentario dulce que solo ella podría escuchar.

He tratado de bloquear tanto esos recuerdos, que por primera vez me doy cuenta de que también bloqueé lo bueno.

La guitarra vuelve a sonar y siento que me hace eco por todo el pecho.

Los demás se dan cuenta de que me he quedado atrás, y finalmente se detienen.

Nana empieza a venir hacia mí, pero Simón cruza un par de palabras con ella que terminan en Nana asintiendo, mientras Isaza entrelaza su brazo con el suyo y la conduce hacia la salida mientras conversan.

Se siguen alejando mientras Simón viene hacia mí en el momento en el que Hanna empieza a cantar.

Creo que no sabe que estoy aquí viéndola con un nudo en el pecho cuando se mete el pick a la boca para rasgar la guitarra con los dedos, justo como yo le enseñé a hacerlo.

Buenas noches, ladrón » Martín Vargas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora