24. Tres deseos

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La habitación se queda sumida en un silencio tan profundo que se siente como si se hubiera detenido el tiempo.

Un trueno resuena en la calle y ella salta.

No digo nada, porque no sé qué decir.

Ella enrolla sus dedos alrededor de sus muñecas y se las acaricia pensativamente. Primero la muñeca derecha con la mano izquierda. Luego la muñeca izquierda con la mano derecha, como suavizando un dolor que seguramente siempre va a vivir ahí en sus recuerdos.

Mi corazón se siente un poco más roto de lo que ya está por ella, porque me está mirando como si viera a través de mí, y estuviera en un lugar muy, muy lejos de aquí.

- Kat – La llamo

Ella sacude la cabeza y vuelve del recuerdo que sea que la tenía prisionera.

Suelta sus manos, aunque inmediatamente las mete en los bolsillos de su pantalón.

Se tambalea sobre sus pies y baja la mirada al suelo, luciendo pensativa.

Luego levanta la cara de golpe y me mira. Se muerde el labio inferior, como si calibrara alguna decisión, aunque no estoy segura de cuál, considerando que no hemos dicho una sola palabra desde mi estallido.

Y después camina con paso decidido hacia mi cama, en donde estoy sentada.

Se deja caer a mi lado, patea sus tennis fuera de sus pies y se sube a mi cama de manera obstinada, como retándome a que le diga algo por estar ahí.

No le digo nada.

Me devuelve esa mirada altanera que la hace verse muy, muy bonita, y que me recuerda un poco a esa mujer fiera que solía ser cuando se colgaba una guitarra y a la que solo llegué a ver en algunos videos.

- Me gustaría hablar contigo – Declara

Subo una ceja, porque soy un poco rencorosa.

- ¿Y te vas a ir cuando se ponga interesante?

Aclara la garganta, y baja la mirada de nuevo hacia sus dedos.

Tiene un anillo con forma de estrella en el dedo índice, y me distraigo mirando sus manos elegantes, con esos dedos largos de músico que todavía conservan sus cayos de guitarrista a pesar del tiempo que lleva sin tocar.

Se aclara la garganta.

- Lamento haberme ido. Esto es muy difícil para mí

- ¿Y qué es esto? – Le pregunto

- Esto – Indica, moviendo su mano en el espacio entre las dos, como si eso sirviera como respuesta

- Te voy a contar algo acerca de mí, Kat – Le digo, mientras me subo en mi cama y apoyo mi espalda en el cabecero.

Me enrosco en mi manta, porque me siento demasiado mal para estar charlando de temas serios, pero supongo que con ella aplica la premisa de que es ahora o nunca.

Me mira de reojo cuando ve que me he acomodado, y hace lo mismo.

Se sube a la cama junto a mí, y apoya su espalda en el cabezal a mi lado.

Todo luce muy mal para nosotras en este momento, pero no mentiré diciendo que la sensación de tenerla aquí no es increíble.

Me mira a la expectativa, así que suspiro.

- Soy una persona que cree en la honestidad como un estilo de vida. No le tengo miedo a las conversaciones incómodas, porque creo que las relaciones humanas de calidad se sustentan en ellas. Sé que es un modelo de vida que me ha metido en muchos problemas, y que mucha gente no ha entendido, pero prefiero hablar con la verdad y ganarlo o perderlo todo que quedarme con paños de agua tibia eternamente – Declaro, porque es obvio que esta conversación se va a poner incómoda muy rápidamente.

Buenas noches, ladrón » Martín Vargas (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora