20. Bloody weekend

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Una vez me dijeron que quienes matan a los héroes son villanos y quiénes matan a sus enemigos son héroes.

Pero estando aquí, no sabría decir que somos, si villanos o héroes.

Supongo que como bien dijo Evelyn, no existen ni bueno ni malos, solo personas que cometen errores.

—¿Listo, Cav?—me preguntó Riley.

—Desde luego, Cooper—asentí.

—Nada nos detiene, ¿eh?

—Nada—confirmé, sonriendo de lado.

—Quería pedirte disculpas por todos mis comportamientos infantiles.

—¿Comportamientos infantiles? No tuviste ningún comportamiento infantil, Riley. Ni durante nuestra relación ni mucho menos después—negué, guardando una navaja en una banda que rodeaba mi tobillo, bajé el pantalón tapando mi tobillo y me puse las botas militares—. No hiciste nada malo.

—¿Seguro?—preguntó haciendo lo mismo, solo que las navajas que él portaba eran de mariposa.

Él sabía manejarlas a la perfección.

—Desde luego—asentí poniéndome de pie—. ¿Los demás dónde están?

—Ardian y Aiden están preparando las armas y los demás preparándose.

—¿Tú estás listo?—cuestioné.

—Siempre estoy listo, Cav.

—Pero está vez es diferente—me giré hacia él—. ¿Estás listo para matar a William?

—Estuve listo desde los diez años, Carter. No creo que sea difícil, ni para mí ni mucho menos para Reeth.

—Genial—asentí—. ¿Tú confías en la nueva?

—¿Amelia? Parece ser una chica astuta, de confianza y una persona con la que contar—asintió.

—Bien.

—¿Por qué lo preguntas?

—Porque lo que dijo Ardian me dejó reflexionando—admití—. No pedí vuestra opinión al organizar todo esto, y supongo que eso es injusto porque vosotros también tenéis derecho a opinar y retroceder si queréis.

—No creo que nadie quiera retroceder, Cav—negó—. Todos los que están aquí lo están por su propia voluntad. No obligaste a nadie a unirse a esta banda.

—Gracias, Cooper—sonreí.

—De nada.

Nos vimos envueltos en silencio, uno de esos incómodos que no te dejaban ni respirar.

—Bueno, tengo que ir a buscar a Evelyn. Necesito hablar con ella—murmuré, rompiendo el hielo.

—Nos vemos abajo entonces—salió de la habitación y yo hice lo mismo.

Él bajó las escaleras para unirse a los demás y yo fui a la habitación de Evelyn.

Y como me esperaba, estaba ahí, podía oír el latido de su corazón a la perfección. Incluso podría decir que me sabía de memoria su ritmo.

—¿Puedo pasar?—cuestioné sin abrir la puerta.

—Entra, Cav.

Abrí la puerta y me obligué a mi mismo a sonreír.

—Te ves bien—cerré la puerta y me apoye en ella.

—¿Sabes? Me recuerda a aquella vez que fuimos a pasar el fin de semana en el bosque.

Un Beso LetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora