2. Two brothers

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Carter está aquí.

No, déjame volver a escribir eso.

Mierda, Carter está aquí.

Llegué al departamento hace cinco minutos con Elisa.

Ambas agotadas después de pasar tres horas en el gimnasio.

¿Y que me encuentro?

Me encuentro a Carter Cavalier y a Riley Cooper en la sala de estar charlando animadamente con Levy.

Me quedé parada al lado de la puerta y fruncí el ceño mirando a Levy.

Él se encogió de hombros.

—Buenas tardes—saludó Elisa con emoción corriendo hacia Riley—hace siglos que no te veo, Cooper.

—Hace dos meses—aclaró el pelinegro abrazándola—hace dos meses que no me ves.

Dos meses.

Joder.

—Hola—murmuré evitando la mirada de Carter.

Aunque él parecía acompañar cada uno de mis movimientos con una mirada calculadora, cuando por fin nuestros ojos se encontraron sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo.

Sí, el mismo escalofrío que sentí al mirarle por primera vez a los ojos aquella vez frente a la cafetería de la universidad en Teivel.

Fue también la misma mirada fría que me dedicó aquella noche en la cabaña cuando discutimos, y todas las veces que discutimos y él verdaderamente estaba furioso conmigo.

—Cooper y Cavalier están aquí por el caso del secuestro—habló Levy al notar aún mi ceño fruncido.

—¿Supisteis algo más?—cuestioné esperanzada.

—Sí, y tu novio no está ayudando a seguir la pista—contestó el castaño.

¿Mi novio...?

Al abrazar a Elisa me rodeó y desapareció en el pasillo.

Vete a la mierda, Cavalier.

—¡Riley!—exclamé emocionada corriendo hacia los brazos del pelinegro.

Él se rio suavemente y me abrazó apoyando su barbilla en mi hombro.

—Estás más alta—comentó al separarse.

Dió un paso hacia atrás y me observó de arriba abajo.

Reí ante su expresión.

Tenía razón, estoy más alta.

En estos meses las cosas cambiaron y entre ellas mi altura.

—Mide uno con setenta ahora—comentó Elisa pasando su brazo por mis hombros.

Sí, escuchaste bien.

Uno setenta.

Ya no soy la pitufa de la que Cavalier solía burlarse.

—Guau—Riley sonrió de inmediato—no me lo puedo creer.

—Y además se apuntó conmigo al gimnasio—añadió la pelinegra.

—Sí, eso lo mencionó Levy—Riley asintió señalando a Levy quien me sonrió con total inocencia.

—Iré a ducharme—indiqué señalando hacia el pasillo.

—Ya te duchaste en el gimnasio—Elisa enarcó una ceja.

—Volveré a ducharme—me encogí de hombros desapareciendo en el pasillo.

Un Beso LetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora