Ciudad de México. Mansión ubicada al sur de la ciudad. Hora: las 17:45 p.m. Seis horas después del suceso. La tensión en el salón de la mansión era tal que se podía casi tocar, la gente estaba de pie en pequeños grupos. Unos hablaban en voz baja, preocupados, mientras otros, callados, rompían de vez en cuando a llorar. Se oían voces reconfortantes, otros se mantenían aparte del resto, de pie o sentados, ejerciendo sobre sí mismos un férreo autocontrol que los obligaba a permanecer inmóviles y en silencio, esperando. Victoria era de estos últimos, estaba sola, sentada en uno de los sofás, y su aspecto era sereno, tranquilo, miraba la pálida alfombra bajo sus pies en apariencia inconsciente de todo lo que la rodeaba, pero no era en absoluto inconsciente de lo que la rodeaba, ni estaba tranquila, a cada instante cada ruido reverberaba en su cabeza como un escalofrío, estaba ahí sentada sin moverse, muy quieta y con la espalda recta porque sabía que si se movía, aunque sólo fuera un músculo, toda su entereza, ganada con tanto esfuerzo, se vendría abajo, de hecho ya había ocurrido, cuando le dieron la noticia, su reacción inicial había sido la de sentirse horrorizada, fuera de sí, entonces intentaron llevarla a la cama, intentaron darle tranquilizantes para sacarla de su estado atormentado y hacer que se durmiera para que se olvidara de la situación, pero ella se había negado. Por supuesto que se había negado. ¿Cómo podía ninguna mujer, se preguntó, ninguna madre refugiarse en el sueño en un momento como ése? Como su reacción había sido alarmante y necesitaban algo tangible de qué ocuparse, ella se había convertido en la candidata perfecta para recibir las atenciones de todos y como sabía que no tenía fuerzas para oponerse a ellos al tiempo que controlaba los miles de temores que surgían en su interior se había visto obligada a calmarse, había fingido que conseguía dominarse y había tomado asiento en el sofá, en el que llevaba ya horas sentada. Horas... Esperando. Como todos los demás, esperando al hombre que debía llegar y hacerse cargo de la situación, le habían dicho que estaba de camino, como si esa información pudiera hacerla sentirse mejor. No se sentía mejor, nada podía hacerla sentirse mejor, nada Así que se quedó sentada, inmóvil, con los ojos verdes mirando para abajo para que nadie pudiera ver lo que ocurría en su interior. Se concentró en permanecer en calma mientras los demás llenos de ansiedad, eran incapaces de ver cómo su camisa negra de manga larga y sus pantalones ajustados acentuaban la tensión de su rostro pálido. Tampoco parecían darse cuenta de que estaba sentada tan recta porque el susto mantenía agarrotada su espina dorsal como si fuera de hierro, ni de que sus manos, agarradas la una a la otra sobre el regazo, estaban tensas y frías de modo que era imposible separarlas. Pero al menos no se acercaban a ella, al menos no intentaban reconfortarla murmurando palabras inútiles que ninguna madre quería oír en un momento como aquél, al menos la dejaban estar sola. De pronto, el sonido de neumáticos en la grava del camino que daba acceso a la casa hizo que todos se sobresaltaran y prestaran atención. Victoria no se movió, ni siquiera levantó la cabeza, había ruido de voces en la entrada, una sobresalía de entre las demás, profunda, dura y autoritaria; El aire de la habitación comenzó a helarse, entonces se oyeron pisadas firmes y precisas caminando hacia la puerta cerrada del salón, al abrirse por fin todos se dieron la vuelta fijando su mirada expectante en el hombre que apareció en el umbral. Sin embargo, Victoria mantuvo los ojos fijos en la alfombra, contaba cuidadosamente las rosas diminutas de su dibujo. Alto, delgado, piel morena, cabello negro y músculos tensos, llevaba una camisa blanca, corbata negra y un traje gris de seda caro que le sentaba como todo buen traje debe sentar, la nariz larga, fina y dura, la boca sensual y decidida, y los ojos desafiantes y fríos como los de un cazador, dorados, como un tigre, fríos como sus rasgos, un hombre de piedra estuvo de pie, firme en el umbral durante un momento, durante unos segundos eternos, irradiando un poder y una fuerza en la habitación que hizo que todos contuvieran el aliento, sus ojos extraños se fijaban en un rostro ansioso y luego en otro, observando la escena por entero y sin reconocer a nadie en particular. La chica joven sentada junto a la ventana dejó escapar un suspiro cuando él fijo su vista en ella, sus mejillas se sonrojaron y sus ojos hinchados se quedaron mirándolo como si estuviera suplicando por su vida. Fríamente sin prestar atención, caminó por la habitación hasta que sus ojos tropezaron con Victoria sentada sola en su inmenso esplendor, con la cabeza baja e inconsciente de todo; Entonces le ocurrió algo a sus ojos, nadie supo exactamente qué, pero todos los que lo vieron sintieron un escalofrío. Comenzó a caminar con gracia y soltura, sin volver a mirar por segunda vez a nadie, caminó y cruzó la alfombra parando justo delante de ella.
Ángel: Victoria (dijo en voz baja)
Ella no se movió, sus ojos se fijaron en los zapatos de piel fabricados artesanalmente que tapaban en ese momento el trozo de alfombra que había estado observando, pero aparte de eso no dio muestras de ser consciente de su presencia.
Ángel: Victoria (volvió a repetir de nuevo con un tono de voz más autoritario)
En esa ocasión sí obtuvo respuesta, las pestañas de Victoria vibraron y poco a poco sus párpados comenzaron a levantarse deslizándose por las largas y poderosas piernas, por el torso tenso de músculos sólidos cubiertos por la camisa blanca que no conseguía esconder la abundancia de vello negro ni la piel tersa de satén. Alcanzó a ver el cuello, moreno y tirante, luego el mentón rígido, la sombra de una línea que esculpía a la perfección la boca, la nariz fina, recta y masculina, las mejillas tersas con el lustre de la seda propia de las pieles bien cuidadas y por último los ojos, su mirada verde ausente se fijó en los ojos dorados de cazador, de aquel hombre al que hubiera deseado no volver a ver.
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FRUTO DE LA TRAICION
RomanceVictoria y Ángel se enamoraron desde el primer momento en que se vieron, se casaron por que querían pasar el resto de sus vidas juntos, pero el padre de él no aceptaba el hecho de que su hijo se hubiera casado con Victoria, así que para separarlos i...