Ángel: Estás avisada (murmuró besándola bruscamente)
A pesar de que aquel beso era un castigo, asaltó sus sentidos haciendo que le costara no sucumbir al él. Gimió protestando, fingiendo que le había hecho daño, y entonces él contestó en un murmullo mientras se apartaba:
Ángel: Te lo estabas buscando (dijo serio)
Victoria: y he recibido mi merecido, ¿no es eso? (murmuró a su vez apartándose de sus brazos)
Ángel: Lo que me sorprende (añadió con crueldad agarrándola de la muñeca) es cómo te afecta ¿No será que tienes cierta necesidad de estar con un hombre, Victoria? ¿No será que la princesa ha estado demasiado tiempo encerrada en su torre? (bufo) ¿Te has acordado de lo que tanto deseabas gracias a lo de anoche? (apretó aún más su agarre)
Victoria: ¿Y cómo puedes estar tan seguro de que la torre ha estado cerrada? (respondió negándose a rendirse con la facilidad de antaño)
Ángel: Puedes estar segura de que lo estoy (sonrió triunfante) ya te lo he dicho: «lo que es mío, es mío», y sé guardarlo (su expresión se tornó seria nuevamente) a ti te he guardado bajo vigilancia, sé que ningún hombre ha estado cerca de ti (dijo con una mirada penetrante)
Victoria: Excepto mi carcelero, incluso tú, (forcejeo para tratar de zafarse del agarre de él) por mucho que te hayas despreciado por ello, has sido incapaz de apartar tus manos de mí (arqueo una ceja)
Ángel: Yo tengo derecho legal a hacerlo (declaró) si es que no tengo derecho moral
Victoria: Y la princesa encerrada en la torre tiene la suficiente malicia como para dejar que su trenza caiga y ayude a su amante a subir (lo desafió recordando el viejo cuento)
Ángel frunció el ceño. Ella contuvo el aliento a sabiendas de que estaba tratando con un animal fiero en lo que se refería al tema del sexo, pero, por extraño que fuera, se sentía incapaz de parar, casi hasta le divertía el juego. Entonces él le soltó la muñeca y se relajó.
Ángel: Has cambiado mucho (arqueo una ceja) hace tres años no te habrías atrevido a hablarme así
Victoria: Desde luego que he cambiado (rio irónica) he crecido, me he endurecido, ¿Qué esperabas? (preguntó mirándolo con amargura), ¿qué siguiera siendo la estúpida inocente que era cuando nos casamos? ¿Que siguiera creyendo que tú me amarías y estarías de mi lado por encima de todo, pasara lo que pasara? (dijo indignada)
Ángel: ¡Fuiste tú quien se llevó un amante a la cama, no yo!
Victoria: ¡Y tú fuiste el que me arrojó a los lobos hambrientos y luego se mostró disgustado conmigo porque suplicara ayuda!
Ángel: Tomo buena nota de que no niegas tu pecado de adulterio (respondió mirándola con desprecio)
Victoria: ¿Y para qué? si de todos modos no vas a creerme (cruzo los brazos)
Ángel: ¿A creer qué? ¿Tus mentiras? (elevo un poco el tono de voz)
Victoria: Nunca te he mentido (se defendió)
Ángel: Negar la presencia de aquel hombre en tu habitación no era una mentira, ¿no? (dijo con una mirada acusadora)
Victoria: Nunca he negado que estuviera allí, sólo que yo lo invitara, pero no fue el caso por que yo no lo invite (molesta)
Ángel: No veo la diferencia (dijo fastidiado)
Victoria: Pues me niego a discutirlo contigo (respiro profundo) además esta conversación tendría que haber tenido lugar hace tres años, en este momento ya no me importa lo que piensas ahora sólo me importa mi hija.
Ángel: No ha sido mi padre quien ha raptado a tu hija, Victoria, él ha sido quien la ha recobrado, o al menos ha sido quien lo ha coordinado todo para que sus hombres lo hicieran (le conto) en este momento ella duerme bajo su protección y pronto, muy pronto te voy a hacer retirar cada una de esas odiosas palabras que has dicho sobre él. ¿Está claro? (le dio una mirada penetrante)
Estaba claro. Otra venganza. Otra razón para castigarla por haber sido lo suficientemente estúpida como para mezclarse con un clan de sicilianos tan unido. Ángel podía creer lo que quisiera sobre Álvaro, pero el simple hecho de que su hija estuviera en Sicilia mostraba a las claras quién había sido el culpable de todo el asunto. Lo que realmente la preocupaba era la razón por la que Álvaro lo había hecho. El avión privado de los Armenta aterrizó en el aeropuerto de Catania a mediodía y los dejó en un extremo de la pista de aterrizaje, lejos de la terminal pública. Era el poder del nombre de Armenta, salió a recibirlos el oficial de aduanas, y Ángel estuvo hablando con él; el cansancio era evidente en todas las líneas de su rostro a pesar de que se había dormido durante todo el trayecto, no obstante, la hostilidad que seguía existiendo entre ellos Victoria sintió pena por él, cuarenta y ocho horas antes él estaba en Nueva York, y desde entonces había cruzado el Atlántico, se había enfrentado a una crisis y había volado otros cuantos cientos de kilómetros hasta allí.
Ángel: Vamos (dijo poniendo una mano sobre la espalda de ella)
Su contacto le produjo una sensación de cosquilleo en toda la piel, se había quitado la chaqueta al entrar en el avión y sabía por experiencia que en Sicilia no le haría falta ponérsela, pero habría deseado llevarla en ese momento, habría preferido asfixiarse que sentir el contacto de su mano tan cerca de la piel, no era una sensación repulsiva lo que sentía, ni mucho menos; En las pocas horas en que había vuelto a estar en su compañía sus sentidos se habían acostumbrado de nuevo al maestro y señor de su cuerpo y lo reclamaban excitados, de eso no cabía duda, ésa era la humillante verdad, y no le resultaba fácil vivir con ella. ¿Acaso tenía razón Ángel cuando dijo que estaba sedienta de un hombre?, se preguntó, esperaba que no fuera así, esperaba que aquella fuera simplemente una breve reacción a la presión bajo la cual había estado viviendo en los últimos días, porque era una cuestión de orgullo, no quería sentirse atraída por el hombre que la había herido profundamente. Era un día típicamente siciliano, el aire era caliente y seco y el sol quemaba en un cielo azul, un coche los esperaba una limusina blanca brillando al sol, Ángel la hizo entrar y luego se sentó a su lado, pero ninguno de los dos habló, ambos estaban tensos, Victoria se preparaba para el momento en que volviera a encontrarse con su hija, impaciente y nerviosa al mismo tiempo, se quedó mirando la costa soleada por la que pasaban y frunció el ceño, no sabía cómo iba a reaccionar él ante el primer encuentro con la niña, con la prueba más palpable de la traición de su mujer. Ella vio la casa nada más girar en una curva, se levantaba a medio camino en la pendiente escarpada del valle, el corazón le dio un vuelco al reconocer la edificación de paredes blancas llenas de flores y plantas que se articulaba en distintos niveles con terrazas siguiendo la inclinación de la falda de la montaña hasta la playa, de pronto dejó de verla al entrar en una especie de túnel hecho de árboles que cubrían el camino, no lejos de la casa, era el único acceso a ella, exceptuando por mar, era un lugar hermoso, privado e idílico, una muralla alta y blanca se elevaba tras los árboles, con dos sólidas puertas de madera pintadas de azul como única nota de color, el coche paró y las puertas se abrieron, luego comenzó a moverse de nuevo hasta llegar a un patio de vivos colores con olivos que daban sombra y una pequeña fuente.
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FRUTO DE LA TRAICION
RomanceVictoria y Ángel se enamoraron desde el primer momento en que se vieron, se casaron por que querían pasar el resto de sus vidas juntos, pero el padre de él no aceptaba el hecho de que su hijo se hubiera casado con Victoria, así que para separarlos i...