Capitulo 42.

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Ángel: ¿Qué diablos? (pregunto, ya que llegó justo cuando el helicóptero despegaba) ¿Quiere alguien decirme qué está ocurriendo aquí? (se acercó a su padre)

Álvaro: Meningitis (respondió) La enfermera sospecha que Nicole tiene meningitis

Media hora después el helicóptero aterrizo en el hospital de Catania y los médicos la ingresaron en cuidados intensivos, Victoria permaneció todo el tiempo a su lado. Pasaron las horas y por fin apareció Ángel, aunque ella apenas se dio cuenta Ángel estaba muy pálido. La tomó de la mano, que se le había quedado helada, pero no dijo nada. No podía decir nada. Y permanecieron así durante mucho tiempo. Por fin, Ángel se sentó. Llegaron los médicos, la examinaron, y volvieron a irse. Luego llegaron enfermeras, le hicieron pruebas, le pusieron inyecciones. De pronto les ordenaron que salieran de la habitación. No dijeron por qué, pero fue la primera vez que Victoria pareció reaccionar.

Victoria: ¿Qué? (respiró asustada) ¿Por qué?

Enfermera: Sólo será un momento, señora Armenta, señor Armenta (contestó la enfermera que los condujo fuera y les ofreció café)

Ángel obligó a Victoria a beber el café, pero ella apenas supo lo que hacía. Luego la estrechó en sus brazos, pero ella no lo abrazó a él. Estaba como inconsciente. No se movía. Los minutos pasaron. Ángel intentó que ella reaccionara besándola en el cuello, las mejillas, las manos. Pero era inútil.

Enfermera: Señor Armenta, señora Armenta. (los miro) Ya pueden volver a entrar

Victoria se soltó de su abrazo para entrar.

Ángel: ¡Victoria...! (murmuró)

Ella sacudió la cabeza. Estaba pálida.

Victoria: Ahora no, Ángel (contestó dándole un golpecito en el pecho para que no se ofendiera y se dirigió a entrar de nuevo en la habitación)

Las horas siguieron pasando y entonces apareció Álvaro. Nadie supo cómo había conseguido llegar, pero ahí estaba. Miró a la niña y rompió a llorar. Ángel sabía que estaba mal, pero no sentía deseos de ocuparse de él, sólo quería cuidar de Victoria. Sin embargo, Álvaro se acercó a él.

Álvaro: Tengo que hablar contigo, hijo (lo miro)

Ángel: Más tarde, ahora no (contestó, buscando a la enfermera de su padre para que se lo llevara) Que vuelva a casa, este no es lugar para él (le dio órdenes a la enfermera)

Álvaro: ¡Pero necesito hablar contigo, hijo! (insistió)

Ángel: Más tarde (repitió volviendo al lado de Victoria)

Pasaron más horas. La enfermedad de Nicole tuvo su crisis y por fin pasó. Sólo había que esperar. Esperar a que Nicole se despertara para que los médicos pudieran comprobar la extensión de los daños que la enfermedad había causado en ella, si es que había habido daños. Al menos era seguro que no iba a morir. La trasladaron desde cuidados intensivos hasta una habitación para ella sola en la que Ángel consiguió que instalaran otra cama para Victoria.

Ángel: Recuéstate un rato. Yo me quedaré al lado de su cama. Si se despierta o se mueve, te despertaré (le aseguro) Ahora debes descansar (la llevo a la cama, la ayudo acostarse y la arropo con una manta)

Dormir, pensó Victoria. Cerró los ojos. Y pasaron más horas. Otro día, Victoria ni siquiera sabía si habían pasado tres o cuatro días. Ángel había ido a un hotel a descansar y Álvaro había estado el día anterior pero ese día, no lo había visto. No le extrañaba. Su aspecto el día anterior había sido casi tan horrible como el de la niña.

Álvaro: Nunca me perdonaré a mí mismo (había dicho lleno de dolor)

Victoria: ¿Tú? Pero tú no tienes la culpa de que Nicole esté enferma, Álvaro (contestó para tratar de calmarlo)

Álvaro: Sí la tengo (lloró) ¿Recuerdas a ese amigo al que fui a ver con Nicole en las montañas la semana pasada? (dijo con voz temblorosa) Pues en el pueblo hay otros dos niños más con la misma enfermedad. Fui yo quien la expuse a ella al llevarla allí. Nunca me lo perdonaré, ha sido culpa mía (se cubrió el rostro con las manos)

Victoria: Ni siquiera tú puedes cambiar el destino, Álvaro (sonrió cansada) No ha sido culpa tuya, ha sido el destino. No te tortures más a ti mismo con esas estúpidas ideas (puso su mano en el hombro del hombre)

A pesar de las palabras de Victoria para convencerlo de que él no era culpable, no había conseguido convencerlo. Álvaro había decidido cargar con todas las culpas y no había forma de remediarlo. Las horas siguieron pasando y entonces volvió Ángel del hotel. Su aspecto era terrible. Era extraño porque había ido a pasar la noche, a descansar por fin en una cama, pero en lugar de hacerle bien estaba aún más pálido y más tenso. Apenas dijo hola ni la miró al entrar. Se sentó en una silla al lado de la cama de Nicole y la miró. Pero no la veía. Su aspecto era de confusión. Cómo supo Victoria lo que ocurría, lo que le pasaba, nunca lo habría podido decir.

Victoria: Lo sabes, ¿verdad? (preguntó en voz baja)

Él no contestó. Volvió a mirar a la niña tenso, como petrificado, y poco a poco se fue desmoronando sin control-.

Victoria: ¡Ángel... no! (murmuró acudiendo a su lado y tomándolo de la mano)

Él la agarró también, muy fuerte, y luego su cabeza cayó sobre la cama y comenzó a llorar. Nunca en la vida había visto o sentido algo parecido. Sus ojos se llenaron también de lágrimas. Corrió hacia la puerta para cerrarla y salvar el orgullo de su marido ante la mirada de la gente. Luego, se quedó en pie sin saber qué hacer. Acercarse y abrazarlo sería lo peor, le haría perder la dignidad. Decidió sentarse en su silla, al otro lado de la cama, y ofrecerle su mano consoladora. Él la aceptó y la agarró a su vez. Aquello pareció procurarle la calma que necesitaba para recuperar el control. Dejó de llorar y de pronto se puso en pie, volviendo la cabeza hacia otro lado para que ella no pudiera verlo. Se acercó a la ventana y estuvo mirando hacia fuera durante un rato muy largo.

Victoria: ¿Qué tal está él? (preguntó al cabo del tiempo) Me refiero a tu padre

Él no contestó de inmediato. Su mandíbula se apretaba como si intentara aún controlar sus emociones.

Ángel: Ha vuelto a la villa, está en la cama. La confesión lo ha... destrozado (le conto)

Victoria asintió. Comprendió la razón por la que Álvaro no había vuelto al hospital a ver a Nicole, y comprendió también por qué había confesado la verdad. Intentaba redimirse a los ojos de Dios. No ante Ángel, él sabía perfectamente que su hijo nunca lo perdonaría. Pero confesándole a Ángel otro pecado esperaba redimir el pecado de haber expuesto a su nieta a una enfermedad mortal, aunque aquella confesión le costara el amor de su hijo. Victoria lo compadeció.

Victoria: Lo siento (murmuró)

FRUTO DE LA TRAICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora