Capitulo 12.

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«Lo que es mío es mío» repitió Victoria para sus adentros. Él nunca se retractó de aquellas palabras, durante el mes siguiente no lo vio ni oyó hablar de él y ella no se movió de la villa. Victoria no tuvo que escuchar chanza alguna por parte de Álvaro sobre el fracaso de su matrimonio ni sobre la preferencia de su esposo por estar en cualquier lugar que no fuera junto a su patética esposa, pero tampoco se le ocurrió sospechar que Álvaro preparaba una trampa para ella cuando recibió un mensaje, supuestamente de Ángel, para reunirse con él una noche en un hotel de Catania en el que solían alojarse cuando salían a ver alguna función en la ciudad, llegó a la suite en la que debían verse, nerviosa, algo asustada, rogando a Dios para que él le hubiera pedido que fuera allí comprendiendo que ella no era feliz y que necesitaban estar a solas y hablar sin interrupciones, entró en la habitación con la llave que le habían procurado, metió su pequeño equipaje en el dormitorio y salió a esperarlo al salón de la suite, pero él no aparecía, cuando el reloj marco las diez comenzó a sentirse enfadada, hacia las once estaba preparada para irse a la cama y hacia las doce estaba intentando dormir cuando de pronto oyó el ruido de las llaves en la puerta, salió de la cama feliz con su camisón de seda color crema, justo cuando se abrió la puerta y entonces fue cuando ocurrió, fue un shock, algo horrible, confuso; porque el que entraba no era Ángel sino Rogelio quien se paró en el umbral de la puerta abierta, sonrió y murmuró:

Rogelio: Victoria, querida, estás preciosa, como siempre

La incomprensión la dejó helada e inmóvil, él dio un paso hacia ella, la atrajo hacia sus brazos y ella se dejó en silencio, incapaz de hacer o decir nada y preguntándose cómo era posible que estuviera en esa situación, tenía que ser un error, pensó ella en sus adentros. Rogelio había cometido un tremendo error, pero entonces otra mano abrió con fuerza la puerta. Ángel estaba de pie en el umbral, su rostro parecía de piedra, sus ojos negros de cazador la miraban atónito, ella permanecía inmóvil, se sentía impotente, confusa, alarmada y horrorizada.

Ángel: Así que mi padre tenía razón. ¡Eres una zorra! (grito)

Eso fue todo lo que dijo, toda la culpa recayó sobre ella, su silencio la condenaba, su rubor la condenaba, la forma en que Rogelio desapareció por el balcón sin decir una palabra la condenaba, nunca supo a dónde se dirigió ni nunca le importó, y también el camisón de seda comprado especialmente para esa noche la condenaba. Él se quedó inmóvil, igual que ella, su mente no pensaba más que en cómo era posible que Rogelio hubiera creído en ese momento que ella lo estaba esperando, y entonces cayó en la cuenta. Se puso pálida de ira, no de vergüenza. Álvaro. Álvaro lo había arreglado todo.

Victoria: ¡Ángel, por favor! (exclamó con ojos fieros y suplicantes) no es lo que tú crees

Él dio un paso hacia ella, su semblante fue tornándose de pétreo a amenazador, levantó una mano como para pegarle y entonces ella gritó dando un paso atrás y tapándose la cara para protegerse

Victoria: ¡No! ¡Por el amor de Dios! ¡Tienes que escucharme! (dijo con miedo)

Ángel: Nunca (contestó apretando los dientes) tú para mí ya no existes

Aquello lo dijo completamente en serio, pudo comprenderlo por la expresión glacial de sus ojos negros, era demasiado, Victoria se desmayó a los pies de él, cuando se despertó estaba sola, tirada en el suelo justo donde había caído y desde entonces no había vuelto a cruzar una sola palabra con él hasta ese día que secuestraron a la niña, no le habían permitido volver a la villa, la suite de aquel hotel se convirtió temporalmente en su prisión hasta que Santiago, frío y poco comunicativo, fue personalmente a buscarla para escoltarla fuera de la isla de vuelta a México, sintiéndose desesperada, débil y nerviosa hizo todo tal y como le ordenaron que lo hiciera, volvió a la casa de la Ciudad de México y permaneció en ella durante semanas esperando; Esperaba que él se calmara, que recapacitara y se diera cuenta de que ella menos que nadie en el mundo sería capaz de hacer algo como tener un amante, fue entonces cuando descubrió que estaba embarazada, todo cambió. Intentó comunicarse con él por teléfono, pero él se negaba a hablar con ella, le escribió cartas, pero él no las leía ni daba muestras de recibirlas, al final desesperada, acudió a Santiago en busca de ayuda, lo llamó y le rogó que convenciera a Ángel para que accediera a verla, a escucharla, le dijo que estaba dispuesta a tener al bebé, que eso debía hacerle recapacitar; Aún recordaba su propia angustia, pero Ángel no cambió de opinión. Al día siguiente el teléfono sonó, era Santiago.

Santiago: Ángel dice que mientes, que ese bebé no es suyo (le seguro) te permite que vivas en esa casa por el momento y dice que te dará todo lo que necesites tu hijo y tú, mientras no salgas de esa casa ni digas nada de tu traición

Victoria: Si eso es lo que piensa ¿por qué no me echa a la calle y se divorcia de mí? (dijo molesta)

Santiago: Ya lo has humillado bastante sin necesidad de añadir además el escándalo de un divorcio (contestó con frialdad) pero escucha atentamente (serio) si permites que otro hombre se acerque a ti los matará a los dos (le advirtió) no cometas ninguna equivocación en eso

¿Significaba aquello que Rogelio estaba muerto?, se preguntó Victoria. Lo cierto era que, a ella no le importaba en lo más mínimo si ese hombre estaba vivo o muerto, pues Rogelio estaba encompinchado con Álvaro, no hacía falta ser muy lista para darse cuenta, sólo por esa razón se merecía todo lo que Ángel quisiera hacerle, la lástima era que Álvaro no recibiera también su merecido, pero quizá Álvaro tenía por fin lo que se merecía, recapacitó Victoria, porque al decidir deshacerse de la mujer que su hijo había escogido había tenido que arrojar de su lado también a su nieta, a la criatura más maravillosa de la tierra, Nicole. Victoria se preguntó si sentiría curiosidad por conocerla, si se habría sentado alguna vez en un sillón a recapacitar sobre ello y se arrepentiría de lo que había hecho, esperaba que se arrepintiera, lo esperaba sinceramente; Estuviera enfermo o no esperaba que sintiera remordimientos, era un sentimiento de venganza que no podía evitar que surgiera en su alma, de pronto oyó un movimiento detrás de ella, en el umbral de la puerta, se dio la vuelta, Santiago la observaba con el ceño fruncido, por un instante sintió que él sabía exactamente en qué había estado pensando, pero de repente la comunicación establecida se cortó al darse la vuelta Ángel, sin embargo durante toda la cena Victoria sintió que los ojos de Santiago estaban fijos en ella, era incómodo pensar que él conocía su sed de venganza, él era un siciliano, y como tal pensaba que sólo ellos tenían derecho a obtenerla, no le hubiera gustado saber que una mujer mexicana podía querer también su propia vendetta, sobre todo si era frente a un siciliano. La cena fue toda una prueba, Victoria se esforzó por comer algo, pero fue incapaz de probar nada, Ángel y Santiago compartieron la mesa con ella y de vez en cuando hablaban de negocios, pero muy brevemente, al final ella se levantó de la mesa y, excusándose desapareció del comedor.

Ángel: Trata de descansar (la miro a los ojos) te prometo que en cuanto haya noticias iré a contártelas (le aseguro)

Ella asintió, no iba a discutir, pero se sentía incapaz de descansar, no volvería a descansar hasta que su hija volviera con ella.

FRUTO DE LA TRAICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora