Capitulo 5.

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Aquella súplica lo puso tenso, se dio la vuelta para mirarla, estaba de pie con su largo pelo sujeto con una cinta, retirado del rostro, sus ojos antes duros, fríos y enfadados, no podían evitar observar su figura pequeña y esbelta. No era alta, y la ropa acentuaba su delgadez, era una criatura delicada, siempre lo había pensado, siempre había tenido la sensación de que el más mínimo soplo de viento iba a hacerla salir volando, de que la más mínima palabra agria iba a hacerla desesperar. Y sin embargo... sus ojos se endurecieron aún más, si es que ello era posible.

Ángel: Han secuestrado a la niña porque lleva mi nombre (afirmó con calma y giro la manija para abrir la puerta) por esa razón haré todo lo que esté en mis manos para devolvértela

Salió y la puerta se cerró dejando a Victoria mirándolo enfadada, se refería a Nicole llamándola «la niña», pensó con amargura, como si fuera una muñeca sin alma, un simple objeto inanimado al que hubieran robado y sólo aceptaba que era su obligación recuperarla porque se daba cuenta de que en parte era responsable de que la hubieran raptado. Qué amabilidad, pensó mientras buscaba una silla donde apoyarse antes de caer, cuánta magnanimidad. ¿Cuál habría sido su reacción si hubiera creído que Nicole era hija suya?, Se preguntó, ¿No habría sido entonces él el que habría necesitado un brandy?, ¿no habría sido a él al que todos habrían intentado hacer tragar las pastillas para dormir?, ¿al que todos habrían intentado calmar al ver que no podía soportar el horror de ver a su hija secuestrada por un monstruo? Un monstruo dispuesto a lo que hiciera falta con tal de conseguir lo que se proponía; los pensamientos se agolpaban uno tras otro en la cabeza de Victoria así que Intentó interrumpirlos tapándose la cara con las manos. No podía seguir soportándolo, su hija estaba en manos de un loco, estaría asustada, atemorizada, sin saber qué iba a ocurrirle, querría a su mamá, no comprendería por qué su mamá no estaba allí con ella cuando siempre había acudido a su llamado. ¿Qué clase de monstruo insensible podía ser capaz de alejar a una niña pequeña de su madre? ¿Qué podía causar que alguien llegara a ser tan malvado, tan cruel, tan...? De pronto recordó algo y retiró las manos de la cara, sólo conocía a una persona que fuera capaz de hacer algo así, Álvaro Armenta, de tal palo tal astilla, peor aún, mucho peor el padre que el hijo. Ángel nunca llegaría a aprender a ser tan mala persona como su propio padre y además la odiaba, la odiaba por haberse atrevido a pensar que podía ser una esposa lo suficientemente buena para su hijo, había jurado vengarse de ella por haberle robado a su hijo, al que hubiera preferido ver casado con una siciliana en un matrimonio previamente convenido, si Ángel se creía a sí mismo omnipotente, Álvaro Armenta lo creía aún más de sí mismo, pero Álvaro ya se había cobrado su venganza, pensó confusa. ¿Por qué iba a querer...?, comenzó Victoria a preguntarse a sí misma.

Victoria: ¡No! (exclamó en voz alta de pronto poniéndose en pie)

Temblaba, pero no de debilidad sino de miedo, sentía un inmenso miedo que le impedía casi incluso seguir en pie. No obstante, atravesó el salón y salió de la habitación.

FRUTO DE LA TRAICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora