Capitulo 6.

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Justo en la puerta había un hombre enorme con un traje gris haciendo guardia, un extraño.

Victoria: ¿Dónde está Ángel? (preguntó medio temblando) mi marido, ¿dónde está? (trato de calmarse)

Guardaespaldas: El señor Armenta no quiere que nadie lo moleste (contestó mirando de reojo la puerta del despacho cerrado)

Era siciliano, pensó Victoria, su acento era siciliano, como el del hombre con el que había hablado por teléfono, se estremeció y pasó por delante de él ignorando su respuesta y apresurándose a abrir la puerta, Ángel estaba sentado en el borde de la sólida mesa de roble del despacho y no estaba solo, había dos policías y otro hombre con él, alguien al que de inmediato reconoció como su mano derecha, Santiago Valetta, estaban todos con las cabezas inclinadas mirando algo que había sobre la mesa, al entrar ella de improviso todos levantaron la cabeza, ella los ignoró a todos, sus ojos ansiosos se centraron en la única persona que importaba.

Victoria: Ángel... (lo llamó dando dos pasos hacia él) he... (trato de decir)

Él hizo un gesto con la mano, no hacia ella sino hacia el objeto que había sobre la mesa, fue entonces al oír un clic cuando se dio cuenta de qué era lo que estaba pasando allí y cuando reconoció lo que había escuchado a pesar de que su cerebro se había negado a admitirlo. Se paró, se puso blanca, cerró los ojos. Era la voz de Nicole, de su hija murmurando y llamándola hasta que alguien apretó el botón.

Victoria: ¡No la toquen! (gritó)

No supo quién fue el que la alcanzó primero para sujetarla cuando se tambaleó, pero reconoció los brazos de Ángel agarrándola y evitando que se derrumbara, apretándola contra su pecho y obligándola a sentarse, no se marchó, fue inclinando su cuerpo al mismo ritmo que ella de modo que podía apoyarse en él; Su corazón se había acelerado y estaba fuera de control, su respiración era rápida, su mente estaba absolutamente horrorizada por un nuevo temor. Ángel estaba maldiciendo, maldecía en italiano y en inglés, maldecía elevando la cabeza por encima de ella, lo maldecía todo y la maldecía a ella, entonces Victoria elevó los dedos helados y temblorosos para posarlos sobre la pechera de su camisa, luego sobre el cuello y por último sobre la boca, apretada por la ira, podría haberlo abofeteado en plena cara sólo por haberle causado esa sensación, él se quedó helado allí mismo, delante de todos aquellos rostros que los observaban, se quedó helado como una estatua muda con los temblorosos dedos sobre sus labios.

Victoria: Pollito (susurró ella débilmente sin darse cuenta siquiera de que lo estaba llamando por un apodo que había utilizado sólo a veces en momentos de intimidad cuando se sentía absolutamente perdida en él) mi hija, ésa era mi hija... (dijo en un hilo de voz)

Ángel Armenta, agachado junto a ella y oliendo la maravillosa fragancia de su pelo esparcido por los anchos hombros, cerró por un momento los ojos con una expresión de dolor.

Ángel: Shsh (murmuró)

Entonces elevó la mano para agarrar los dedos de Victoria sobre su boca y después de besarlos ligeramente los tomó entre sus manos con delicadeza)

Ángel: Victoria, ella está bien, pregunta por ti pero está bien. ¿Me entiendes? ella está... (trato de decir, pero se estremeció al verla cerrar los ojos)

Victoria se desmayó, al fin la presión que soportaba la venció y se dejó caer sobre el hombre que tenía a su lado; Poco después se despertó encontrándose en su habitación, acostada sobre la cama y con el médico inclinado sobre ella.

Doctor: Quiero que tome esto, señora Armenta (murmuró ofreciéndole dos pastillas blancas y un vaso de agua)

Ella sacudió la cabeza y volvió a cerrar los ojos intentando recordar lo que había ocurrido, recordaba haber corrido por el vestíbulo y haber abierto la puerta del despacho, pero no se acordaba de por qué había sentido la necesidad de ir allí, recordaba haber visto en el despacho a Ángel, a Santiago y a dos policías, y también recordaba cómo todos habían levantado la cabeza para mirarla al entrar ella de improviso y dirigirse hacia Ángel, luego... entonces recordó.

Victoria: ¿Dónde está Ángel? (miro al Doctor)

Ángel: Aquí estoy (se acercó)

FRUTO DE LA TRAICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora