Capitulo 26.

876 41 2
                                    

Victoria: ¿Su trabajo? (dijo confundida)

Ángel: Sí. He contratado a Fabia sólo para que cuide de la niña (le conto)

Victoria: ¿Quieres decir cómo niñera? (preguntó sintiendo un inmenso miedo en su pecho de pronto)

Sí. Aquella respuesta acrecentó su miedo, pensaba en Álvaro, se preguntaba hasta qué punto aquello era obra suya. ¿Habría sido él quien la había contratado? ¿Lo habría hecho para que Fabia consolara a la niña cuando hubiera conseguido echarla?

Victoria: No necesito que ninguna niñera me ayude (contestó comenzando a tartamudear) Ya... ya viste lo... lo que pasó cuando... cuando contrataste a una ni... niñera la última vez (paso saliva) Secuestraron... a Nicole del... delante de sus narices

Ángel: ¿Por qué estás tartamudeando? (frunció el ceño con un poco de diversión)

«Porque estoy asustada», pensó Victoria.

Victoria: Ángel, por favor... ¡No me hagas esto! ¡No reduzcas mi importancia como madre! ¡No necesito a Fabia! ¡No... estaré aquí... tanto tiempo como para... necesitarla! (nerviosa)

Ángel: ¡Dios! (respiró con los ojos de pronto oscurecidos de asombro) ¡Estás aterrorizada! ¿No es eso?

Victoria: ¡Déjame... que me quede aquí... tranquila en esta suite hasta... que nos.... mandes de vuelta a México... por... favor! (le suplico y se puso de pie para mirarlo)

Ángel: ¿Pero de qué estás asustada? (preguntó ignorando su súplica) ¿Es que crees que por el hecho de que los secuestradores sean sicilianos no voy a ser capaz de protegerte aquí? (preguntó alargando un brazo para darle confianza) Pues te equivocas, ¿sabes? Este lugar está construido como una fortaleza, no se mueve nada ahí afuera sin que nuestras cámaras electrónicas lo capten (le aseguro)

Victoria: Ángel... (susurró dando un paso hacia él y poniendo una mano sobre su pecho)

No era un gesto para hacerlo claudicar, no estaba intentando utilizar sus poderes femeninos para conseguir que él hiciera lo que quería. Sencillamente estaba demasiado nerviosa como para darse cuenta de lo que hacía.

Victoria: Escúchame... Ni yo quiero estar aquí ni tú quieres que ninguna de las dos estemos aquí (dijo seria) Si crees que te va a ser imposible protegernos en México cambiaré de nombre... Me cambiaré de identidad si es necesario, llévanos a México y te juro que desapareceré de tu vida de inmediato. Nunca más volveremos a molestarte

Ángel: Tú... quieres mucho a la niña, ¿verdad?

Victoria: ¡Es mi vida! (sonrió)

Ángel: ¿Y a su padre? ¿Lo amabas con la misma fuerza?

Aquello era ya demasiado, pensó Victoria. Cerró los ojos intentando contener la angustia y deseando poder apoyar la cabeza contra aquel amplio pecho.

Victoria: Sí (respiró)

Él se alejó de ella un paso volviéndose hacia la ventana y dejándola a ella temblando con los brazos aún en alto.

Ángel: ¿Y él te amaba a ti?

Victoria: Creo que sí

Ángel: ¿Y entonces por qué nunca hizo nada para que las dos estén a su lado? (dijo un poco exaltado)

Victoria: Porque él nunca pudo estar seguro de ser el padre de mi hija y su orgullo le impedía aceptar al bebé de otro hombre

Ángel: ¿Entonces podría ser mía? ¿Nicole es mi hija? (dijo con un poco de esperanza)

«¡OH, no! No me hagas esa pregunta ahora. Ahora no me atrevo a contestarla con sinceridad», pensó Victoria.

En lugar de responder dijo casi en un murmullo:

Victoria: Ángel, necesito salir de aquí. No puedo soportar este lugar, nunca pude soportarlo (bajo la mirada)

Ángel: ¿Eras tan infeliz? (curioso)

Victoria: Sí (asintió)

¿Cómo no iba a serlo, si él no estaba nunca con ella? Se dejó caer sobre el sofá deseando que aquella conversación entre ellos dos nunca hubiera comenzado. Él no respondió. El silencio lo llenó todo.

Ángel: No puedes marcharte

Victoria: ¿Qué significa eso exactamente? (confundida)

FRUTO DE LA TRAICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora