Capitulo 3.

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Sin embargo, él la oyó y la entendió. La forma en que se endurecieron sus ojos lo dejaba bien claro, siguió observándola y escrutándola con frialdad y calma. Lo estaba negando con los ojos, su expresión de dureza y ofensa exigía saber cómo se atrevía a pensar una cosa así.

Victoria: Te odio (añadió ella) desprecio la tierra que pisas, si le ocurre algo a mi niña, ten cuidado Ángel, porque estoy dispuesta a atravesar con un cuchillo ese trozo de piedra que tienes en el pecho al que llamas corazón (enojada)

Él siguió sin responder, ni siquiera reaccionó, lo cual era toda una novedad porque con su exagerado sentido de la ofensa personal no se tomaba nunca a broma las amenazas y ella había hablado en serio.

Ángel: Cuéntame lo que ha ocurrido (dijo al fin con calma)

Victoria recordó de pronto el momento en que la niñera había entrado gritando: "Han secuestrado a Nicole, estábamos jugando en el parque cuando de repente han venido unos hombres corriendo y se la han llevado". Aquel recuerdo la hacía estremecerse de angustia.

Victoria: ¡Sabes muy bien lo que ha pasado, eres un monstruo! (respondió con los ojos encendidos de furia, odio y amargura) ella es el recuerdo vivo de tu humillación, así que decidiste quitarla de en medio, ¿no es eso?, ¿eh? (dijo al borde de las lágrimas)

Por el contrario, los ojos cafés de él permanecieron en calma, sin reaccionar, se echó hacia atrás en el asiento, cruzó una pierna sobre la rodilla enseñando el tobillo y estiró el brazo por el respaldo del sofá estudiándola cuidadosamente.

Ángel: Yo no he secuestrado a tu hija (afirmó)

De inmediato Victoria se dio cuenta de que no había dicho mi hija, ni siquiera nuestra hija.

Victoria: Sí, la has secuestrado tú (respondió con plena seguridad) según todos los indicios, ha sido una persona de tu calaña, tu apellido es Armenta (dijo con desprecio) lo único que no comprendo es por qué no me han raptado a mí también.

Ángel: Piénsalo (sugirió él) quizá con un poco de suerte puede que llegues a una conclusión inteligente.

Victoria se dio la vuelta, odiaba mirarlo, odiaba el cruel aspecto de indiferencia de su rostro arrogante, estaban hablando nada menos que de la vida de su hija, y él estaba ahí, como si no ocurriera nada.

Victoria: ¡Dios, me pones enferma! (furiosa)

Respiró apartándose de él y dirigiéndose hacia la ventana con los brazos cruzados sobre el tenso cuerpo, afuera, había instalado todo un muro de seguridad acordonando la propiedad: hombres con teléfonos móviles y perros. De pronto Victoria río al ver todo el grupo de seguridad que tenía cuidando la casa.

Victoria: Así que has decidido montar todo un circo (sarcástica) ¿De verdad crees que vas a engañar a alguien con eso? (lo miro)

Ángel: A ti no, evidentemente (se burló él entendiendo perfectamente sus palabras). sólo los he puesto ahí para contener a la prensa, (serio) esa estúpida niñera estaba entrenada para actuar con diplomacia, pero en lugar de eso se puso a gritar para que todo el mundo en la ciudad se enterara (suspiró mostrando cierto enfado por primera vez) ahora ya todo el mundo sabe lo que ha ocurrido, va a ser imposible recuperarla sin montar un escándalo.

Victoria: ¡Oh, Dios! ¿por qué, Ángel? (lloró desesperada) ¡sólo tiene dos años! no podía ser ninguna amenaza para ti, ¿por qué te has llevado a mi niña? (le grito)

No lo vio moverse, pero sin embargo en un instante estuvo a su lado, junto a la ventana, y sus dedos volvían a producirle esa descarga eléctrica al tomarla de la barbilla para girar su cara.

Ángel: No voy a volver a repetir esto, así que escúchame bien (la miro a los ojos) yo no he raptado a tu niña

Victoria: Alguien lo hizo (contestó con los ojos llenos de lágrimas) ¿a quién conoces que pueda odiarla más que tú? (dio un paso atrás para que le soltara la barbilla)

Él suspiró sin contestar, no podía negar la verdad de su acusación.

Ángel: Ven y siéntate antes de que te caigas al suelo (sugirió) vamos a... (la tomo del brazo)

Victoria: ¡No quiero sentarme! y no quiero que me toques (se soltó de su agarre con violencia)

Los labios de Ángel se endurecieron, era un síntoma de que comenzaba a molestarle su falta de amabilidad.

Victoria: ¿Quién, Ángel? (repitió con dureza) ¿quién más podría querer quitarme a mi niña?

Ángel: No a ti, sino a mí (contestó él con calma dándose la vuelta) han querido quitármela a mí

Victoria: ¿A ti? (preguntó incrédula) ¿y por qué iban a querer hacerte eso? (frunció el ceño) ¡tú no quieres a la niña!

Ángel: Pero la gente no lo sabe (serio)

Victoria se quedó helada al darse cuenta de cómo estaban las cosas.

Victoria: ¿Quieres decir...? (paso saliva sin poder terminar la frase)

Había estado completamente segura de que él era el responsable, estaba tan segura que la sola idea de que no fuera así, de que hubiera otra alternativa simplemente la desarmaba. De pronto un miedo nuevo le atenazó el pecho.

Ángel: Soy un hombre poderoso y el poder trae enemigos... pero... (le dio la espalda)

Victoria: ¡no! (sacudió la cabeza negando tal posibilidad) ¡no! este es un asunto de familia, lo sé, he hablado con ellos... (trato de calmarse)

Ángel: ¿Que tú has hablado con ellos? (volteo para mirarla con los ojos de depredador)

Victoria: Por teléfono (asintió sintiéndose enferma al recordar la conversación)

Ángel: ¿Cuándo? (su voz se había endurecido)

No parecía gustarle el que ella pudiera darle una información de la que no tuviera noticia, ofendía su sentido de la omnipotencia.

Victoria: Una hora después de que la raptaran, más o menos (segura) ¡Dijeron que tú sabrías qué hacer! (añadió desesperada mirándolo) ¡si lo sabes, hazlo, Ángel! ¡por el amor de Dios, hazlo! (le suplico)

FRUTO DE LA TRAICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora