Capitulo 7.

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Abrió los ojos y lo encontró inclinado sobre ella al otro lado de la cama, su aspecto sin embargo era diferente, como si hubiera perdido en parte su arrogancia.

Victoria: Has tenido noticias de ellos, ¿verdad? (murmuró medio desfallecida) te llamaron antes de la hora prevista, ¿Te dejaron hablar con mi hija? (lloró)

Ángel: Tómate las pastillas, Victoria (ignoro lo que le había preguntado)

Victoria: ¿Quiero saber qué te han dicho? (contestó ella negándose a tomarlas con un gesto de cabeza)

Ángel: Si te tomas las pastillas, te contaré lo que han dicho (dijo tranquilo)

Victoria: Lo único que quieres es que me quede dormida (frunció el ceño) me niego a dormir (negó con la cabeza)

Doctor: No son pastillas para dormir señora Armenta (la miro) no tiene usted por qué dormir si no quiere, son sólo para relajarse (asintió) Le aseguro que le estoy diciendo la verdad, comprendo perfectamente que quiera ser fuerte en un momento como éste, pero no lo va a conseguir si no es con cierta ayuda (dijo serio) no debe menospreciar su estado de shock, está usted a punto del colapso (dijo seguro) tómese las pastillas (señalo el medicamento) confíe en mí

Victoria: Confiar en él (dijo en su pensamiento)

Victoria miro al Doctor a los ojos y se preguntó así misma si podría hacerlo, hacía casi tres años que no confiaba en ningún hombre.

Ángel: Tómate las pastillas, Victoria (tomo el frasco, saco dos pastillas y las puso en la palama de su mano para que ella las tomara) si no tendré que sujetarte para que él te ponga una inyección (dijo firme)

Victoria se tomó las pastillas, Ángel nunca amenazaba en falso y ella no era tonta, sabía que si le inyectaban algo no iban a ser simplemente calmantes; Cerró los ojos por unos momentos durante los cuales nadie dijo nada, el doctor permanecía a un lado de la cama y le tomaba la tensión, el silencio era tan profundo que creía oír el tictac del reloj contando los segundos, antes incluso de que el doctor le soltara la muñeca sabía que su pulso se había normalizado, que no corría a la velocidad a la que lo había hecho durante las últimas horas. Sintió cómo ambos hombres intercambiaban una mirada y luego oyó pasos por la habitación, la puerta del dormitorio se abrió y volvió a cerrar de nuevo, estaba a solas con Ángel.

Victoria: Ahora ya puedes contarme lo que te han dicho (murmuró sin abrir los ojos). no voy a ponerme histérica

Ángel: No te has puesto histérica en ningún momento (señaló él) simplemente te desmayaste

Victoria: Eso ya había ocurrido antes, ¿no es así, Ángel? (dijo aun con los ojos cerrados)

Ángel: si (admitió él causándole tal sorpresa que ella abrió los ojos)

Victoria: Sólo que la última vez me dejaste caer, creo recordar.

Él se dio la vuelta, en principio para arrimar una silla a la cama y sentarse a su lado, pero ella sabía que lo hacía para no recordar la escena a la que se refería, cuando él estuvo a punto de pegarle y ella respondió simplemente desmayándose. Aquel incidente había tenido lugar en otra casa, en otro país, en otro mundo y en aquella ocasión, él se había marchado y la había dejado tirada en el suelo. Desde entonces no había vuelto a verlo.

Victoria: ¿Cuándo llamaron? (curiosa)

Ángel: Justo después de dejarte aquí en la recamara

Victoria: ¿y qué dijeron?

Ángel: En realidad no necesitas saber qué dijeron exactamente (contestó curvando ligeramente los labios) digamos que sólo querían asegurarse de que yo comprendía bien que se trataba de un asunto de negocios

FRUTO DE LA TRAICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora