Capitulo 37.

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Victoria: Y tu padre... (preguntó esperando que él explicara qué harían con respecto a él)

Ángel: No puedo mentirte (se encogió en hombros) No creo que a él le alegre mucho la nueva situación, pero lo cierto es que ahora quiere mucho a la ni... (se interrumpió un momento. Victoria contuvo la respiración) a Nicole (dejo escapar una bocanada de aire) Quizá ve algo en ella que yo no he sido capaz de ver (se acercó para sentarse de nuevo frente a ella)

Victoria: ¿Es que te ha dicho él algo? (pregunto un poco ansiosa)

Ángel: Sí (asintió)

Así que Álvaro ya tenía en marcha su plan, pensó Victoria.

Ángel: Creo que a él le basta con saber que ella vivirá aquí (dirigió su mirada hacia la pequeña)

Nicole pareció notar que Ángel la observaba porque levantó la vista y lo observó ella a su vez. Se sopesaban el uno al otro, cosa que tuvo un fuerte impacto sobre Victoria.

Victoria: Ángel... (no pudo pronunciar más pues las palabras se atoraron en su garganta)

Hubiera querido proteger a su hija, pero no parecía que hiciera falta. Nicole se encaminó despacio hacia ellos con seguridad sosteniendo la mirada de su padre. Se paró delante de él, miró por un momento a su madre como para pedirle permiso y luego levantó una mano hacia su padre ofreciéndole una caracola. Era una insignificancia, y sin embargo aquel gesto tenía una enorme importancia. Era un gesto de amistad. Más aún: era la prueba que demostraría que él estaba realmente dispuesto a cumplir su palabra. Y él lo sabía, por supuesto. Victoria lo veía claramente en la expresión tensa de su rostro.

Ángel: ¿Es para mí? (preguntó y Nicole asintió) Entonces gracias (las comisuras de sus labios se elevaron en una leche sonrisa) Lo guardaré como un tesoro, siempre (dijo mientras sostenía la caracola entre sus manos)

Nicole: El abuelo tiene una como ésta (señalo la caracola con su pequeño dedo) La guarda debajo de la almohada por las noches (le conto)

Ángel: ¿En serio? ¿Y para qué? (dijo sorprendido)

Nicole: Para que no se acerquen los malos (inclino levemente su cabeza hacia un lado con un gesto inocente) Si el abuelo guarda la caracola debajo de la almohada entonces los malos no vendrán a llevarse a Nicole

Ángel: ¡Dios! (exclamó)

Victoria también estaba atónita. Quizá aquella fuera la causa de que Nicole no hubiera vuelto a tener pesadillas, pero era difícil creer que Álvaro hubiese sido tan sensible con la niña.

Nicole: ¿Guardarás ésta debajo de tu almohada para que no vengan los malos? (curiosa)

Ángel: Si tú crees que eso ayudará, lo haré (contestó con dificultad después de un momento de silencio. Luego, como si no pudiera evitarlo levantó una mano y acarició las mejillas de la niña) Nadie te va a hacer daño mientras estés aquí, te lo prometo

La niña lo miró aceptando su promesa y luego se marchó de nuevo a jugar con el castillo de arena.

Ángel: ¿Sabías tú eso? (preguntó mientras miraba a la pequeña dirigirse de regreso al catillo de arena, al verla llegar volvió a mirar a Victoria)

Victoria: ¿Lo de tu padre y la caracola? No (negó con la cabeza) Tendré que darle las gracias... (las lágrimas comenzaron a hacerse presentes)

Ángel: No llores más (la interrumpió al ver sus lágrimas) Aquí está a salvo, y tú lo sabes. Aquello ya pasó y lo olvidará con el tiempo

Pero Victoria no estaba llorando por Nicole. Lloraba por Ángel. Sin saberlo quizá, él había dado el paso más importante de su vida: tender un puente que iba a unirlo con su hija.

Victoria: ¿Qué vas a hacer con la caracola? (se limpió las lágrimas)

Ángel: Lo que me ha dicho que haga, por supuesto (asintió) Puede que se empeñe en comprobarlo, así que la pondré bajo la almohada

Victoria: Gracias (sonrió)

Ángel: ¿Por qué? (preguntó fijando los ojos en ella y manteniendo ambos la mirada por primera vez desde que habían comenzado a hablar)

Victoria: Por ser tan... sensible a sus sentimientos (dijo con voz dulce)

Ángel: Lo que dije de volver a empezar lo dije en serio. Aunque lo cierto es que aún no he oído tu respuesta (arqueo una ceja y su rostro mostraba una imagen de curiosidad)

¿Qué respuesta iba a darle?, Se preguntó Victoria. ¿Podría vivir con él? ¿Podría vivir sin él? Abandonarlo una segunda vez iba a costarle mucho más que la primera y no quería más dolor. Pero quedarse podía dolerle tanto o más si las cosas no iban bien entre los dos. ¿Y qué haría entonces?, Se preguntó. ¿Sufrirlo otra vez todo de nuevo con la agonía añadida de saber que estaba atrapada en esa ocasión? Para cuando decidieran separarse, él se habría acostumbrado a su hija y Álvaro tendría en sus manos todas las armas que necesitara para ganar.

Victoria: Tengo condiciones (arqueo una ceja)

Ángel: Sólo tienes que nombrarlas (asintió)

Así de simple, pensó Victoria.

Victoria: Necesito saber que vas a estar aquí conmigo, apoyándome, tenga razón o no (dijo en tono serio) Me refiero a tu padre, a los criados, a las decisiones que tome en cuanto a Nicole. Quiero que me prometas que siempre estarás a mi lado

Ángel: ¿Es que no te apoyé la otra vez? (curioso)

Victoria: No (negó con la cabeza)

Ángel: ¿Tan mal esposo fui? (dijo sorprendido)

Victoria: No fuiste un mal esposo exactamente, sólo que estabas muy ocupado (explicó). He cambiado mucho desde entonces. Al menos he crecido, puedo luchar yo misma por las cosas que quiero, pero sólo hasta cierto punto. Necesito tu apoyo. Tú eres el jefe en esta casa, lo sepas o no. Lo que sucede aquí ocurre porque tú lo quieres

Ángel: Quiero que seas mi mujer (murmuró) Mi mujer (dijo con tono dulce)

Victoria: Yo también... (sonrió)

Habría querido decirle que eso era lo que ella había querido siempre, pero no quería en modo alguno revivir el pasado. Estaban hablando del futuro.

Ángel: ¿Pero?

Victoria: Esta casa... (dijo ruborizándose) aunque es bonita está diseñada de un modo que resulta poco acogedora como hogar. Acepto que tengamos que vivir aquí con tu padre, pero...

Ángel: ¿Pero?

Victoria: Pero necesito mi propio espacio (le aclaro) Quiero una cocina para mí por si me apetece cocinar algo, quiero un salón y un comedor y dormitorios en los que no me sienta como en un hotel...

Ángel había levantado una mano y le acariciaba la mejilla. Sus ojos estaban oscurecidos.

Ángel: Lo tendrás. Distribuye toda la planta de invitados a tu antojo. Altéralo todo si quieres. Nos mudaremos a esa planta cuando esté lista, ¿Algo más? (pregunto)

Sí, pensó Victoria. Quería que la amara. Quería que la levantara en brazos y la llevara hasta la cama más próxima y que la amara. Su deseo era tan fuerte que tuvo que cerrar los ojos para esconder su anhelo. Pero no pudo evitar ruborizarse.

FRUTO DE LA TRAICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora