Capitulo 28.

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Victoria estaba agachada sobre las buganvillas de una de las terrazas de la casa escuchando las voces de Nicole y Fabia en la playa cuando de pronto oyó por detrás un sonido mecánico. Era Álvaro. No se dio la vuelta ni reveló que había notado su presencia, pero se sentía mal; En los seis días que llevaba en la casa lo había estado evitando, él acudía a ver a Nicole siempre a la hora de comer, entraba en su suite y se quedaba a almorzar con la niña, mientras tanto ella procuraba desaparecer. Ángel había dicho que era necesario que se quedaran allí. ¿Pero para quién era necesario?, Se preguntó. ¿Para el hombre de la silla de ruedas que se acercaba? No era Ángel quien quería que se quedaran, pensó, ni siquiera había vuelto a verlo desde la noche del día en que llegaron. Él había hablado con Fabia y luego había salido del dormitorio sin desearle buenas noches siquiera y desde entonces no había vuelto a verlo. A la mañana siguiente se había despertado al llegar un sirviente con varias maletas, Ángel debía de haber mandado a alguien esa misma noche a México por su ropa y eso demostraba que la situación iba a ser permanente, Fabia le había dado un mensaje de Ángel esa mañana; se iba de nuevo a Nueva York. Llevaba ya casi una semana fuera, pero se negaba a admitir, incluso ante sí misma que lo echaba de menos. La silla de ruedas se paró a unos cuantos metros de distancia, Victoria sintió que Álvaro la estaba mirando, era evidente que deseaba que se diera la vuelta. Entonces rompió el silencio.

Álvaro: El jardín ha notado la falta de tu toque especial

Victoria: No tengo nada de qué hablar contigo, Álvaro. Eres un viejo egoísta y malévolo y no mereces que te preste atención (dijo molesta)

Álvaro: Yo diría que eso que has dicho es mucho ya (río ligeramente)

Victoria se sorprendió ante esa respuesta. Se volvió sospechando que tramaba algo sin fiarse de su amabilidad y lo miró, era la primera vez que lo veía después del susto de ver a su hija en sus brazos. Resultaba amedrentador, a pesar de sus limitaciones físicas, no era tan alto como su hijo, pero siempre había compensado esa carencia con la anchura de su cuerpo: Hombros, espalda y torso anchos junto a piernas cortas pero fuertes que se veían reducidas en ese momento de un modo tan patético que comenzó a comprender por qué Ángel se mostraba tan protector con él. Le daba el sol en la cabeza, cuyo cabello seguía siendo abundante, pero su piel, aunque bronceada, colgaba por los brazos y el cuello, había tal carencia de fuerza en él que el mero hecho de sentarse en una silla de ruedas parecía constituir un esfuerzo en sí mismo.

Victoria: ¡Por Dios! Tienes un aspecto terrible

Álvaro: Lo odio. Odio esta silla (sonrió haciendo una mueca fatalista)

Por un momento sintió pena por aquel hombre, lo miró compasiva, sin embargo, él seguía siendo peligroso, estuviera físicamente incapacitado o no. Aquellos dos ojos brillantes de cazador eran aún astutos y el cerebro que los manejaba no había cambiado su modo de pensar.

Álvaro: En cambio tú estás más bella que nunca, (sonrió) ya ves, la niña es tu viva imagen, tiene tu pelo, tu rostro, tu carácter dulce y amable

Victoria: Yo era una cobarde, Álvaro (dijo ignorando su cumplido) pero mi hija no lo es

Álvaro: Serán los genes de mi hijo los que le dan ese coraje o quizá incluso los míos (comentó orgulloso)

Victoria: Que Dios la ayude entonces (respondió sorprendida de que él no fingiera ignorar quién era el padre de la niña) si tiene algo de ti, Álvaro, entonces que Dios la ayude. ¿Tienes idea de cómo la has asustado secuestrándola de ese modo? (seria)

Álvaro: ¿Yo? (preguntó con una expresión de inocencia) yo no secuestré a la bambina (negó con la cabeza) no tengo en absoluto ningún deseo de asustarla

Victoria: Mentiroso. Vi tu semblante cuando abrazabas a mi hija (bufo) estabas feliz y orgulloso, te creías su dueño, eres muy posesivo. Te vi, Álvaro, te vi (elevo un poco su tono de voz)

Álvaro: Te has vuelto muy valiente ahora que estoy en una silla de ruedas (junto sus manos y las descanso sobre sus piernas)

Victoria: No intentes engañarme fingiendo que eres un pobre viejo enfermo, no funcionará (dijo agachándose para recoger las tijeras de jardín y marcharse)

Álvaro: ¡No te marches cuando estamos hablando! (dijo un poco molesto)

Por extraño que pareciera aquello la hizo parar. No fueron exactamente sus palabras, sino la forma de decirlo. Había en ellas cierta amarga frustración debida quizá a su desventaja física. Se dio la vuelta para mirarlo y vio su rostro encendido por la ira.

Álvaro: Yo no rapté a la niña (le aseguro) lo habría hecho, si se me hubiera ocurrido, pero no fue así (dijo respirando fuerte intentando reponer las fuerzas)

Victoria lo vio palidecer y sintió compasión por su enemigo, no sabía si debía creerle ni si seguía importando una vez que el daño estaba ya hecho, lo que sí sabía era que no podía relajar la guardia. Esa lección la había aprendido bien, sin embargo, nunca había sido cruel con los débiles, y Álvaro indudablemente lo era.

Victoria: ¿Te encuentras bien? (sincera)

Álvaro: Sí (asintió)

Entonces oyeron la risa de la niña desde la playa y ambos miraron en esa dirección, Victoria se acercó a las jardineras de terracota para ver qué sucedía y Álvaro se asomó a su lado; De pronto sintió con aquel extraño sexto sentido que había alguien detrás, giró la cabeza y miró para arriba hacia las otras terrazas, Ángel estaba de pie varios niveles por encima de ellos observándolos con un gesto de pena, pena no por la niña, sino por el padre. Se le encogió el corazón, él debía de ser tan consciente como ella del cambio en su estado de salud y quizá incluso había escuchado la conversación, sus ojos se volvieron entonces hacia ella con una expresión de frialdad, aquello significaba que lo había oído todo o al menos parte, la había avisado con respecto a su padre.

Álvaro: ¡Has visto eso! (señalo con dirección a la niña) se ha escapado por entre las piernas de Fabia (comentó inconsciente de la presencia de su hijo)

FRUTO DE LA TRAICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora